Cultura

Víctor Pulido vuelve a pintar

  • Toda la obra de este artistas es un homenaje a la pintura, marcado por un dibujo preciso que en su alacridad colorida la materia en cualquier dimensión

Días atrás, Víctor Pulido (por economía, VP) mandó un correo electrónico invitándonos a su exposición en el Museo. Entre sus palabras, un dolorido, o quizá necesario, "tengo el placer de invitarles a una muestra de Pintura después de diez años dedicados a la escultura, instalación y al dibujo".

Nunca voy a las inauguraciones por prescripción facultativa. Fui, en contra de mi costumbre. De incógnito. Por eso saludé a compañeros del mundo "de los titiriteros". Mucha sonrisa. Mucho color. Mucha calor. Humana. Pese al buen rato, prefiero la soledad de las salas. Prefiero. Aunque me dieron una lección de humildad que anotaré líneas más abajo. La enseñanza venía de mi marido. De este mundo, lo inexcusable. Por eso, más sensibilidad y atino que esta que se cree saber algo de este mundo, y nada sabe. Y menos ve.

Se engaña VP. Y no nos engaña. Jamás ha dejado de pintar. Toda su obra es un homenaje a la pintura, marcado por un dibujo preciso que en su alacridad colorea la materia en cualquier dimensión. Sus instalaciones, sus dibujos, sus diseños gráficos y sus especulaciones informáticas de estos últimos diez años son pictóricas, en fondo y forma. Real y subliminal. Pero del mismo modo, toda su obra pictórica (y otras) es escultórica, por ese rito inconsciente de crear volúmenes de todo cuanto toca o precisa para componer. La materia, que con precisión describe Sema D'Acosta en el catálogo, es toda una constante de sus inicios. Esa materia aflora en la superficie plana del engaño pictórico o emerge de la propia materia soporte donde pinta para ser engaño visual. Es decir, la materia está (es) o se superpone para ser bulto redondo en la planicie del cuadro. O viceversa. No hay diferencias. Sólo conceptos. Todo es pintura. Y su pintura es materia. Volumetría. Giotto, pariente lejano de VP, ha vencido a Velázquez. Su obra, siempre, es todo un tratado de materia y de disciplina pictórica. Recuerden los bichos del mármol, los instrumentos musicales mudos y los platos tentadores de la máxima realidad hasta la transgresión cotidiana de los clásicos, los fósiles vivientes, los perros humanos, los enanos de jardín, los ángeles de la guarda del bestiario, los cabezos que gritan 'cuidadme', las fuentes del misterio, los dictadores impotentes en su potencia, los zapatos de Diógenes, sus pateras hundidas o de estos objetos actuales de la memoria Teo. Pintura. Materia.

La exposición del Museo es (casi) homogénea. La única objeción, en un par de cuadros. Deudas de sí mismo. También es lógico. Repetirse es, en definitiva, armarse de vanguardia para ser historia. El cuadro homenaje (muchos en la muestra) al mercado del Carmen es una exposición por si mismo. Lejos del tema vertebral y más lejos del estilo del resto de obras. Y otro cuadro que desequilibra la unidad de toda su producción, no sólo de la exposición. La patera no es patera de VP para guardar formas de la infancia con el piano, la cama, el tractor, el biplano, el futbolín o la escalera. Están lejos aún de la memoria Teo. Y menos aún para compararla con su gran patera (por ejemplo, la de la Diputación) Esta patera ha querido homenajear al mismo VP homenajeando al resto de cuadros. No hacía falta. Lo que engrandece a VP es la definición de un compromiso de búsquedas con consecuencias, instinto de superación, un intento de "no repetición".

Más homenajes. El ofrecido a Guevara fue emotivo. La consideración no estuvo en la espera que describió con acierto nuestro compañero Eduardo Sugrañes. El homenaje estaba en la obra expuesta. Mi marido, también de incógnito, por eso repartía besos y saludos, me dijo que había algo en estos cuadros que le recordaba a Guevara. El brillo magmático, la esencia telúrica, el tacto cerámico, la materia bruñida… Es de una honestidad renacentista. No me extraña que VP le llame maestro. Da a quien se lo merece. La herencia persiste. Ya lo vimos en Orduña, Barroso o Toscano. Que lo comparta ahora con VP es todo un privilegio. Es historia.

Nota: Una foto para enmarcar. Josué Correa inmortalizó a Guevara, a Seisdedos y VP. Pena que faltara Castro Crespo, que estuvo un día antes mientras los cuadros buscaban su lugar. La instantánea hubiera sido perfecta. Más de medio siglo de pintura onubense. Maestros por el sencillo prurito que abren vías de conocimientos.

Otra nota: en la memoria Teo también fluye el silencio de una mujer. Ella sabe de materia. Ella sabe de alquimia.

Y una última: VP nunca ha dejado de pintar. Él lo sabe. Y nos alegramos.

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