Cultura

Siniestros viajes en el tiempo

Es cierto que el espectador más exigente y que le pide al cine argumentos y tratamientos éticos y estéticos más adultos, esté bastante harto de contemplar en la pantalla cinematográfica títulos que, en su mayoría, son secuelas o continuaciones de películas cuyas reiteraciones aburren a las ovejas y cuya parafernalia de efectos especiales hastía al público más paciente, además de los consabidos blockbusters que tan sólo entusiasman a los maniáticos de la acción y la violencia a cualquier precio. Sin embargo en este capítulo que combina ese género tan habitual en la cinematografía de todos los tiempos pero agudizado ahora hasta extremos increíbles, una excepción que ha tenido una gran acogida en la crítica, es Looper.

Looper conjugando sorprendentemente esa baza aleatoria que el cine ha usado tantas veces de los viajes en el tiempo, cultivada especialmente por el cine norteamericano, nos llama la atención en principio por la singularidad de un guión, del propio realizador Rian Johnson, bien elaborado al servicio de una idea muy original que contribuye a estimular favorablemente su narración. Dedicado en toda la primera parte a exponer al espectador el ámbito en el que se desarrollan los acontecimientos, nos aclara como los llamados looper, unos agentes contratados por una organización mafiosa para quitar de en medio a individuos que no le son gratos o que les estorban, expresa en imágenes muy impactantes la forma en que los eliminan. Envían a su yo del futuro para que se asesinen a sí mismos.

Este procedimiento criminal tiene una generosa compensación mediante el pago en forma de lingotes de un valioso metal. Sin embargo algo extraño advierte el público cuando el ejecutor es el protagonista. En el fascinante comienzo que revela la pantalla ésta nos descubre, en un tiempo futuro, una realidad social deprimente, donde la gente vive en completa miseria y donde una especie de privilegiados han generado una transformación que los ha convertido en seres bien dotados psíquicamente. Joe, el looper protagonista, magníficamente interpretado por Joseph Gordon Levitt, en el presente (de la película), luego encarnado por el veterano Bruce Willis, en una actitud más discreta y convencional, será el eje de un relato que a todas luces, además de interesarnos por una compleja trama criminal -a mi modo de ver demasiado alargada-, mezcla hábilmente temas y géneros que ya hemos visto en la pantalla.

Así al espectador más avisado no le pasará por alto la referencia de títulos tan significativos como Scanners (1981), de David Cronenberg; el Terminator (1984), de James Cameron o Akira (1988), de Katsuhiro Ohtomo, entre otros títulos que harían más prolija la cita, que por otra parte no elude la versión bucólica del asesino romántico como un remanso de tanta persecución entre unos y otros en esa cacería sangrienta y en esas insólitas ejecuciones que tan reiteradamente consuman el destino del protagonista. En esa dualidad de innegable originalidad como expresión certera de un conflicto de identidades, más el juego del tiempo, que en alguna ocasión puede ofuscar al espectador, está lo mejor de Looper, cuya temática no es lo que personalmente me interesa en el cine, pero que no puede ocultar la brillantez de una poderosa realización por parte del director Rian Johnson.

Hay secuencias y diálogos que definen, incluyendo su sarcástica intención, los propósitos del director para dar rienda suelta a una narrativa apasionante, merced al uso de un planteamiento inteligente y una admirable imaginación.

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