Cultura

'Relatos salvajes': el ruido y la furia

  • El tercer filme de Damián Szifrón, producido por los hermanos Almodóvar, es ya un fenómeno social en Argentina y la cinta más taquillera de su historia

En los títulos de crédito de Relatos salvajes, la tercera película del argentino Damián Szifrón, se suceden -como ocurriría en un documental sobre naturaleza- imágenes de diferentes animales en su hábitat. Es un guiño malicioso para un largometraje cargado de humor corrosivo en el que los protagonistas de los seis capítulos que componen el puzle coinciden, precisamente, en liberar sus instintos y despertar a la bestia que todo ser humano lleva dentro. Seis historias de personas sobrepasadas por las circunstancias que se rebelan contra el orden establecido, y que el público argentino está viviendo estos días como una suerte de catarsis colectiva: la cinta registró el mejor estreno en la historia de su país, y consiguió 445.542 espectadores, con lo que superó los 422.845 obtenidos por Metegol, el título con el que se comercializó en Argentina Futbolín, de Juan José Campanella. Un triunfo que además se perfila como el comienzo de una afortunada carrera internacional para un filme cuyos derechos de distribución en Estados Unidos ha adquirido Sony, y que tras su ovacionada proyección en Cannes y el Premio del Público en el Festival de Sarajevo se programará entre las Perlas de San Sebastián, antes de su estreno en las salas españolas el 17 de octubre.

Producida por El Deseo, de los hermanos Almodóvar, que ya apoyaron a otros cineastas americanos como Guillermo del Toro o Lucrecia Martel, Relatos salvajes posee demasiadas virtudes -unos actores en estado de gracia, entre ellos Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia y Darío Grandinetti; un dominio del ritmo narrativo y una inspirada banda sonora de Gustavo Santaolalla- como para limitarse a ser el objeto de una polémica, pero sí es cierto que tras su empeño en divertir al personal, Szifrón también apunta a males como la desigualdad, la injusticia y la corrupción y acaba retratando la indignación de una sociedad, en este caso la argentina pero bien podría también ser la española, aparentemente adormecida aunque demasiado próxima al colapso.

"Cuando leí el guión, estaba con una sensación rara, veía que nuestra realidad es como una olla de presión. Hay tantas polaridades, tantos enfrentamientos... Y la película sintoniza a la perfección con la actualidad", comentaba al diario La Nación la actriz Érica Rivas, extraordinaria en uno de los fragmentos más brillantes de esta comedia, el de una mujer que sufre un ataque de ira... nada menos que en su propia boda. Por la reacción de los espectadores en las proyecciones, puede afirmarse que Szifrón ha metido el dedo en la llaga y se ha aproximado al estado de ánimo colectivo, especialmente en el capítulo en el que el personaje encarnado por Darín se subleva de manera violenta contra la empresa de grúas que le retira su coche, una actitud que recibe el aplauso entusiasmado de los asistentes al cine.

Quienes no se muestran muy emocionados con este catálogo de insumisiones son algunos políticos que se sienten amenazados por la llamada a la rebelión que orquesta el director. Szifrón ha sido denunciado por Pedro Benegas, del partido PRO Libres, por unas declaraciones que hizo en un programa de televisión en el que se debatía, con la trama de Relatos salvajes como punto de partida, sobre el clima de inseguridad que se vivía: "Si hubiese nacido muy pobre, en condiciones infrahumanas, si no tuviera las necesidades básicas cubiertas, creo que sería delincuente más que albañil", dijo.

Una controversia que, como siempre, no hará sino avivar la curiosidad ante un proyecto que ya tiene suficientes cualidades para defenderse solo. Relatos salvajes será la película que consolide internacionalmente a Szifrón, cuyas propuestas anteriores, El fondo del mar (2003) y Tiempo de valientes (2005), no lograron demasiado eco, y otra muestra más, a través de este trabajo coral donde ninguna de las piezas desentona, del nivel excepcional de los actores argentinos.

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