Cultura

Pushkin descubre la prosa

Era el otoño de 1830, y Alexander Pushkin esperaba ansioso, aislado en la pequeña aldea de Bóldino, a que remitiera la epidemia de cólera para poder volver a Moscú y casarse con su prometida Natalia Goncharova. En apenas unos meses de actividad febril, escribió los dos cantos finales de Eugenio Oneguin, las Pequeñas tragedias y las Historias de Belkin, un libro no demasiado conocido en España con el que el gran poeta nacional de Rusia se iniciaba en el cultivo de la prosa. "Exactitud y laconismo", eran las cualidades pregonadas por Pushkin en su propuesta de ruptura con la escuela romántica, que puso los cimientos de la narrativa realista sobre la que se construiría la gran tradición decimonónica.

Publicado por la nueva editorial Nevsky Prospects, que anuncia un catálogo especializado en la literatura del país eslavo, Historias del difunto Iván Petróvich Belkin -tal es el título completo del original- se presenta con un elegante prólogo, firmado por el oxoniense profesor Ross Bullock, que trasciende lo meramente informativo y ofrece interesantes claves de lectura. Pushkin, que firmó la primera edición con iniciales, se finge editor de los cuentos del tal Belkin, descrito como un joven honrado pero indolente, quien a su vez asegura haberse limitado a recoger las historias que escuchó de otros. Desde el principio, la ironía, la ambigüedad, el carácter fragmentario, las elipsis y sobreentendidos nos informan de que estamos ante un registro desacostumbrado -que tiene mucho de parodia- y en el fondo no menos byroniano, pues el propio poeta inglés distó mucho de ser un ingenuo exaltado.

Un duelo largamente postergado que provoca dudas sobre el valor de uno de los contendientes, la fuga frustrada de dos amantes clandestinos, la macabra pesadilla del dueño de una funeraria, la huida de una muchacha humilde seducida por un apuesto oficial de húsares o el cortejo de un joven terrateniente a una falsa campesina. Tales son los argumentos de estas historias que le sirven a Pushkin, por ejemplo, para mostrarnos la vida de los gremios en una ciudad de provincias, o para proponer una vindicación de los sufridos encargados de las paradas de postas, o para aludir al episodio fundacional de la conciencia rusa moderna: el "tiempo de honor y de gloria" de la invasión napoleónica. En medio de la narración, el autor -que a veces interrumpe el relato para dirigirse a los lectores- reflexiona sobre el efecto estimulante que "la soledad, la libertad y la lectura" produce en las damas de campo, frente a la rutina de las distracciones urbanas; o se mofa de la ridícula anglomanía de un propietario que malgasta su fortuna introduciendo costumbres insulares en la "bárbara Rusia", o ironiza sobre los desarreglos sentimentales derivados del excesivo trato con las novelas francesas. Cinco deliciosos relatos que inauguraron un tiempo nuevo.

Alexander Pushkin. Trad. de James y Marian Womack. Prólogo de Philip Ross. Editorial Nevsky Prospects. Madrid, 2009. 152 páginas. 14 euros.

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