Fila siete

Provocación y controversias

Hoy día meterse con la Iglesia y sus instituciones está al cabo de la calle, es una práctica gratuita que muchos ejercen con extrema facilidad e inconfundibles intenciones. En el cine suelen darse últimamente estos casos. Lo vimos recientemente en la película Los girasoles ciegos (2007), de José Luis Cuerda y lo tenemos en cartel con este Camino, de Javier Fesser, el director de La gran aventura de Mortadelo y Filemón (2003). Una realización que la emprende contra una institución eclesial como es el Opus Dei, utilizando como título el del famoso libro de su fundador, Monseñor José María Escrivá de Balaguer.

Si uno en su libertad de expresión aborda la crítica de una institución, cualquiera que sea, si lo hace con argumentos bastardos, falseando la realidad, manipulando las circunstancias, instrumentalizando los términos de sus argumentos, esa invectiva carece de todo valor y es, claramente intencionada, sesgada, evidentemente falsa. Camino, de Javier Fesser, cuyo estreno, precedido de su participación en el Festival de San Sebastián, donde pasó sin pena ni gloria, aunque sí con la huella de lo que pretendía, es decir la provocación y la controversia para llamar la atención, que no se ha traducido a su favor en la taquilla, coincidió con el ochenta aniversario de su creación.

Javier Fesser, que ya insinuaba su anticlericalismo, aunque no se notara excesivamente en su primera película, El milagro de P. Tinto (1998), en su demoledora intención no acierta a la hora de equilibrar una posible objetividad confesada, que traiciona cuando recurre a elementos melodramáticos y morbosos de efecto absolutamente perverso y totalmente artificioso, porque no siempre la heterodoxia justifica determinados argumentos. El realizador prometió a los familiares de la niña protagonista que su nombre no aparecería en la película y ha faltado gravemente a su palabra. Ello demuestra su intencionalidad que se une a otras falsas articulaciones de la historia con respecto a la realidad.

La realización puede ser correcta y acertada a veces desde el punto de vista cinematográfico haciendo abstracción del tratamiento del tema, pero incurre en rechazables excesos en la recreación de las pesadillas de la chica, reiterativas, ominosas e innecesarias y en la duración abusiva de la película. Su pretensión didáctica vuelve la espalda al director a las primeras de cambio y sus intentos de elevar el tono estético con imágenes oníricas y otras inspiraciones poéticas, acentuadas por la música, distorsionan y entorpecen tanto como esas expresiones humorísticas en algunos casos desatinadas, tanto como el montaje paralelo final, demostrativo de las aviesas intenciones de la película, cuyas expresiones en sí mismas propenden a la falta de credibilidad en todos los sentidos.

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