Cultura

Parábola del Gran Desamparo

  • Tusquets presenta la primera edición española del debut novelístico de Samuel Beckett

El fallecimiento el pasado mes de abril del traductor Miguel Martínez-Lage truncó uno de los proyectos más apasionantes y a la vez necesarios para el sector editorial español: la publicación de las novelas de Samuel Beckett (Dublín, 1906 - París, 1989) en una nueva versión castellana que hiciera verdadera justicia a un legado imprescindible no sólo en el contexto del siglo XX, sino en el de toda la historia de la literatura, en la que el irlandés figura como autor clásico por derecho. Que Martínez-Lage era el mentor idóneo para tan titánica empresa no sólo lo demuestran traducciones suyas como la de Vida de Samuel Johnson de James Boswell que publicó Acantilado en 2008 y que le valió el Premio Nacional o la de la Trilogía de Deptford de Robertson Davies (rematada al alimón junto a Natalia Cervera) que lanzó en 2009 Libros del Asteroide; también la inmensa admiración y el profundo conocimiento que profesaba respecto a la obra del autor de Esperando a Godot, de la que dio buena cuenta a través de la traducción de diversos textos breves para el sello La Uña Rota (A vueltas quietas, Deseos del hombre / Carta alemana y La capital de las ruinas / F). Pero la recuperación del ciclo novelístico era mucho más, una iniciativa que iba a precisar enormes dosis de paciencia y mano izquierda. La proverbial intransigencia de los depositarios de los derechos de publicación de la obra de Beckett se convirtió en un obstáculo decisivo que Martínez-Lage estaba dispuesto a resolver con quijotesca decisión, pero el traductor no contaba con su muerte temprana. El lector español del Nobel dublinés tendrá que esperar otros empeños heroicos para disfrutar su obra en castellano como se merece, pero al menos puede llevarse al paladar el primer episodio de tan gran odisea: Sueño con mujeres que ni fu ni fa (Dream of fair to middling women), que ahora publica Tusquets (en cuyo catálogo figuran los relatos completos, colecciones de piezas breves y el teatro casi íntegro de Beckett), es la traducción de la primera novela del genio irlandés en la que Martínez-Lage trabajó junto a José Francisco Fernández en el municipio almeriense de Garrucha, donde falleció. Con una feliz circunstancia: se trata de la primera edición en castellano de la obra, escrita en 1932 y cuya primera aparición no se produjo, sin embargo, hasta 1993, cuatro años después de su muerte.

El mismo Samuel Beckett mantenía en 1932 diversas similitudes con Belacqua, el protagonista de Dream of fair to middling women: por entonces era un joven profesor del Trinity College de Dublín que vivía junto a su madre, mantenía varias relaciones amorosas a la vez y vagabundeaba con un sueldo no precisamente lustroso en el bolsillo y con una carpeta de manuscritos bajo el brazo en busca de algún editor que se dejara convencer. Sus publicaciones eran todavía escasas: un primer poemario titulado Whoroscope (traducido al castellano por Jenaro Talens como Horóscoño) que había aparecido en 1930, un ensayo dedicado a Proust que salió a la luz en 1931 y algunos relatos breves incluidos en revistas de escasa difusión. El mismo Sueño con mujeres fue rechazado una y otra vez por editores de la más diversa consideración, lo que, junto a la muerte de su padre y su inestabilidad económica y emocional, sumió a Beckett en su primera incursión grave en el ánimo depresivo. El rechazo editorial, de hecho, fue una constante en la trayectoria de Beckett (Molloy llegó a atesorar más de cuarenta respuestas negativas a otras tantas propuestas de publicación) hasta que el éxito de Esperando a Godot, ya en 1952, así como la adopción del francés para la escritura, propiciaron el ascenso definitivo a la gloria en vida del irlandés que prefirió vivir en el París ocupado y esquilmado por la guerra a hacerlo en su Dublín natal.

Su Sueño con mujeres que ni fu ni fa entraña, en gran medida, una respuesta al Retrato del artista adolescente de Joyce, del que es deudor y al que a la vez parece rechazar; si Stephen Dedalus, abrumado por la rígida moral católica, llega a considerarse mártir dada la imposibilidad de escapar de los férreos lazos del pecado, Belacqua se limita a dejarse llevar por calles lluviosas sin más ambición que la de ingresar en lo que llama la uterotumba: su mundo interior, profundamente infeliz, en el que no merece la pena esperar nada. A su alrededor desfilan algunos personajes, incluidas varias muchachas de las que encapricha, pero todo lo que acontece más allá de ese recogimiento íntimo y egoísta, cualquier promesa del exterior, no inspira en Belacqua más que rechazo: "Él llamaba el Gran Desamparo al atisbo de cualquier rayo de esperanza, así como a sus intervenciones impertinentes". Beckett bautizó a su protagonista con el mismo nombre del personaje de la Divina Comedia de Dante que, sentado a las puertas del Purgatorio, se limita a esperar sentado mientras a su alrededor todas las almas rezan suplicantes a Dios para que les permita entrar en el Cielo. Cuando el poeta le pregunta por su actitud, Belacqua le responde que no merece la pena procurar la salvación porque al final será Dios quien decida por su cuenta. Beckett halló la clave idónea para representar al hombre de su tiempo. Y la historia le dio la razón.

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