Cultura

Motivos para recordar la mirada de François Truffaut

  • Se cumple un cuarto de siglo de la muerte del director de 'Los 400 golpes', 'Jules et Jim', 'Domicilio habitual' y 'Fahrenheit 451', profundo renovador del séptimo arte

El director, crítico de cine y actor francés François Truffaut, uno de los creadores de la Nouvelle Vague, premiado en Cannes, ganador de un Oscar y referencia permanente para cineastas, desapareció hace 25 años. El primer cuarto de siglo de la muerte de Truffaut (1932-1984), una de las grandes figuras de la Nouvelle Vague, profunda revolución cinematográfica surgida hace 50 años en Francia, se cumple hoy miércoles 21 de octubre.

Truffaut, cineasta que causó sensación en el Festival de Cannes en 1959 con su opera prima, Los 400 golpes, y que ganó el Oscar a la mejor película extranjera con El último metro (1980), forma parte de ese Olimpo de cineastas que es referencia absoluta para cinéfilos y realizadores. En 1957, un año antes de rodar su primer largometraje, Truffaut vaticinó que el futuro cine francés "lo harían los aventureros" y que los jóvenes cineastas contarían "en primera persona" sus respectivos descubrimientos de la vida, la política o el amor, y que eso sería "verdadero y nuevo". Inevitable aventurero, él fue uno de los primeros en cumplir su vaticinio e introdujo abundantes elementos autobiográficos en su obra, desde aquellos contundentes 400 golpes, reflejo de su infancia y adolescencia. Época en la que André Bazin (1918-1958), cofundador de Cahiers du Cinéma, jugo un papel fundamental en la vida del futuro crítico y realizador, hijo de madre soltera y padre desconocido, que de niño, huyendo del inexistente afecto materno, encontró refugio definitivo en el cine y la literatura.

De su pasión por el cine, el fundador del cineclub Le Cercle Cinémanie, en 1948, con apenas 16 años, recordaba que sus primeras doscientas películas las había visto "en situación de clandestinidad". Entraba a las salas de cine sin pagar, aprovechando, sin que se diesen cuenta, las salidas nocturnas de su madre y de su esposo, que pronto descubrió que sólo le había dado su apellido. Cuentan sus biógrafos que fue Bazin, amado maestro a quien consideraba su verdadero padre adoptivo, quien le dio su primer trabajo como crítico y quien le sacó del centro de menores delincuentes donde había sido internado tras robar una máquina de escribir en la oficina de su padre y ser denunciado por él a la policía.

Amante precoz del cine, descubierto a los ocho años, con Paradis Perdu (1940), de Abel Gance, Truffaut odió siempre la imagen de baja resolución del vídeo y fue un gran defensor del celuloide y de la película de 35 milímetros, convencido de que todo lo demás eran cosas espurias. La película de Abel Gance no sólo le descubrió el cine tan tempranamente, sino también originó sus primeras notas y fichas, preludio de su actividad de crítico feroz y de estudioso de admirados clásicos como Renoir, Becker, Welles o Hitchcock. Aunque no fue el único ni el primero en denostar la situación del séptimo arte en Francia tras la Segunda Guerra Mundial, su artículo Une certaine tendance du cinéma français, publicado en el número 31 de Cahiers du Cinéma, en 1954, se considera fundador. Su contundente visión de "cierto cine francés" supuso todo un cerrojazo contra la cinematografía dominante del momento y abrió las puertas a la Nouvelle Vague y a su reivindicado cine de autor, reconocible por su estilo, como un cuadro de Picasso o una página de Kafka.

Entre sus trabajos sobre los maestros del cine que tanto admiró figura un memorable libro de entrevistas con Alfred Hitchcock, quien reunía sus dos polos principales de atracción, el amor y el cine negro. Algunos historiadores consideran al autor de Jules et Jim (1962), Domicilio conyugal (1970) y La piel dura (1976) como "el gran estilista" de la Nouvelle Vague, frente a Jean-Luc Godard, experimental y rompedor enfant terrible; o Alain Resnais, estudioso del montaje y poeta de la imagen. Al igual que Éric Rohmer, Jacques Rivette y Claude Chabrol, Truffaut llegó a la creación desde la pasión y la crítica. Como corresponde a un admirador del gran cine estadounidense, fue director de finura, delicadeza y elegancia, y es también considerado como un verdadero romántico, por especialistas como el historiador y catedrático de Artes Visuales Román Gubern. En su opinión, de todos los directores franceses modernos era él quien tenía "una mirada más tierna sobre el ser humano, más cálida".

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