Cultura

Martirio vuelve para abrazar a su Huelva

La noche del pasado viernes 8 de noviembre no era otro momento cualquiera, por lo menos para los que aman la música ni a Huelva. Confluían una multitud de emociones en torno a un mismo lugar y a la capacidad artística de una hija de nuestra tierra. Maribel Quiñones hizo que el coliseo de la calle Vázquez López, su Gran Teatro, estuviese hasta la bandera para el que fue el inicio de su nueva gira de presentación de Un mundo raro, un trabajo exquisito junto a su hijo y enorme músico, Raúl Rodríguez.

Editado por el sello multinacional Universal, ha sido un proyecto en el que han puesto todo y más, y que en el material sonoro físico se puede apreciar, paladear y disfrutar, pero que en el directo atraviesa las almas como un suspiro. Se puede palpar la sensibilidad y el gusto de ambos músicos, algo que han conseguido exclusivamente con la voz y la guitarra. Hay quien piense que en estos tiempos en los que las canciones se disfrazan de capas y capas de acompañamientos en forma de colchón, la soledad de un único instrumento y la melodía pueden quedarse en poco. Pues la realidad es todo lo contrario cuando Maribel abre sus labios para demostrar la capacidad orquestal que hay en su voz, añadiéndose a ella la coqueta y fina compañía de la guitarra de mi querido amigo Raúl, onubense también de pro.

La primera parte de la audición fue un disfrute de principio a fin, presentando las diez preciosas piezas elegidas para este más que merecido homenaje. De esta forma, comenzó con una de las predilecciones de público con mayor sensibilidad. Luz de luna resonó en las paredes del viejo teatro como un verdadero canto al amor, vestida con un precioso vestido que imitaba a los ponchos de Chavela, en un rojo carmesí. Al presentar De un mundo raro, comparó a la artista costarricense con nuestro Paco Toronjo, diciendo que en la distancia eran de la misma vida.

De esta manera fuimos recreándonos en sus matices, en su capacidad de amar cantando, de hacer de temas como El Andariego, Sombras, La noche de mi amor o Las simples cosas con una grandeza como solo ella nos sabe enseñar. Porque Martirio no canta, sino que musica con su voz la misma vida. Su capacidad de expresarse para hacernos viajar y sentir a la misma vez en el tiempo, es tremendamente impresionante. Y aunque nos confesaban el miedo de empezar sus conciertos en su tierra, la motivación de volver después de muchos años al lugar que les vio nacer y crecer como personas y artistas, manifestaban que "uno vuelve siempre a los viejos sitios, donde amo la vida".

Para la segunda parte del concierto, nos dejo un ramilletes de la esencia de Martirio. Copla en estado totalmente contemporáneo, sin artificios, sin tonterías ni aditivos absurdos. En esta época en la que la copla de mercadillo se ha puesto de moda, ella sigue reivindicando la particularidad de este género, pero visto desde la evolución, pero si perder su base. Así pudimos escucharla interpretar Volver, María la portuguesa -que dedicó a su pequeña nieta, Lúa-, La bien pagá y otras. Pero la que revolucionó al patio de butacas fue sin duda alguna Ojos verdes, ya que el final de la copla hizo un desplante quitándose las gafas oscuras que son parte de su personalidad, dejando a la vista sus preciosos y hermosos ojos verdes, terminando entre vítores y aplausos a su manera de desnudarse.

Para concluir las casi dos horas que estuvieron saboreando las hermosas tablas del Gran Teatro, a Maribel le apetecía muchísimo hacer una canción que compuso en Madrid a finales de los ochenta, y en la que relata sus ganas y anhelos por volver a Mi Huelva, con la naturaleza y característica del sonido de esos años que mostró en sus Cristalitos machacaos, recordándonos su relación junto a Kiko Veneno, Raimundo Amador y otros compañeros.

El acabose llegó con su particular visión de los fandangos de Huelva. Hizo una perfecta fusión entre el blues llegado del otro lado del Delta del Mississippi, y los cantes nacidos entre el Tinto y el Odiel, un atrevimiento que solo a ella se le permite. Fue simplemente espectacular, con la capacidad de hacer vibrar al más de los susceptibles y originando que el extenso público que se dio cita allí reventara a aplaudir, puestos en pie para agradecer tanto talento y entendimiento.

Estamos en deuda con una personalidades más grandes a nivel internacional que jamás se ha tenido. Y aunque ella se desvivía por volver al Teatro donde aprendió a sentir, aprendió a escuchar y aprendió a expresar, la ciudad casi en su totalidad le demostró el tanto cariño y admiración que Martirio sigue despertando como artista y como músico en su Huelva, en su tierra, en su vida.

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