Cultura

Leyenda y actualidad

Es curioso que dos grandes obras de la literatura persa: el Shahnameh, texto monumental del prestigioso poeta Ferdowsi, como se conoce a Hakîm Abul-Qâsim Firdawsî Tûsi (935-1020), autor de Shâhmâma o Libro de los Reyes, epopeya nacional de Persia, hoy Irán, y Las mil y una noches, del siglo IX, cuya infinidad de cuentos sugieren innumerables historias para cualquier imaginación cinematográfica, además de otros relatos y leyendas de este antiguo país, Medio Oriente y la India, que inspiraron a Jordan Mechner este videojuego original creado en 1989, un ámbito alternativo en sus invenciones en este formato, le sirvieran al productor Jerry Bruckheimer, principal artífice de esta adaptación, a los guionistas, Doug Miro, Carlo Bernard y Boaz Yakim, y finalmente al director Mike Newell, para hacer del fantástico Príncipe de Persia: Las arenas del tiempo, una muy ambigua y malintencionada alusión a aquellas fábricas de armas ocultas que determinaron la guerra de Iraq, vecino país al que aquí sirve de imaginativo escenario de unas aventuras legendarias.

La invasión de la ciudad santa de Alamut y su inexpugnable fortaleza, que supone el arranque de la película y que se debe a la sospecha alentada por ciertos espías del rey de Persia Sharaman de que en la ciudadela enemiga hay fraguas donde se fabrican armas muy poderosas, junto a otros pasajes del relato donde se mencionan los desalmados abusos fiscales, con impuestos abusivos y la participación en la economía de elementos corruptos, en el marco de las fechorías de un asaltante de caminos, el pícaro Sheik Amar, y malvados como los depravados Hassansins, dispuestos a las peores vilezas para defender mezquinos intereses políticos, son elementos que acercan la trama fantástica de la película a ciertos lugares comunes propios de nuestro tiempo. Si bien es verdad que en cualquier época se cocieron habas sobre los más despreciables comportamientos humanos, hay aquí argumentos e insinuaciones que a modo de guiños malévolos se refieren a sucesos muy conocidos que en estos últimos años han animado con propósitos de distinto signo el polémico palenque político. Lo acabamos de ver en Robin Hood (2010).

Pero todo propicia con espectacularidad y a veces con eficacia cinematográfica esa intención del poderoso Jerry Bruckheimer para "llevar al público a mundos nuevos sin explorar". No es nueva la fantasía oriental y sus leyendas en el cine que de antiguo inspiraron a guionistas y realizadores. Recordemos entre tantos uno de los episodios de Intolerancia (1916), de D.W. Griffith o El hijo del Caid (1926), de George Fitzmaurice, la última interpretación del mítico Rodolfo Valentino. Pero el auténtico creador de este espectacular blockbuster de acción desmesurada y trepidante, de escenarios fastuosos y sorprendentes, Bruckheimer, el productor de éxitos taquilleros como Armageddon (1998) y Piratas del Caribe (2002), ha encontrado en este videojuego, con los cambios más oportunos, como indicaba en mi crítica del pasado jueves, los instrumentos necesarios para hacer de la película un derroche de imaginación, unos escenarios fabulosos y una acción de desbordante dinamismo, que son atractivos muy poderosos para el público generalizado que busca en la pantalla fáciles emociones y evasiones apasionantes.

Partiendo de esos orígenes legendarios a modo de mito viviente El príncipe de Persia: Las arenas del tiempo, nos devuelve al ámbito de la leyenda y de la historia, de películas como 300 (2007), de Zack Snyder; la más cercana Ágora (2009), de Alejandro Amenábar, o Furia de Titanes (2010), de Louis Leterrier, para retrotraernos al colosalismo cinematográfico o a la reconstrucción espectacular de viejas civilizaciones, que lucen con singular eficacia las más avanzadas tecnologías del momento. Así las cosas esta película hiperboliza toda esa época heroica de los viejos clásicos de manera que el espectador no tenga tregua para apartar ni un solo momento su atención de la pantalla, por el vigor de sus imágenes, por la potencia visual de esa acción exacerbada, que incluso a veces dificulta la visión clara de las escenas de luchas y violencia, y que hipertrofia hasta la extenuación los continuos episodios donde la daga mágica que es el más excitante atractivo de la trama nos permite un increíble regreso en el tiempo. Por lo que nada nos puede extrañar una continuación o una renovada aventura del mismo estilo. Con guiños de actualidad incluidos.

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