Juan Mayorga | Director y dramaturgo

“El teatro debe aspirar a que el espectador deje algo de sí mismo en cada función”

  • El madrileño, que este domingo ingresa en la RAE, firma ‘El mago’, la obra que protagonizan María Galiana y José Luis García-Perez y que se representa este fin de semana en el Teatro Cervantes

Juan Mayorga (Madrid, 1965), en una imagen reciente.

Juan Mayorga (Madrid, 1965), en una imagen reciente. / Sergio Parra / Teatro de la Abadía

Autor de obras fundamentales en el último medio siglo como Himmelweg, Hamelin, Últimas palabras de Copito de Nieve, El chico de la última fila, La paz perpetua, La tortuga de Darwin, La lengua en pedazos, Reikiavik y El cartógrafo, el dramaturgo Juan Mayorga (Madrid, 1965) ingresará este domingo en la Real Academia Española, donde ocupará el sillón M. Este feliz acontecimiento le impedirá, sin embargo, cumplir su deseo de asistir a las representaciones de su última obra, El mago (la quinta además como director), que acoge el Teatro Cervantes este sábado (a las 20:00) y el domingo (a las 19:00) con un reparto formado por María Galiana, José Luis García-Pérez, Clara Sanchis, Tomás Pozzi, Ivana Heredia y Julia Piera.

-¿Lucir el título de académico de la RAE requiere alguna dosis de, cuanto menos, resignación?

-Por ahora tengo mucha ilusión. Es un gran honor y una oportunidad para aprender mucho. Entiendo que la Academia espera la aportación que yo pueda hacer desde el teatro, y desde luego haré todo lo que esté en mi mano.

-Precisamente, ¿cómo afronta un académico de la RAE la marginalidad de la escritura dramática en la cultura contemporánea como manifestación literaria, frente al apogeo de otros géneros?

-En mi discurso de ingreso defenderé una idea para mí fundamental: el teatro no puede reducirse a su literatura, en la medida en que de hecho ofrece algo que es irreductible a una base literaria. Dicho esto, hay que advertir siempre que la teatral es una literatura plena, completa y suficiente. No es una expresión insignificante, secundaria ni menos literaria que la novela o la poesía. Pero cabe recordar que buena parte de la literatura española escrita a lo largo de la Historia es literatura dramática; y que basta citar a Calderón y a Lope para dar cuenta de la enorme importancia del teatro en la literatura española. Yo disfruto mucho con el público que va a ver mis obras, pero también con los lectores que las han leído, aunque no las hayan visto representadas. Te confesaré, sin embargo, que cada vez me resulta más difícil encontrar una definición adecuada a la literatura dramática.Sí tengo claro, al menos, que el texto teatral es el que despierta el deseo del teatro. Yo escribo teatro deseando que lo que escribo sirva para convocar a la gente a una reunión. Primero, a los actores; después, a la ciudad entera. Y lo hago con la convicción de que puedo asaltar la lengua como un poeta pero, además, llevar la palabra a lugares imprevistos. Aunque tal vez lo mejor de hacer teatro sea la posibilidad de escuchar y medir el silencio. Ahí sí que no puede llegar el papel.

-Sin embargo, desde Harold Bloom buena parte de la crítica sigue perdonándole la vida a Shakespeare por haber escrito teatro o presentándolo incluso como un dramaturgo a su pesar.

-Así es, cuando Shakespeare respira teatro por todas partes. Cada vez que sale alguien con ese juego de que si Shakespeare viviera hoy escribiría guiones de cine o series de televisión, yo siempre responde que no, que si Shakespeare viviera hoy escribiría teatro. La conexión que es capaz de establecer con el espectador es brutal. La escena del acantilado del Rey Lear contradice cualquier intento de sacar a Shakespeare del teatro como arte de representación.

-Por cierto, ¿aceptaría una conexión entre Rey Lear y El mago?

-¿Qué conexión?

-En Rey Lear hay un personaje que deja de serlo y se convierte en otra cosa. Un rey que queda reducido a bufón moribundo, sin herederos ni reino. En El mago, la protagonista que asiste a un número de magia vuelve a casa convertida en otra persona. Entiendo que en los dos casos hay, cuanto menos, mucho de metateatro.

-Es curioso lo que cuentas porque un crítico argentino llegó a una conclusión parecida a través de una comparación de El mago con otra obra de Shakespeare, La tempestad, que está protagonizada de hecho por un mago. Justamente, uno de los motivos por los que Shakespeare es un hombre de teatro antes que cualquier otra cosa es porque invita a reflexionar sobre la misma naturaleza del teatro: lo hace en Rey Lear, La tempestad y, claro, Hamlet. Y yo también invito al espectador a que se pregunte sobre el teatro en El mago. Mi obra parte de un número de magia, que es algo que tiene mucha relación con el teatro, aunque hay una diferencia decisiva: la magia nos mueve a aceptar lo aparente como si fuese real, mientras que el teatro sirve para arrojar luz y clarificar. Es verdad que, como dices, Nadia, la protagonista, vuelve a casa tras un espectáculo de magia y dice que la misma Nadia se ha quedado en el escenario, que la que ha vuelto es otra. Y, bueno, creo que más o menos así debería ser el teatro, ¿sabes?: debería lograr que el espectador no volviera a casa, al menos en parte. O que, si vuelve, nadie lo reconozca. Deberíamos aspirar a transformar al espectador hasta ese punto, a que algo de él se quede para siempre en el teatro cuando va a ver una función.

"Escribo deseando que mi obra sirva para convocar a una reunión; primero a los actores, luego a la ciudad entera”

-¿Y cómo casamos eso con la idea de producción cultural?

-Es que ya Aristóteles llamaba la atención sobre el hecho de que producir teatro no es como producir una silla o un botijo: se trata de producir una representación de la vida misma, y esto es extraordinariamente raro. Yo me incliné a escribir teatro por la definición que daba Aristóteles del mismo: la representación de las acciones humanas a través de las acciones de los actores. Nada más, y nada menos. Un novelista puede deleitarse y deleitar con la descripción de un paisaje, pero lo que el teatro nos da a examinar es la propia vida.

-¿En qué medida es El mago una comedia o, cuanto menos, un objeto lúdico?

-Tiene un poco que ver con lo que hablamos: mi intención es que el espectador se pregunte todo el rato qué está viendo, una comedia una tragedia. Puede tratarse, ciertamente, de una comedia; pero a lo mejor hay una tragedia debajo. Lo que le sucede a Nadia, ese dejar parte de sí misma en un escenario, puede parecer una broma, y tal vez lo es; pero, al mismo tiempo, anuncia una crisis profunda, tanto personal como colectiva. Esto guarda relación también con el hecho de que el texto y la puesta en escena son máquinas creadoras de relatos independientes y a la vez compatibles. Una crea los relatos en una dirección, la otra los crea en otro sentido, y al final es el espectador quien decide.

-Samuel Beckett afirmó que la dirección escénica le permitía escribir sin palabras. ¿Comparte usted este criterio?

-Yo decidí dar el salto a la dirección, ante todo, porque me encanta trabajar con actores. Y, como la escritura, la dirección escénica no tendría gracia si fuera fácil. También entiendo la dirección como una escritura en el tiempo y en el espacio. Y es una forma de escritura que, como te decía, me permite escribir el silencio. Ahora bien, la escritura del texto se da siempre en soledad, mientras que la escritura de la puesta en escena es siempre compartida. Y el dramaturgo puede escribir en su casa lo que le plazca, mientras que el director de escena trabaja con límites muy claros. Lo interesante es encontrar en esos límites una oportunidad poética.

-¿En qué queda todo eso a la hora de dirigir a María Galiana?

-María es una actriz tremenda, extraordinaria. Ahora sé que salir de gira con ella es más divertido que hacerlo con The Rolling Stones. Y es además una actriz radicalmente moderna. Me siento muy afortunado por contar con un reparto como el de El mago. Siempre estamos reescribiendo, añadiendo y quitando cosas, incluso ahora, en plena gira: y cada vez cuento con la complicidad de todos.

-Como académico, ¿tiene alguna palabra predilecta?

-Me interesa mucho el silencio. También la propia palabra: silencio. Pero creo que todos nos emocionamos ante la palabra madre. Así que me quedo con ésta.

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