Cultura

José Tomás, rebelión contra el sistema

  • Quedó sentenciado cuando en 1998 dio un portazo a las dos grandes casas del empresariado: Lozano y Chopera, que le ofrecieron una exclusiva, al alimón, mareante

La última actuación triunfal de José Tomás (Galapagar, 1975), como único espada en Barcelona, donde ha concitado la expectación de los medios de comunicación más relevantes del mundo y ha continuado enriqueciendo a la reventa, sigue asombrando. Incluso alcanzar el No hay billetes en la monumental catalana (19500 localidades), donde anteriormente tres figuras del toreo no llegaron a llenar ni media plaza, levanta ampollas, cuando no envidias entre sus detractores, que increíblemente son muchos dentro del planeta de los toros.

José Tomás, al que algunos han catalogado equivocadamente de kamikaze porque en sus actuaciones sale a darlo todo y rebasa los límites de la lógica conservadora, ha demostrado unas cualidades extraordinarias, fuera de toda duda. También otros de sus compañeros presentan condiciones e historial impresionantes, pero no están bendecidos por esa apabullante y envidiable expectación ¿Cual es el secreto de José Tomás para arrasar en taquilla y haber traspasado la barrera estricta de lo taurino?... Torea lo justo, evita la televisión para no quemar la imagen y, paradójicamente, huye de airear su vida, lo que ha engrandecido su halo de misterio y le ha convertido en un torero al que sus partidarios veneran como si fuera un dios. En el caso de televisión ha luchado por negociar individualmente sus derechos -algo que ya quiso implantar José Miguel Arroyo Joselito-, lo que no ha gustado a muchos sectores y es una de sus deciones más controvertidas. Pero lo más curioso y grandioso es que ese trato de artista excepcional lo ha conseguido en una sociedad en la que los toros compiten con decenas y decenas de espectáculos, mejor situados y tratados por los medios de comunicación. El germen de esta historia -apenas explicada ni en los medios especializados, posiblemente por intereses inconfesables de algunos- cobra fuerza a partir de su rebelión contra el sistema. Sucedió en 1998 cuando les dio un portazo a las dos grandes casas del empresariado en ese momento: Lozano y Chopera. Una exclusiva, al alimón, que mareaba por sus cifras, le hubiera supuesto un seguro de vida incalculable, y a la que respondió con que nadie le manejaba su carrera. A partir de ese momento quedó sentenciado por el sistema y desde entonces sufrió una persecución por parte de algunos críticos de medios especializados de mucho peso.

Sin remontarnos tan lejos, a José Tomás se le ha reprochado que esta temporada no haya toreado en Madrid y en Sevilla. El año anterior lo hizo en Las Ventas. Cortó cuatro orejas en una tarde histórica y casi se inmola en otra ante un lote con toros muy peligrosos. Posiblemente, en esta plaza, ha tocado techo en su cotización y será difícil que supere los 420.000 euros que cobró por actuación. Sin embargo, en Sevilla la negociación no llegó al tema económico, según su apoderado, Salvador Boix, y la empresa Pagés, gestora de la Maestranza. Aquí dejaron fuera tanto a Miguel Ángel Perera como al torero de Galapagar porque la empresa ya se había postulado, precipitadamente, presentando en diciembre un mano a mano entre Morante y El Cid, con toros de Victorino Martín, brindando el cartel del Domingo de Resurrección y que cada uno de estos diestros torearía cinco tardes en la temporada sevillana. Es lógico que Perera -triunfador de 2008- y Tomás, el más taquillero, no pusieran fácil la negociación. Perera no tragó con ser segundo plato y no contaran el Domingo de Resurrección con él, según declaró. Y Tomás se empeñó en una ganadería, la de Núñez del Cuvillo, que la empresa no quiso contratar y con la que mantiene un pulso por el precio de sus toros. El de Galapagar exigió una ganadería como hacen el resto de figuras, que acuden con sus domecq debajo del brazo, sin que les veamos enfrentarse a victorinos, miuras, palhas, cebadas... y no digamos a cualquiera de las ganaderías de encaste Santa Coloma. Es uno de los males que padece actualmente la Fiesta, lamentablemente para el aficionado. El ejemplo más próximo lo ofrecieron en el mano a mano ya aludido con toros de Victorino, que se anunció como un acontecimiento histórico y que algunos presentíamos que escondía algo. El evento se celebró con la corrida más impresentable de Victorino en un coso de relevancia, un encierro que no tenía nada que envidiar a otras gatadas de otros hierros.

Si se le puede achacar algo a José Tomás es su falta de compromiso por entrar en el circuito principal con sus rivales más directos. Tras su reaparición, su primera temporada fue para probarse; en la segunda triunfó y fue herido en Madrid; y en la presente campaña se esperaba que acudiera a todos los cosos de máxima categoría, con la excepción de hechos puntuales por falta de acuerdo. Porque, como le ha sucedido a otros mitos del toreo, que no precisaron tirar del carro, José Tomás no necesita sumar un alto número de corridas para demostrar sus extraordinarias cualidades y su máxima entrega. Es, sin duda, un torero que necesitaba la Fiesta en un momento en la que es perseguida y estigmatizada desde fuera y hasta desde las mismas entrañas de un sistema al que se rebeló. Un espectáculo que siempre alcanza la primera plana, hasta en los medios más ajenos a nuestra cultura, cada vez que José Tomás se viste de luces.

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