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Inspiración para el baile

Al hablar de Paco de Lucía se suele hablar de guitarristas, obviamente, y también de su afición al cante, de Camarón, de los grandes músicos americanos con los que intercambiaba sus ritmos flamencos… Pero entre sus huérfanos, casi todo el planeta me atrevería a decir, no puede olvidarse a los bailaores y bailaoras, a los bailarines y bailarinas de todo el mundo.

En primer lugar, porque se pone fin a la nómina de sus composiciones, esos temas flamenquísimos que han sido mil veces puestos en movimiento por centenares de intérpretes, no sólo del flamenco sino de la danza contemporánea, en miles de academias y de escenarios. Recordemos que con él llegó el cajón al flamenco y se popularizó el uso de los coros, cosas que parecen imprescindibles hoy en la mayoría de las actuaciones de baile.

Además, frente a otros grandes guitarristas, que lo incluyen en sus espectáculos sólo por presiones externas, a Paco de Lucía le encantaba el baile y, a pesar de su grandeza, disfrutaba acompañándolo y potenciándolo, como disfrutó y potenció el cante de Camarón. No es extraño ver grabaciones de fiestas o celebraciones en las que el genio de Algeciras coge la guitarra para acompañar a una jovencita o a un anciano aficionado que se arranca por bulerías.

Y en cuanto al escenario, el baile siempre ha estado presente, con lo que ello ha supuesto para su universalización. Desde 1976, antes aún de crear su primer célebre sexteto, lo vemos acompañando a ese otro genio del compás que se llamó Manolito Soler, uno de los más brillantes bailaores de esos años, al que un infarto le cambió las botas de baile por un cajón, con el que seguiría siendo igual de genial hasta su prematura muerte en 2003. ¡Quién les iba a decir a ellos, cuando compartían aquellas increíbles alegrías de Cádiz, que el corazón acabaría por unirlos en la muerte!

Luego hubo otros. Hasta el mismo Farruco (nieto del gran Farruco), que lo acompañó en sus giras de 2010 a 2012, aportando al grupo esa juventud y esa energía que tanto gustaban al guitarrista, tímido por naturaleza. Pero entre ellos, hay uno al menos que se siente hoy tan huérfano y tan desolado que no ha tenido ánimos ni para hacer una declaración: el jerezano Joaquín Grilo. Muchas veces le hemos oído contar cómo sintió que tocaba el cielo cuando el de Lucía lo escogió tras hacerle una prueba en 1994 y cuántas experiencias acumuló durante los siete años en los que formó parte de su grupo. Para Grilo se ha ido un Maestro, pero, sobre todo, un segundo padre del que sólo él sabe lo mucho que aprendió.

Finalmente, no podemos dejar de citar su trabajo con Antonio Gades en la película Carmen. Actor y autor de su banda sonora, queda para la historia la colaboración entre esa pareja de artistas de talla descomunal. A Gades, como a Manuel Soler, a Mario Maya, a Moraíto a Morente y a tantos otros, la muerte se lo llevó en plena madurez creativa. Es muy triste tener que unir el nombre de Paco a esa lista, pero todos ellos siguen y seguirán viviendo a través del recuerdo de los que los conocimos y, sobre todo, a través de su arte inmortal.

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