Cultura

Fiesta multicultural de la primavera

  • La Martisor se celebra en la explotación agrícola del empresario lepero José Antonio Martín

La explotación agrícola que gestiona el empresario lepero José Antonio Martín (Agromartín) sigue haciendo de la integración y la cohesión entre sus trabajadores, provengan del país que provengan y sean del municipio que sean, su principal bandera como elemento motivador de su extensa plantilla, que en plena campaña agrícola puede superar el millar de personas.

Sus instalaciones acogieron una nueva festividad típica de algunas de las nacionalidades de procedencia de parte de sus trabajadores. Se trata del Martisor (o Martisorul en rumano -diminutivo de Martie o marzo-, con la que en países como Bulgaria, Rumanía y Moldavia se da la bienvenida a la primavera y con la que por tanto se celebra la derrota del invierno por la estación de la frescura y la alegría.

Y la recrearon por todo lo alto y dando participación en la misma a todos los trabajadores de la finca, indistintamente de que su procedencia fuese marroquí, sudamericana, subsahariana, lepera, cartayera, ayamontina o isleña, ya que todas las mujeres, como sucede tradicionalmente en esta antigua tradición, recibieron pequeños regalos en forma de objetos decorativos -martisoare- atados con un hilo blanco y rojo, como símbolos o amuletos que traen fortuna y bienestar, y que portan en la solapa o la muñeca hasta dos semanas después.

Según precisó una de las organizadoras del evento, Ana Bordeianu, quien quiso dejar claro el protagonismo de la mujer en esta celebración, el rojo es considerado color del amor y de la fuerza, y el blanco de la pureza.

Tampoco faltaron en la finca lepera las flores típicas de la primavera temprana que habitualmente se asocia al Martisor, sobre todo el galanto o campanilla de invierno, con las que fueron decoradas las instalaciones, ni la gastronomía típica de cada una de las culturas representadas en la explotación agrícola de José Antonio Martín. Así, se fundieron en los paladares de los numerosos asistentes, los dulces típicos marroquíes con los de Rumanía o Bulgaria, y otros platos tradicionales de numerosas culturas, entre los que por supuesto no faltaron los españoles.

Según el empresario, el principal objetivo de estas celebraciones en su finca, ya que también se celebran durante el año la fiesta árabe del cordero y otras típicamente españolas, no es otro que "hacer que los trabajadores sean más felices". En esta sentido aprovechó la ocasión para hacer entrega de unos "premios muy especiales que la propia plantilla vota cada año" como son miss y míster sonrisa, y miss y míster simpatía, que han recaído en la búlgara Bodurova Vaskova Nadka (miss sonrisa); la rumana Stefanía-Catalina Pirpala (primera dama miss sonrisa), la marroquí Hannane Edadkri (segunda dama miss sonrisa), el rumano Vasile-Alin Frimu (míster sonrisa), la isleña Luna Hernández (miss simpatía), la villablanquera María Pilar Andrés (primera dama miss simpatía), la lepera Manuela Ortiz (segunda dama miss simpatía), y el lepero Francisco José Palomino (míster simpatía).

La fiesta contó con la presencia del cónsul general de Rumanía en Sevilla, Manuel Plesa, que quiso celebrar el tradicional Martisor junto a sus compatriotas y fue recibido a la forma tradicional de su país, con ofrecimiento de pan con sal por parte de una joven ataviada con el traje típico rumano. También asistieron representantes municipales de cada una de las localidades de la Costa Occidental onubense de las que proceden parte del personal de la amplia plantilla del modélico empresario lepero, que cuenta en su haber con numerosos galardones y reconocimientos a nivel provincial y andaluz por su responsabilidad social corporativa en materia laboral.

La fiesta del Martisor tiene una historia milenaria y las primeras pruebas arqueológicas datan del período de los getas. Los orígenes de la costumbre se pueden encontrar también en las fiestas romanas en honor a Marte, dios de la fertilidad y la vegetación, o en las fiestas en honor a su equivalente tracio Marsyas Silen. Las mujeres dacias se adornaban con monedas o piedrecitas preciosas asociadas con hilos de lana rojos y blancos para tener buena suerte y un año productivo.

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