Andrés Neuman. Escritor

"Cumplir años, además de achaques, te trae preguntas para los demás y a ti mismo"

  • El escritor granadino publica una revisión de 'Una vez Argentina', una obra nueva en la que se incluyen modificaciones de datos, estilo y la perspectiva de un autor más maduro

Alfaguara ha decidido realizar en poco más de un año la reedición de las tres primeras novelas de Andrés Neuman y ha comenzado por Una vez Argentina. La obra narra la historia del siglo XX en Argentina a través de pequeñas historias de sus ancestros o, dicho de otra manera, la historia de su familia contada a través de acontecimientos diversos de la historia de Argentina en el XX.

-¿Cuáles son las novedades de esta edición?

-Son muchas porque para bien o para mal -o mejor dicho para bien y para mal- cumplir años implica releer la propia infancia y la propia familia. Tratándose de una novela que cuenta la historia de mi familia, tan personal y genealógica, era inevitable, y me gustaría pensar que saludable, que casi 12 años después hubiese respuestas a muchas preguntas que no había hecho y que sí me surgieron ahora.

-¿Qué tipo de preguntas?

-Preguntas a los demás y también a mi mismo. También te vuelves más cabrón preguntando, por eso hay una revisita a toda aquella época desde una perspectiva más desconfiada, aunque con el mismo amor. Eso hizo que averiguara ciertas historias familiares que antes no sabía y que cuestionara ciertas versiones de la memoria heredada. Cumplir años, además de achaques, te trae preguntas.

-Eso habrá supuesto una importante tarea de modificación respecto de aquella 'Una vez Argentina' de 2004.

-Muchas historias están revisadas en multitud de datos. En total la novela ha crecido y, además, la sometí a una revisión muy exhaustiva y angustiante para mi. Al haber pasado tanto tiempo uno va cambiando de oído, por así dedirlo, por lo que hay multitud de detalles estilísticos que también cambian, una especie de remasterización. Y, a la hora de documentarme sobre historia de Argentina y los años que coinciden con mi infancia, los 80, dispuse de una herramienta poderosísima que es internet, a través de la que tu puedes ver por televisión tu infancia con el espíritu crítico del presente.

-¿Qué cambios ha impuesto para un escritor la aparición de esa nueva herramienta que es internet?

-En la escritura memorialística, lo que podía ser simplemente nostalgia, un tono estilo Cuéntame, de pronto se vuelve un ejercicio mucho más ambiguo y peligroso. Es un intenso encuentro entre presente y pasado.

-El diálogo con el propio pasado, entonces, ya no puede ser el mismo que en 2004.

-El ojo del presente se fortalece y da lugar al conflicto -y con suerte al abrazo- entre la persona que eres y la persona que fuiste. Pero yo eso lo encuentro muy literario.

-Entonces este libro ya es otro...

-Es un libro diferente pero con el mismo punto de partida, porque si sumas todo eso, la evolución, la maduración del estilo y las herramientas digitales que hay para bucear, el libro es una especie de versión 2.0.

-Si Alfaguara no le hubiera pedido esta revisión, ¿cree que la habría realizado?

-Hacía mucho tiempo que yo esperaba el momento propicio para volver a ella porque se publicó hace 11 años, pero la empecé a escribir mucho antes. Durante todos estos años yo no he dejado de tomar notas de la familia, de informaciones que me llegaron después de publicarla, pequeñas anécdotas muy divertidas. También hay otras muy terribles, noticias del país e incluso de la evolución de la propia memoria histórica de Argentina como Estado. Yo ya estaba esperando la ocasión para poner todo eso en orden, y el momento perfecto ha llegado ahora. Fíjate que eso ha traído otras nuevas anécdotas curiosas, porque la nueva cubierta de esta segunda versión la hizo un pariente lejano mío que es un personaje de la novela, lo que no ocurre todos los días.

-¿Cómo se puede modificar tanto una obra que es una autobiografía?

-El planteamiento del libro admite cualquier cambio o ampliación del punto de vista. Si lo miras sin atención parecen unas memorias, pero pronto te das cuenta que no es así si te paras en un pequeño gran detalle: que la mayor parte de lo que sucede es previo a mi nacimiento. Ahí te das cuenta de que en realidad son unas memorias fantásticas o una especie de novela familiar imagina. Por eso la obra empieza en 1900 y termina justo cuando la familia emprende el viaje a Granada. Para advertir de este juego al lector, en la segunda página de la novela se narra mi nacimiento en primera persona, como si lo recordase perfectamente. Es una forma de decir que todo esto me sucedió y no me sucedió, que son memorias heredadas. Ese es el mensaje del libro: que toda memoria es un trabajo en primera persona pero cada cosa que recordamos en primera persona tiene detrás un nosotros.

-¿Esta revisión se va a hacer sólo con este libro, o también con los otros dos: 'Bariloche' y 'La vida en las ventanas'?

-Aunque nunca pongas la mano en el fuego por un escritor cuando dice que no va revisar su material, con los otros dos planeo una revisión más de estilo, una especie de ajustecillo. Ahora mismo estoy trabajando con Bariloche, que es la primera novela, y sólo tiene ajustes de estilo. Con esta sólo lo hice porque es un contenido especialmente íntimo y emocionante para mi. Los libros que son una ficción más o menos cerrada, con su lógica interna, deberían seguir funcionando con el paso del libro. Una vez Argentina es memoria ficcionalizada, al ser algo tan relacionado con la familia es un material sobre el que uno no deja nunca de pensar. Puedo opinar más o menos lo mismo sobre los personajes de otras novelas pero he pensado mucho en el niño que fui. Yo creo que al final escribí como 50 o 60 páginas nuevas y eliminé 20 o 30.

-¿Y cuál de las dos versiones le ha gustado más a su familia?

-Mi padre, con el que aquí en Granada hicimos una presentación muy especial, ha llorado en todas y cada una de las versiones porque toca temas muy dolorosos. Por el camino han pasado cosas como que en la primera versión mi madre vivía y en la segunda ya no está con nosotros, así que imagina lo que fue volver a trabajar con el personaje de ella y su voz sabiendo que no estaba. En la primera versión había una especie de ejercicio temporal de prospección de hablar con el fantasma de mi madre y ahora ese fantasma es lo que tenemos de ella. También he contado algunas cosas un poco más incómodas, porque de joven reproduces las versiones familiares. Con la edad comprendes más a los padres, los quieres más, pero crees menos sus versiones. Eso ocurre con el estado. Podemos establecer un paralelismo entre como reproducimos las historias familiares y como los ciudadanos cuentan la historia de su país según el Estado se las va diciendo. En esta supongo que hubo un par de cosas que imagino que mi padre hubiera preferido que no contara, no escabrosas, sino ideológicamente incómodas.

-¿Cuál ha sido el objetivo de reescribir esta novela, establecer ese paralelismo entre la forma de creer las historias familiares y las estatales?

-El proyecto de la novela es tratar de reescribir esos silencios que se parecen mucho a los tabús, con respeto pero sin miedo. Y también algunos recuerdos de la infancia que yo había autocensurado, porque el olvido también es ideológico. Reescribir sin esos tabúes, que habían funcionado hace 12 años, y a los que he tratado de sobreponerme ahora.

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