Cultura

Contrastes, sin duda

La situación por risible no deja de ser modelna para quien ciego, sordo y mudo confunde y no cambia, según los cánones democrático-culturales del eterno espíritu del Mayo del 68 o del regeneracionismo de la movida madrileña. Bueno, sea cual sea, es. Es ridículo. El guirigay no es solo una canción de José María Cano para Sara Montiel. Es tozudez. Ridículo.

El pasado jueves asistí al Hotel París, el palacio de la cultura del pueblo. Acompañaba a mi marido en su coronación académica. La UNED daba la alternativa a sus nuevos egresados. Emoción. Valor. Familia. Qué mérito. Disfruté. Cariño en estado puro. La ciencia, en todas sus disciplinas, musculación del conocimiento, siempre encuentra su recompensa. En el que la adquiere y en el que la sufre para que otro la obtenga. Bondad. Sacrificio. El conocimiento sin amor, imposible.

Allí, en plena sala de exposiciones, ese horror multifunción donde caber no es reunir (y sumar) sino aniquilar (y restar), se instaló el altar del merecido reconocimiento. Muy bien montado, de verdad, pero, una vez más, vivimos la sinrazón, la incongruencia, de que dos espectáculos a la vez no son posibles. ¿No existen en Diputación, en Gran Vía, Fernando el Católico o en la Conchinchina salas para diferenciar eventos y disfrutarlos sin Almax Forte? Les cuento. Con brevedad y serenidad.

Allí, repito, en la sala del horror, la bella función de la UNED rivalizó con una exposición abierta, denominada Contrastes, organizada por esos forjadores de la cultura que son los miembros de la Asociación de Artistas Plásticos Onubenses Enrique Montenegro. Dos por el precio de uno y a la misma hora. Inevitable. Si una exposición está abierta… el público entra. Así fue. No sé si por dar crédito al mensaje institucional que en un año han gozado tropecientos mil visitantes, sin contar, que conste, la entrada y salida diarias del cuerpo funcionarial, en un momento dado de la conferencia de Reposo Romero Arrayás un tropel hizo entrada. Por cierto, la fiscal, extraordinaria, me hizo ver como humanos a los que creía que eran replicantes. Las voces de los visitantes crecían al ritmo de la emoción. Menos mal que sólo vieron un 20% de la exposición, la otra estaba ocupada por las sillas de la UNED, que de lo contrario, la fiscal de la Audiencia de Sevilla los hubiera conminado al destierro o al patíbulo. Y con razón. Mientras tanto, unas caras de la mesa principal se abochornaban por incrédulas, otras sonreían maliciosas y otras intentaban arreglar la situación. España.

Cuando casi todo el mundo se marchó de la entrañable gala de la UNED, le solicité a mi marido que nos quedáramos unos minutos disfrutando de la exposición Contrastes. Contrastes, sin duda, pero satisfactorio. Contrastes, y disculpas si arrastro bilis por el incidente, porque en la sala del desequilibrio del Hotel París aparecieron tres niveles de pintores, escultores y fotógrafos. A saber: consagrados, creídos y creíbles.

Los consagrados son aquellos que curtidos en la batalla y sólidos en el proceder siempre encuentran razones loables para ayudar a esta magnífica asociación a potenciar su espíritu fundacional: expresar. Que recuerde de entre los consagrados… los que son, pero si me aprietan, desde aquí, larga vida a Gil Vázquez. Ejemplo y honestidad.

Los creídos son aquellos artistas, bien pocos, que aun no habiendo alcanzado el estado óptimo de consagrado, y ni mucho menos de plenitud artística, intelectual y social, se creen que son más plenos que los por ellos denominados planos de los consagrados. Como comprenderá el lector, no citaré. Faltaría. Mas usted es libre de pensar.

Los creíbles son aquellos que, pese a sus limitaciones, superables todas, gastan el meritorio impulso de la voluntad para saltar barreras. Este estado, para esta que aún cree en la mejora continua, es mi preferido. Somos tantos y con tantas ganas que una no sólo cree en el Arte, sino en la despótica necesidad de crear y comunicar cada día. Colegirán conmigo, que tampoco debo citar, pues si alguno aludiera pudiera ocurrir dos cuestiones: que se ofenda por el nivel al que le someto o que dicho sus nombres la relación para llegar a saber los que he omitido del nivel de consagrados y creídos sería elocuente.

Antes de finalizar, y perdone mi sarcasmo, mi incredulidad se tinta de contrastes (de nuevo). Relataba párrafos arriba que tres eran los niveles de artistas. Y me pregunto ahora por añadir más contrastes a esta sala que tan visitada es. En la tarjeta de invitación, tan feble que el oftalmólogo ha hecho su agosto, aparecen cuatro niveles de patrocinadores o mecenas. ¿Por qué cuatro? A contar, de izquierda a derecha, con perdón: Diputación, Junta de Andalucía, Escuela León Ortega y AAPOEM. La primera, lógico, organiza y pone el edificio; la segunda… si no pone el edificio, que es lo que suele hacer, ¿qué pinta?, pues no creo que haya pagado el inexistente catálogo ni el transporte de las obras, ni… "ná"; la tercera y la cuarta, Escuela y Asociación, también lógico, sin Antonio García y sus colaboradores, estas actividades llenas de vida y contrastes serían imposible. Me gustaría una respuesta sin contrastes… salvo que sea una propuesta de sinergia cultural. ¿Y electoral?

Una vez más, felicidades a AAPOEM. Una vez más, a quien pueda interesar, mediten sobre esta sala. Cuando un espacio no reúne condiciones sopese y no espese. Donde se cena no se duerme. Donde se trabaja no se juega al fútbol. En una vuelta de tornillo más: si es sala, sala; si es auditorio, lo mismo; si es taller de formación, eso. Capisci?

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