Cultura

Buscando la obra de arte total

  • El esperado libro póstumo de Eugenio Trías propone un canon personal con ocho directores clave de la historia del cine: Lang, Hitchcock, Welles, Bergman, Tarkovski, Kubrick, Coppola y Lynch

Escribíamos recientemente, a propósito del ensayo de Jacques Rancière sobre el cineasta húngaro Béla Tarr publicado por Shangrila, que era raro encontrar entre los filósofos españoles atención especial al hecho cinematográfico, una prueba más del desencuentro histórico entre nuestra tradición intelectual más seria y el Séptimo Arte en sus diversas vertientes. Decíamos también que Eugenio Trías (1942-2013), fallecido prematuramente hace ya casi un año, había sido una de esas raras y gozosas excepciones a la regla, y ya en su referencial ensayo Lo bello y lo siniestro, publicado en 1983, prestaba una cuidadosa atención, junto a Hoffmann, Botticelli y Freud, al cine de Alfred Hitchcock, más concretamente a su filme Vértigo, el mismo al que, años más tarde, dedicaría ya todo un ensayo completo (Vértigo y pasión, Taurus, 1998) que iluminó, desde su sensibilidad romántica y su erudición humanística, casi todos los rincones de un filme tal vez inagotable, situado hoy en el primer puesto del ranking del nuevo canon de la crítica mundial tras la última encuesta elaborada por la revista británica Sight & Sound.

Tras completar sus dos espléndidos ensayos sobre música clásica y contemporánea (El canto de las sirenas, La imaginación sonora), Trías se dispuso, batallando contra la enfermedad y el tiempo, a elaborar también su particular ensayo sobre el cine, una pasión confesa materializada no tanto en una cinefilia intelectualizada, sino más bien a la antigua usanza, la propia de su generación, en la infancia y la primera juventud como territorios de descubrimiento del cine como fenómeno eminentemente popular, desde la mirada de un espectador ingenuo y fascinado, mucho antes del contacto, a través de los grandes autores de la modernidad, de otras potencialidades estéticas o filosóficas en su materia.

No hay lugar a confusión en la lectura de este De cine. Aventuras y extravíos (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Ya desde el prólogo, Trías nos anuncia que estamos ante un canon estrictamente subjetivo, ante la selección de ocho autores con cuyo cine el pensador se identifica plenamente, aquéllos que mejor corresponden a su mundo personal. No están, por tanto, todos los que son (¡Ford!), aunque sí son, faltaría más, todos los que están. Como recordaba Manuel Hidalgo, cineastas como Capra, Renoir, Ozu, Mizoguchi, Buñuel, Mankiewicz, Wilder o Antonioni también estaban entre los preferidos y elegidos por Trías para desarrollar su trabajo, tal vez en un segundo volumen que no le dio tiempo a completar.

Los que aquí quedan en sus respectivos ensayos de voluntad totalizadora, no sin cierta sensación de esbozo incompleto en alguno de ellos, son, qué duda cabe, ocho nombres incontestables de la tradición de la política de los autores, ocho cineastas capaces de construir poderosos mundos de ficción a través de un estilo y unos temas reconocibles a los que la Crítica y la Historia ha prestado sobrada y cuidadosa atención.

El lector se encontrará, por tanto, ante la mirada y la sensibilidad de Trías enfrentadas a Lang, Hitchcock, Welles, Bergman, Tarkovski, Kubrick, Coppola y Lynch, cineastas hasta cierto punto afines entre sí, todos ellos creadores de universos, todos ellos atrapados entre un fuerte racionalismo y una cierta concepción arquitectónica y musical del hecho cinematográfico; todos ellos, en definitiva, demiurgos, renovadores y creadores de formas puras en las que traducir temas, conceptos y asuntos recurrentes.

Para Trías el cine culmina ese proceso de la obra de arte total de la ópera wagneriana, y sobre esos cimientos, también sobre las ideas siempre renovadas de Deleuze en sus dos volúmenes La imagen-movimiento y La imagen-tiempo, se asientan las filmografías escogidas que ayudan a trazar la esencia, el núcleo, la fuente de la creatividad, de cada uno de los cineastas escogidos.

Sostiene así Trías que hay una Idea matriz tras el impulso creador de cada uno de estos cineastas: la tensión entre naturaleza y ciudad en Lang; la querencia por las historias de amor y las grandes mansiones en Hitchcock; la inteligencia y sus fantasmas en las películas de Kubrick; el protagonismo de "hombres huecos" en el cine de Welles; la creación de mundos aparte en Coppola; la evidencia de los sueños en Tarkovski; la inminencia de catástrofes y contratiempos en Bergman; y las ciudades y avenidas de la libido en las tortuosas y laberínticas propuestas de Lynch.

Pertrechado de un personal método transversal en el que conviven en perfecta sintonía las teorías freudianas con la erudición estética marca de casa, capaz de hilar originales ecos entre referencias literarias, artísticas o musicales y las respectivas películas objeto de su análisis, Trías incide tal vez demasiado en acudir a los argumentos como base de sus principales conclusiones, que si bien son siempre certeras e iluminadoras, se quedan tal vez algo alicortas para aquellos lectores ya iniciados en la literatura cinematográfica. El lector general encontrará a cambio una puerta de acceso inmejorable a ocho de los más grandes cineastas de la historia abierta con una de las llaves maestras del pensamiento español contemporáneo.

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