Cultura

Brotes verdes

El año no venía siendo precisamente favorable para el cine español en cuanto a sus resultados de taquilla y sus éxitos comerciales, no exactamente honrosos, si consideramos que algunos de ellos se referían a títulos tan poco recomendables como Mentiras y gordas (2008) y Fuga de cerebros (2009), los dos con altos índices de taquilla y productos de consolación para quienes valoran las cifras de este ranking voluntarista como garantía de nuestra renqueante industria cinematográfica que sigue dando tumbos entre la incoherencia y la falta de rigor, aparte de tutelajes, prebendas y clientelismos evidentes e inútiles en la mayoría de los casos.

Pero después de estos dos hitos de la taquilla a escala española, nuestra realidad fílmica volvía a caer en la indigencia de películas que languidecían en la salas con más pena que gloria. Sólo en las postrimerías del verano fue posible alcanzar una nueva estrella de la cartelera que refulgía con luz esplendorosa. Obviamente me refiero a Ágora (2009), que, sin conseguir el favor de la crítica y suscitando ecos polémicos más allá de su consideración genuinamente popular, lograba captar una taquilla que todavía le confiere crédito suficiente y ciertamente poco usual en el cine español, y sobre todo con películas de calibre adulto como es ésta, que no es género que suela convocar a un público masivo. Bien es verdad que su apoyo mediático y su acertado marketing la elevaron a ese lugar privilegiado para un público más generalizado.

Volvió a debilitarse el mercado cinematográfico español en la consideración de nuestras películas hasta que el otoño se ha caldeado con otros films que han supuesto otro esperanzador ascenso en la valoración general de las producciones que aquí se generan. Un título importante surgía en este último trimestre del año, que yo consideraba en mis correspondientes críticas como el de más calidad de nuestro cine a lo largo de estos doce meses de 2009. Me refiero a Celda 211 (2009), de Daniel Monzón, que, además de captar sensiblemente el espíritu de la novela de Francisco Pérez Gandúl, periodista y escritor sevillano, cuya lectura interesó desde el primer momento al director, resolvía con evidente calidad la compleja realización de un motín carcelario que requiere de un cierta tensión narrativa con las imágenes consiguientes. Quede este título como el más distinguido del año hasta el momento.

Aunque ha ocupado lugares destacados en esa calificación de películas más taquilleras el film de Daniel Monzón ha tenido que competir con títulos de enorme peso publicitario, además de la inclinación del espectador medio español por las producciones norteamericanas, como han sido Luna nueva (2009), 2012 (2009), Lluvia de albóndigas (2009), Cuento de Navidad (2009) y hasta cierto punto la española El baile de la Victoria (2009), por cierto tirón que puede tener para un determinado público su director Fernando Trueba.

Sin embargo dos nuevos impulsos bastante notables recibirían el cine español en estas últimas jornadas del año que pronto termina. Me refiero sobre todo a Spanish Movie (2009), una película que parodia destacados éxitos de nuestra cinematografía. Y a pesar de que la inmensa mayoría de sus espectadores son jóvenes, como exponía en mi crítica, dudo que muchos de ellos conozcan esos films que se caricaturizan o satirizan.

Uno piensa más bien que ha sido la eficaz propaganda que ha desplegado esta producción, implicada en ella una importante cadena televisiva, la que, como es habitual en estos casos, ha influido más en su difusión. Pero otro título también ha beneficiado la cotización de nuestro cine y contribuirá a aumentar el índice de espectadores. No es otro que Planet 51 (2009), que siendo una película de animación de producción hispanobritánica, tiene un genuino sello español realmente admirable por parte de sus realizadores. Todo ello, y aquí si que es bien cierto, ha fecundado felizmente los brotes verdes de nuestro cine a nivel de taquilla, aunque en perspectivas de calidad, salvo excepciones, no es oro todo lo que reluce. Esperemos el balance final.

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