Cultura

Bernardo Romero revive en 'La vida fácil' la Punta Umbría de los 80

  • Es su tercera novela después de la publicación por entregas desde estas páginas en 1991 de 'La Higuera' y de la posterior 'Veintitantos Onubenses Inexistentes'

Bernardo Romero, profesor de Educación Secundaria por la especialidad de Historia, es uno de los representantes más fértiles dentro del interesante mundo de la cultura onubense. Autocalificado como más de Huelva que los chocos, tiene la facilidad de contar en su personal biografía una interesantísima colección de libros editados, especialmente los dedicados a la gastronomía. Su vida la ha pasado entre vivirla con intensidad y los libros, aunque su verdadera pasión ha sido siempre la de escribir. Ha sido y es un referente dentro del periodismo de nuestra provincia. Y ahora nos da un poco más de su imponente personalidad en una novela que "esta escrita desde la propia experiencia, pero no relata situaciones personales vividas en algún momento".

Su carácter multidisciplinar le llevó, por orden cronológico, a ser dibujante, hostelero, pintor, escritor, empresario turístico, combatiente activo contra el poder, humorista gráfico, periodista, crítico gastronómico, también taurino, de arte, de cine y literario y, "en general, funambulista, como la mayoría de los españoles que tienen que hacer equilibrios sobre la cuerda floja para llegar a mediados de mes. Antes, a fin de mes, pero ahora a mediados de mes. Y además sin red".

En cuanto a la lectura, "es imposible determinar cuántos y a quiénes lees siendo un lector compulsivo". Afirma que "se carga un par de libros o tres a la semana". Devora bibliotecas públicas "y cuando hay algo de dinero, va de cabeza a una librería. Algunos piensan que me gustan más los bares y el cachondeo, que por supuesto también, pero mi pasión - Recreativo aparte - es la lectura. No sé cuántos miles de libros habré leído en mi descontrolada vida".

Actualmente está totalmente inmerso en sus clases, en el Instituto de San Juan del Puerto. "Después encuentro tiempo para escribir. Acabo de terminar dos piezas teatrales, estoy con otra novela que tengo muy avanzada, y al mismo tiempo estoy con una biografía de Pilar Barroso; también, con los preparativos de una exposición antológica de la pintora que estamos preparando para fines de año".

Aunque ha escrito otro tipos de libros, el género de la novela no le es extraño, ya que en 1991 escribió La Higuera, que se ofreció por entregas en verano en las páginas de nuestro periódico. A mediados de los noventa, Miguel Ángel Rubira editó sus Veintitantos Onubenses Inexistentes, otra novela del autor que tuvo una acogida bastante aceptable.

"Las sensaciones al ver publicado el libro han sido intensas. Siempre gusta ver nacer una obra, sea del tipo que sea, aunque en estos tiempos editar una novela sin apoyo institucional es como milagroso o algo parecido". La acogida, además, está siendo impresionante. En palabras del autor, "es como si la gente hubiera estado esperando a que saliera para hacerse con un ejemplar y devorarlo con avidez. Es para no creerlo.

Piensa que "una ciudad capacitada para meter a más de doscientas personas en la presentación de un libro ya se puede imaginar cómo es. Podría ser como si en Madrid, por ejemplo, se presentara una novela y se encajaran en la sala 3.000 personas. Es cuestión de hacer las cuentas. Tenemos siempre una visión negativa del lugar donde vivimos. Esto pasa también en Teruel y en Cazalla de la Sierra. Probablemente, en Tegucigalpa o en San Petersburgo ocurra algo parecido. En todos lados cuecen habas, pero aquí las cocemos con poleo. Esa es la diferencia".

Es de la opinión de que, "como en todos lados, habría que procurar que con el dinero público no se subvencione al primo ni al amiguete, ni a nadie en particular porque se pervierte todo. Sólo se deberían emplear los dineros públicos en actividades y actuaciones que sirvan al común de la población. Todo lo demás es una barbaridad y es absolutamente injusto. Estamos hartos de ver, por ejemplo, exposiciones, conciertos o presentaciones de libros institucionales a las que van cuatro gatos con chaqueta y corbata. Estos tipos lo único que hacen es gastarse el dinero de nuestros impuestos, que es el de todos, de una manera absolutamente vergonzosa. A estos descerebrados, en el caso de la literatura, los vemos regalando como si tal cosa libros de lujo que valen una fortuna y que para colmo hacen la competencia a libros editados por empresas privadas con mucho esfuerzo y riesgo, a humildes ediciones de bolsillo que tienen que competir con ellas desde una posición absolutamente de desventaja. Esa competencia desleal para colmo la hacen estos tipos con el dinero de nuestros impuestos".

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