Crítica de Cine

Berg corta otro traje a la medida de Wahlberg

En la ya larga filmografía del realizador televisivo y cinematográfico Peter Berg sólo hay tres películas de relativo, sólo relativo, interés: El único superviviente, Día de patriotas y Marea negra, las tres protagonizadas por Mark Wahlberg, su actor fetiche. Aunque más bien es Peter Berg el sastre que le corta a Wahlberg películas a su medida: un héroe levemente atormentado por la razón que sea metido en situaciones de extremo estrés y peligro, ya sea quedarse aislado en territorio enemigo durante una misión en Afganistán, enfrentado a un atentado terrorista o atrapado en una plataforma petrolífera en llamas. Soldado, policía y bombero, como si poco a poco Wahlberg asumiera todos los roles de los Village People.

En este caso es un agente de la CIA que debe custodiar a un informador que solicita protección hasta lograr sacarlo de un lejano país digamos que poco amigo y menos democrático. Es decir es como 16 calles -aquí son 22 millas- de Richard Donner, en la que Willis tenía de llevar a un delincuente al juzgado, pero en versión internacional pos-Guerra Fría. Wahlberg, cada vez más parecido a Bob Esponja, hace de él mismo. En la última década sólo ha interpretado una gran película -La noche es nuestra de James Gray- y un par de títulos aceptables. El indonesio Uko Uwais, estrella del cine de mañas, hace de él mismo. Y John Malkovich -sí..., ya..., como siempre…- hace también de él mismo. Golpes, persecuciones, tiros, hasta mañas karatecas rellenan todo el ruidoso metraje de esta película idónea para espectadores poco exigentes o para verla cuando la pasen por televisión dando una cabezada de vez en cuando.

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