Cultura

Andrés se vistió de Calamaro

No podemos ocultar la pequeña ansiedad, anclada en el tiempo de espera de años, de poder escuchar a uno de los músicos más relevantes de la Argentina rockera. Amante de Boca, amigo de Maradona y parte inherente del fenómeno de Los Rodríguez, su trayectoria primero en la banda de Ariel Rot y después en solitario es de sobra conocida por cientos de fieles seguidores. Muchos de estos, que también los hay por Huelva y sus alrededores, nos dimos cita la pasada noche de viernes para inaugurar las noches del Foro, programadas por la Diputación de Huelva para el periodo estival; y ya van un buen número de ediciones.

En esta ocasión, se ha puesto el broche de oro al principio -imaginamos que por cuestión de fechas -, haciendo que todo lo que viene después pueda depararnos alguna sorpresa y la desafortunada lacra de quienes gestionan cultura se encuentren con un aforo desaforado. Veremos a ver qué pasa y esperamos que el público asista regularmente, porque hay cosas realmente interesantes.

Volviendo a Calamaro, a este reencuentro que ha hecho con "El Salmón", el concierto se quedó realmente corto. Una hora y algo más de media, con bises incluidos, nos desilusiono un poco. De hecho pensábamos que iba a dar mucho más de sí. Pero aparte de los gestos tópicos de besar el suelo, agradecer con la mano en pecho, deleitarnos con alguna media verónica y poco más, estuvo muy por la labor de ir zafando.

Observando al público, que estuvo entregado en muchas fases -sobre todo con las canciones de Los Rodríguez-, conectó muy poco con ellos, debido sobre todo por seguir en una pequeña pantalla situada a sus pies, las letras de sus propias canciones. Las leyó todas, incluso la eminente obra de Le Pera y Gardel El día que me quieras; eso hizo que durante todo el tiempo solo estuviera preocupado de no saltarse ni una de las comas que le pasaban a través de dos pequeños ordenadores colocados a la izquierda del escenario.

Aun así, es Calamaro cien por cien. Verlo, escucharlo y sentirlo en directo es todo un espectáculo. Nos puede decepcionar en cuanto a las formas, en cuanto a la actitud, pero sus canciones son una verdadera obra de arte. Reinventado temas, cantándolos por arriba o por abajo, desquiciando y volviendo locos a los que intentaban cantarlas, demostró cierta capacidad para reescribir su propia vida.

Muy bien acompañado, con una banda reformada en algunos de sus puntales, sonaron con la contundencia del rock más auténtico. Hizo temas casi olvidados, con cierta reseña de años, con referencias a la honra de algunos de sus compañeros que ya no están con nosotros, y recibiendo aplausos a cada baile, a cada gesto.

Como punto negativo y muy remediable para próximas ocasiones, las malas formas de algunos empleados de la seguridad con los medios gráficos que hasta allí se acercaron para informar visualmente. Algo increíble cuando volaban las fotos, cámaras de video y móviles por toda la platea. Da la sensación que prohibir o limitar el trabajo de nuestros compañeros es señal de importancia y categoría, cuando demuestran todo lo contrario. Una esta manera, sobre todo porque en teoría su labor es cuidar de la seguridad de todos, y no tratar a las personas con tan mala educación.

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