In memoriam Tributo al autor de 'Las cosas del campo'

Adiós al maestro y al amigo

  • El escritor sevillano Fernando Ortiz recuerda a José Antonio Muñoz Rojas, Premio Nacional y Reina Sofía de Poesía, fallecido en su Antequera natal el pasado martes

José Antonio Muñoz Rojas ha muerto pocos días antes de cumplir los cien años. De cualquier modo, en un poeta esto es anécdota, no categoría, pues jóvenes son las Rimas de Bécquer y las Coplas manriqueñas. Y joven sigue parte de la obra que Muñoz Rojas escribiera hace más de medio siglo, como los Cantos a Rosa, Las cosas del campo, Las musarañas, Las sombras y algunos de sus sonetos. ¿Dónde está aquí la frontera entre prosa y poesía? No la hay, porque toda está realizada con intención y resultados poéticos, como lo son algunos fragmentos de Azorín o algunas Leyendas de Bécquer. En España no existe la tradición del poema en prosa de Francia, por poner un ejemplo. Solemos confundir el poema en prosa o la prosa poética con una prosa refitolera. A Las sombras, donde hablan las voces de quienes ya no están entre nosotros, la emparejaría yo por su tema con otro gran libro de poesía en prosa, Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Las cosas del campo es cualquier cosa menos redicha o cursi. José Antonio ha recibido cartas de campesinos desde la emigración que le decían cuánto les había conmovido ese libro y cartas de intelectuales afirmando lo mismo.

Se fue el maestro y el amigo. En su Antequera se le dijo una misa en la Iglesia de las Descalzas, a la que él se sentía tan unido. Conservo una tarjeta postal de hace muchos años que me envió en la que se representaba la bella portada de las Descalzas de Antequera. "Esta es mi iglesia en Antequera", me escribía al dorso. Familiares, personalidades, escritores y amigos estaban allí para despedir a quien fue un hombre bueno y un gran poeta. Un benedictino irlandés, viejo amigo de la familia, dijo certeras y hondas palabras en la misa. Sentidas, breves y claras fueron las que pronunció Lucas, uno de sus hijos, en nombre de sus hermanos, donde recordaba a Cecilia y a José, matrimonio que trabaja hace muchos años en La Casería, y que mucho le ayudó en el último trance. Dos de sus nietos subieron al altar. Uno leyó unas palabras. Al parecer, le preguntaron una vez: "Abuelo, tú eres terrateniente, banquero, poeta… Pero, ¿qué es lo que no has hecho en esta vida y te hubiera gustado hacer?". Largo silencio de José Antonio, y luego contestó con convicción reiteradamente: "Bailar… ¡Bailar, bailar, bailar!"

Estos libros que he citado de José Antonio son cimas de la poesía en castellano del siglo XX, aunque haya escrito otros excelentes. En fin, no todo lo de de Cervantes es El Quijote, aunque sea de calidad literaria. Yo tuve la suerte de leer los Cantos a Rosa con ojos jóvenes y tratar con relativa frecuencia a la persona desde 1989 en la Casería del Conde, finca en la que residió la mayor parte del año, cercana a su Antequera, ciudad de espadañas y romances fronterizos. Cuando aceptó en Madrid la Secretaría General del Banco Urquijo lo hizo con la condición de que pudiera irse del trabajo los viernes para volver los lunes. En esos interminables trenes de posguerra acudía sin falta a su cita semanal a su Casería. Maestro y amigo, gran conocedor de libros y hombres, he admirado siempre su sabiduría, su sagaz humor, el vivaz brillo de sus ojos, capaz de expresar bondad y socarronería. Y su saber estar. No sabría decir si me han enseñado más sus palabras o sus silencios.

Fernando Ortiz es poeta y ensayista.

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