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Una presidencia insípida

  • Suecia se despide de su papel al frente de la Unión Europea con un balance positivo en cuanto a los consensos alcanzados pero demasiado sujeta al eje París-Berlín

Suecia se despide de su semestre al frente de la Unión Europea (UE), en la cumbre que comenzó ayer en Bruselas con un balance insípido, algunas realizaciones, como la aprobación del Tratado de Lisboa, pero con la crítica de haber actuado como "rehén" del reforzado eje París-Berlín.

En principio, la cita europea de Bruselas se presenta sin misterios, como un mero tránsito formal, un punto de encuentro obligado pero en el cual no hay prácticamente puntos polémicos sobre la mesa. Después de este "Consejo final de diciembre", no es previsible que la presidencia sueca de la Unión Europea -que oficialmente termina el próximo 31 de este mes- tome decisiones relevantes.

Los expedientes calientes, como la salida de la actual crisis financiera o las relaciones entre la comunidad europea e Irán por el programa nuclear del país persa, pasarán así a manos de España, que presidirá la UE a partir del próximo 1 de enero.

Por otro lado, en plena celebración de la cumbre mundial del clima en Copenhague, el bloque comunitario se presenta, también en Bruselas, como el "adalid" de la cruzada internacional contra las emisiones de gases de "efecto invernadero" .

El primer ministro sueco y presidente de turno de la UE, Fredrik Reinfeldt, traspasará el bastón de mando de la presidencia europea a España el próximo 1 de enero de 2010 con varias asignaturas aprobadas.

Las consecuciones más destacadas de Suecia han sido, en este semestre, la aprobación del Tratado de Lisboa, tras el segundo referéndum irlandés en octubre pasado, la firma del texto -tras un prolongado juego dilatorio por parte del presidente checo, Vaclav Klaus- y los consensos obtenidos para el nombramiento del primer presidente estable de la UE, Herman van Rompuy, y la nueva Alta Representante Exterior, Catherine Ashton.

Tampoco es desdeñable el acuerdo conseguido por Suecia para que los 27 acudieran a la cita del clima de Copenhague con una postura consensuada sobre la necesidad de que el mundo rico contribuya con al menos 100.000 millones de euros (150.000 millones de dólares) anuales hasta 2020 a que las naciones menos desarrolladas del globo puedan asumir el combate contra el cambio climático sin que ello suponga un frenazo a su desarrollo.

No obstante, los analistas en Bruselas subrayan que Estocolmo ha sido "rehén" político, mensajero más o menos discreto de la canciller alemana, Angela Merkel, y del presidente francés, Nicolas Sarkozy, aliados en un reforzado eje París-Berlín.

Suecia, aparte de sus últimos buenos oficios europeos, no se ha destacado a lo largo de su historia por su experiencia diplomática, con la misma intensidad que otras naciones europeas como el Reino Unido o Suiza.

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