El conflicto de oriente próximo El 'efecto mariposa' de la globalización

Los más pobres entre los pobres

  • La crisis económica golpea especialmente a los ultraortodoxos judíos, porque suelen renunciar a la formación académica (excepto al estudio de la Torá), se niegan a trabajar y están cargados de hijos

8%

Tienen de media seis hijos, dedican su vida al estudio del judaísmo, y dependen de subvenciones y centros caritativos, un cóctel que convierte a los judíos ultraortodoxos en uno de los colectivos israelíes más afectados por la crisis económica.

Con la recesión pegando duro, los benefactores judíos de Estados Unidos, Francia y Reino Unido a instituciones de ayuda en Israel han reducido sus donaciones justo cuando la crisis asoma la cabeza en un país donde los sectores integrados por las personas de observación religiosa figuran entre los más desfavorecidos.

Los ingresos por ayudas externas de centros caritativos y educativos ultraortodoxos -240 millones de dólares anuales que suponen el 40% de sus presupuestos- bajaron en 2008 un 35% por la caída de las donaciones y la debilidad del dólar, según un estudio efectuado entre 80 de ellas. "Tenemos cada vez menos medios económicos para ayudar a cada vez más gente", explica Tamara Fine, coordinadora de voluntarios en Ezrat Avot, una organización religiosa judía que ofrece cocina económica y lleva platos preparados a ancianos a sus hogares en Mea Shearim, el barrio de Jerusalén bastión de este colectivo.

"Aunque aguantamos el tirón, no podemos ampliar nuestros servicios para ayudar a gente que se ha quedado en una situación muy complicada porque otras organizaciones han cerrado sus programas", apunta Fine.

A un centenar de metros, las peticiones de auxilio desbordan al personal de Colel Jibas, otra escuela rabínica que concede dinero para bodas o ceremonias de circuncisión. "La demanda ha aumentado un 30% en el último año", lamenta uno de sus integrantes, Zvika, mientras señala una caja a rebosar de cartas con ruegos.

"La última subida del dólar nos está salvando un poco, pues muchos de nuestros donantes son estadounidenses", explica este fundamentalista religioso con los habituales tirabuzones, sombrero de ala ancha y vestimenta negra.

Los ultraortodoxos son sólo un 8% de la población de Israel, pero casi un quinto de los pobres, lo que les convierte en el colectivo más necesitado del país, junto con los árabes.

"La crisis es un problema mucho mayor para ellos que para otros grupos de población, aunque su difícil tesitura tiene motivos ideológicos", apunta el experto Rafi Melnick, ex número dos de investigación en el Banco de Israel. En efecto, los ultraortodoxos son pobres principalmente porque dejan de lado la formación académica para dedicarse a la religiosa, generalmente rechazan trabajar y cuentan con familias numerosas, por lo que sus ingresos se limitan a menudo a los subsidios estatales por hijos y por estudiar la Torá.

Su vecindario por excelencia, Mea Shearim, es un mundo aparte, una ciudad dentro de una ciudad con sinagogas y escuelas rabínicas en cada esquina donde la existencia gira en torno a la oración y la familia.

En un lugar donde curiosos y turistas son mal vistos, la escasa actividad comercial se centra en la venta de alimentos básicos y artículos religiosos judíos, que también está sufriendo el "efecto mariposa" de la globalización.

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