Rusia El primer ministro sigue siendo el político más popular del país

Lucha de poder en el Kremlin

  • Aunque Putin y Medvedev, de puertas afuera, se han jurado lealtad, la campaña para las presidenciales de 2012 ya está en marcha en el entorno de ambos políticos

La charla con Vladimir Putin se animó durante su cuarta hora de retransmisión. En el último tramo del programa de televisión en el que cada año se somete a las preguntas de los ciudadanos, un precedente del exitoso Tengo una pregunta para usted, el primer ministro ruso dejó claro que, de momento, no piensa de ninguna de las maneras en abandonar la vida política.

Putin anunció que considerará la posibilidad de presentarse como candidato en las elecciones presidenciales de 2012. Apenas una hora más tarde, su delfín, el actual presidente Dimitri Medvedev, aseguraba durante una visita oficial a Roma que tampoco él descarta una nueva candidatura.

Todo apunta a una lucha de poder. Y es que aunque de puertas hacia fuera Putin y Medvedev siempre se han jurado lealtad, la campaña electoral ya está en marcha en el entorno de ambos políticos.

Durante cuatro horas, Putin se enfrentó a unas 80 preguntas de los espectadores, que abordaron temas como la lucha antiterrorista, la crisis financiera, los salarios y pensiones, la industria automovilística y hasta la producción de pantalones.

Gracias a la práctica ausencia de preguntas críticas y a la ayuda de los presentadores, el primer ministro consiguió presentar su política como un arrollador historial de éxitos en todos los campos a los que ha alcanzado su actividad. Su discurso fue mucho más optimista que el que hace poco protagonizó el mismo presidente del país.

En un discurso sobre el estado de la nación, Medvedev se quejó de la falta de desarrollo de Rusia, una crítica que en Occidente se interpretó como una forma de desvincularse de la herencia de Putin. Aun así, sus demandas de modernización del país todavía no han tenido consecuencias relevantes.

Medvedev también llamó a la población a dejar atrás la mentalidad soviética y a asumir su propio destino. Pidió a los ciudadanos que fueran creativos y que no se limitaran a confiar en el papel del Estado.

Putin, por el contrario, se ganó una gran oleada de gratitud tras dejarse ver en público en empresas deficitarias a las que destinó dinero público. "¡Gracias por mi pensión!", "¡Gracias por ayudarnos!", le decían durante el programa, en el que a un minero casi se le saltaron las lágrimas de gratitud.

El primer ministro volvió a ser aclamado como "salvador de la nación" y, según las encuestas, sigue siendo el político más popular del país, del que sobre todo se admiran su dinamismo y capacidad de mando.

Cuando hace un año, después de ocho como presidente, tuvo que dejar el puesto ya que así lo demandaba la ley, la mayor parte de los ciudadanos rusos habría deseado que se quedase. Muchos esperan ahora que vuelva al cargo en las elecciones presidenciales de 2012.

Durante el programa, Putin también tuvo que oír algunas voces discordantes, como la de una viuda con dos hijas y apenas perspectivas. Pero el primer ministro señaló que antes, en los caóticos 90, podría haberle ido peor. Asimismo, también rechazó las protestas sobre los altos precios de los medicamentos argumentando que antes las farmacias estaban vacías y que ahora tienen tantos medicamentos como cualquier botica bien abastecida de Occidente.

Putin habló mucho. Quiere intensificar la lucha antiterrorista y también terminar con la penosa situación del cuerpo policial, donde la falta de medios y la corrupción son sus características principales. Pero no se refirió a los fallos políticos que le achacan sus opositores.

Con su partido Rusia Unida, Putin apuesta por una política conservadora y patriótica. Mientras tanto, Medvedev se muestra más liberal y crítico, al menos en sus discursos. Para los expertos, el principal problema del presidente es que no cuenta con una base poderosa para convertir en realidad sus visiones políticas.

Los analistas critican sobre todo que no imponga su ilimitado poder con la suficiente contundencia como para reformar las corruptas estructuras que todavía persisten en Rusia como una herencia inacabable de la época soviética.

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