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Golpe de Estado en Malí

  • La Junta Militar destituye al presidente Touré, al que consideran incapaz de gestionar la crisis del norte del país y acusan de no dotar al Ejército de los recursos necesarios

La crisis en el norte de Malí, donde conviven una rebelión secesionista tuareg con las actividades de la red terrorista Al Qaeda, parece haber sido el detonante que ha llevado a un grupo de militares a dar un golpe de Estado contra el presidente Amadou Toumani Touré.

Tras la confusión que se vivió durante la madrugada de ayer, finalmente quedó claro que los golpistas se han hecho con el control de los resortes del poder y habían depuesto a Touré, al que apenas quedaba un mes para concluir su mandato constitucional.

En una intervención en la televisión estatal de Malí, el capitán Amadou Haya Sanogo, presidente del autoproclamado Comité Nacional para el Restablecimiento de la Democracia y la Restauración del Estado, anunció la suspensión de la Constitución y de todas las instituciones del país, la destitución del Gobierno y el establecimiento del toque de queda desde ayer. Posteriormente, los golpistas decidieron cerrar las fronteras y el espacio aéreo de Malí, medida que permanecerá en vigor al menos hasta el martes.

Los golpistas no comparecieron en la televisión hasta que se aseguraron de que se habían hecho definitivamente con el control del palacio presidencial, donde libraron fuertes combates con las tropas leales a Touré, en los que se produjeron al menos 50 muertos, según fuentes de protección civil.

De momento se desconoce el paradero de Touré, que no se encontraba en el palacio presidencial en el momento del asalto, al que siguieron actos de saqueo y pillaje.

Al menos tres ministros, entre ellos los de Exteriores, Sumeylu Bubeye Maiga, y Administración Territorial, Kafuguna Kone, fueron arrestados por los golpistas y se encuentran en el cuartel de Kati, a 15 kilómetros de Bamako.

Los golpistas justificaron su acción con el argumento de que Touré se había revelado incapaz de solucionar o gestionar la crisis del norte del país y le culparon de no haber dotado al Ejército de los recursos necesarios para hacer frente a la rebelión secesionista tuareg ni a las bandas vinculadas a Al Qaeda.

Aunque al principio dio la impresión de que el movimiento militar era un simple motín protagonizado por un grupo de soldados del cuartel de Kati, que se oponían a ser movilizados y enviados al norte, poco a poco se pudo apreciar que el resto de las fuerzas de seguridad, entre ellas la Gendarmería y la propia Guardia Presidencial, se sumaban al golpe.

Desde mediados de enero, los tuaregs del Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (MNLA) mantienen una guerra abierta con el Ejército maliense, que ha sufrido decenas de bajas y muchos de cuyos efectivos han sido capturados por los separatistas.

Al mismo tiempo, los combates han provocado el desplazamiento de unos 100.000 malienses, que han buscado refugio en países vecinos como Argelia, Mauritania, Níger o Burkina Faso, y otros 95.000 se han marchado a otras zonas más tranquilas dentro de Malí huyendo de los combates.

Malí, uno de los países más pobres de África, parece haberse sumido en una grave crisis política e institucional, pese a los llamados a la calma lanzados por Sanogo en su alocución, en la que subrayó que el objetivo del movimiento militar es "salvar la democracia".

Para abril estaban convocadas elecciones legislativas y presidenciales en Malí, que ahora están en una situación muy incierta pues se desconoce qué decisiones van a tomar los golpistas al respecto.

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