Elecciones en américa latina Los opositores le consideran un populista y un autócrata

Evo, tan amado como odiado

  • El primer presidente indígena de Bolivia resulta ampliamente reelegido en las urnas y se prepara para consolidar un proyecto político que divide al país

Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia reelegido el pasado domingo, desata pasiones encontradas en su país: amado por indígenas que lo consideran su gran defensor, y odiado por una oposición que lo llama desde populista hasta autoritario.

Morales, de la etnia aymara, mayoritaria de Bolivia, nació hace 50 años en Isallavi, una pobre comunidad rural en la desértica zona andina, donde de niño se dedicó a la crianza de llamas.

"En Isallavi vivíamos en una casita de adobe y techo de paja de no más de tres por cuatro metros. Nos servía como dormitorio, cocina, comedor y prácticamente de todo", dice Morales en su biografía oficial.

Allá comenzó su amor por el fútbol; "cuando las llamas estaban pastando en los cerros, agarraba mi pelota de trapo y las gambeteaba una por una. Los arcos eran las pajas bravas y mi compañero inseparable un perro de nombre Trébol", recuerda.

Entre los 15 y 17 años, Morales vivió en la ciudad andina de Oruro, donde para sobrevivir fabricó ladrillos, fue panadero y trompetista de una famosa banda de música folclórica.

El fútbol le sirvió para catapultarse como dirigente deportivo del sindicato de campesinos cocaleros en el Chapare, en el centro de Bolivia, adonde migró a principios de la década del 70 con su familia, luego de que las heladas destruyeran sus cultivos.

El Chapare se convertía en epicentro del fabuloso negocio de la droga que empujó a miles y miles de campesinos a cultivar coca, materia prima de la cocaína.

EEUU presionó por la eliminación de la coca por las buenas o las malas, lo que desató en Morales -y él lo confiesa- un profundo sentimiento antinorteamericano.

El Chapare lo catapultó como diputado regional en 1995, convirtiéndose en el líder indiscutido de esa región, a la que le debe en parte haberse convertido en el primer mandatario indígena de Bolivia.

El líder sindical destrozó en las urnas al ex presidente de derecha Jorge Quiroga, quien estaba seguro de ganar. Sentado en la silla presidencial, el mandatario comenzó a desarrollar una política con fuerte contenido indígena y estatista, desató una ácida crítica hacia Estados Unidos y las políticas económicas recetadas por el FMI y el BM y estableció fuertes lazos políticos con Cuba y Venezuela. Igualmente nacionalizó los recursos hidrocarburíferos que estaban bajo control de empresas españolas, inglesas, brasileñas y francesas, entre otras.

Orgullosos de la firmeza de su líder, los campesinos elogian al mismo tiempo la modestia de Morales, su calidez y proximidad con el pueblo. "Es un hombre honesto no sólo con sus acciones sino también con su palabra; un hombre muy sincero, siempre habla desde el corazón", dice de Morales el presidente de la Cámara de diputados, Edmundo Novillo.

Para sus oponentes, en cambio, es un autócrata y un populista que se cree destinado a una misión histórica, llamándolo al mismo tiempo el peso pluma de su mentor, el venezolano Hugo Chávez.

Morales es la expresión del "despotismo iletrado", dice Manfredo Kempff, escritor y ex canciller, quien se refiere al presidente de forma irónica como Su Excelencia. "Estamos pues ante un despotismo iletrado, porque se siente el poder autocrático en Bolivia, se siente el tufillo a absolutismo dictatorial en todos los rincones, y se inhala una ignorancia pegajosa, fastidiosa, que produce malestar", dice Kempff.

Si como jefe de Estado Morales parece en campaña permanente, es de una gran discreción en su vida privada. Se sabe que vive solo y que tiene un hijo y una hija, ambos menores de edad. En ese clima, en que Evo es odiado o amado sin término medio, Bolivia acudió a las elecciones y su resultado servirá de espaldarazo a la consolidación de su proyecto político actual.

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