El polvorín ruso Los islamistas radicales desean crear un califato en la zona

El Cáucaso, una región sin ley

  • El nuevo baño de sangre provocado el lunes en la república rusa de Ingushetia eleva a una nueva cota la ola de violencia que azota al territorio, dejando al Kremlin al borde de perder el control

El nuevo baño de sangre provocado el lunes en la república rusa de Ingushetia y el viernes en Chechenia elevan a una nueva cota la ola de violencia que atraviesa el Cáucaso ruso.

El atentado de Ingushetia se produjo en la ciudad de Nazrán cuando un terrorista logró introducirse en el patio de la sede del Ministerio del Interior a bordo de un microbús cargado de explosivos. Allí, en el momento en que los policías estaban formando, el atacante hizo estallar su coche dejando 25 muertos.

Ingushetia se ha convertido en una de las repúblicas más violentas de la Federación Rusa. Los numerosos atentados son generalmente atribuidos a la guerrilla, aunque en el país, a diferencia de lo que sucede en la vecina Chechenia, no hay un movimiento independiente propio.

Los expertos explican que el movimiento independentista checheno se ha transformado al islamismo radical. Este desea crear un califato en el norte del Cáucaso y tiene adeptos por toda la región, lo que explicaría los frecuentes atentados y ataques que se realizan tanto en Ingushetia como en Daguestán y otras repúblicas de la zona.

Con todo, desde la guerra de Chechenia estos grupos carecen de una fuerza organizada y actúan con atentados puntuales o secuestros. El caos que generan deja al Kremlin al borde de perder el control sobre la región en conflicto.

El presidente de Ingushetia, Yunus Bek Yevkurov, que en junio sobrevivió a un atentado, denuncia sin embargo que detrás de los intentos de desestabilizar la zona se encuentran fuerzas estadounidenses, británicas e israelíes. "Estoy muy lejos de creer que detrás están sólo los árabes", advierte Yevkurov. El objetivo de esta supuesta maniobra occidental, según la versión más difundida en Rusia, es evitar que Moscú vuelva a ser tan poderosa como en tiempos soviéticos.

El aumento de la violencia independentista es vinculada al reconocimiento ruso de las provincias secesionistas georgianas de Abjasia y Osetia del Sur tras la guerra librada en agosto de 2008. Los rebeldes islamistas quieren el mismo derecho que esas dos regiones.

En Ingushetia, Chechenia y Daguestán son asesinados casi a diario ministros, activistas de Derechos Humanos, jueces o civiles inocentes. Y casi todos los crímenes tienen un denominador común: nunca son esclarecidos.

El pasado 12 de agosto varios desconocidos asaltaron un edificio gubernamental de Ingushetia y asesinaron a sangre fría al ministro de Construcción en su propia oficina. El día anterior, en la vecina Chechenia, se hallaron los cadáveres de dos activistas de Derechos Humanos que habían sido asesinados.

Frente a esto, el Kremlin se congratula de haber matado en lo que va de año a 218 rebeldes y capturado a 591.

En los valles y montañas del complejo Cáucaso Norte, crisol ruso de etnias, religiones y clanes familiares, reina un complicado entramado de relaciones entre las tropas rusas, unidades locales fieles a Moscú, rebeldes islamistas y bandas criminales. Los actores son casi siempre hombres enmascarados en uniformes. Cuando las personas son secuestradas sus familiares no saben a qué agrupación pertenecen los captores.

Activistas de Derechos Humanos rusos aducen que el poder del Estado está socavado y que toda clase de agrupaciones llenan ese vacío. "El poder de nuestro Estado perdió el control sobre su propio aparato de seguridad hace tiempo. Quien porte un arma y tenga un grado militar puede hacer lo que quiera. Sabe que podrá evadir el castigo", indica la directora del grupo moscovita Helsinki, Ludmila Alexeieva.

Incluso los medios cercanos al Gobierno concluyen que la región volvió a convertirse en una "zona sin ley".

De momento parece que Rusia se ocupa más de la situación en la región secesionista de Abjasia, que según el derecho internacional pertenece a Georgia, que de los territorios propios del Cáucaso Norte. Sólo el tiempo dirá si viviremos un nuevo conflicto en esta explosiva zona del mundo.

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