Mundial de Rusia de 2018 · Cartas desde la estepa

Carmen en la Plaza Roja

  • Plácido Domingo redimió al madridismo tras el fiasco de la súbita marcha de Lopetegui y puso en pie la Plaza Roja con su alarde de lirismo

Carmen en la Plaza Roja

A está aquí el Mundial de fútbol Rusia 2018. En mi paseo de hoy por las calles del centro de Moscú he comprobado lo que ya intuía: la alegría que contagia un Campeonato del Mundo se impone sobre conflictos, cuitas y desconfianzas entre países y gentes. En la calle Nikolskaya, entre Lubianka y la Plaza Roja, me he cruzado con centenares de hinchas argentinos desgañitándose con su repertorio junto a aficionados de la selección rusa y mezclándose con seguidores de los combinados nacionales de Arabia Saudí, Perú o Irán. Me cuesta reconocer estas calles con este bullicio, como a otros vecinos de la ciudad que grababan vídeos y agitaban la cabeza sin poder dar crédito a la invasión festiva. Qué alegría. El balón empieza hoy a rodar. La sinfonía rusa ya suena.

A su estilo, como no queriendo dar importancia a lo que tiene entre manos, este fascinante país se ha preparado para seducir al planeta. Ya lo hizo ayer con el concierto de música clásica –sello inconfundible de la cultura rusa— celebrado en plena Plaza Roja. Entre notas de Tchaikovsky, Offenbach o Puccini, en este epicentro de Moscú y de todas las Rusias, sonó Carmen de Bizet. Toreador, toreador, toreador, repetía el tenor azerí Yusif Eyvazov. También Sevilla y Andalucía estuvieron presentes en esta elegante ceremonia a los pies de San Basilio y el Kremlin.

Plácido Domingo, al que la radiante supermodelo rusa Natalia Vodianova presentó al público desde el escenario como hincha merengue, puso anoche en pie la Plaza Roja y redimió al madridismo tras el esperpento de Lopetegui.

“Si son tan pobres, ¿cómo hay tantos de América Latina aquí?”, dice una moscovita

Mucha España en la Plaza Roja pues, pero poca en las calles y plazas aledañas de la capital rusa. Apenas me crucé con algún aficionado de La Roja, eso es lo cierto, en el día en que España se quedó sin entrenador y sin ministro de Cultura. A la hora que Fernando Hierro asumía el mando de la selección española, EEUU, Canadá y México se llevaban el Mundial 2016 a América. Y es que por ahora en Moscú ganan los latinos. Por goleada. Argentinos, peruanos, mexicanos. “Si son tan pobres, ¿cómo hay tanta gente de América Latina aquí?”, me decía una amiga rusa que observaba el espectáculo. “¿Esto es sólo hoy o se va a repetir más días?”, me preguntaba.

Vigilando el centro de la capital rusa, centenares de agentes de policía. El despliegue es poderoso. Junto a los agentes, muchísimos voluntarios. Si la ilusión se palpa en la metrópolis moscovita, en Samara, Kaliningrado o Ekaterimburgo ya se desborda. Sé que no es un país especialmente futbolero, que aquí lo que de verdad gusta es el hockey, pero se han tomado la cosa en serio.

Moscú lucía anoche con una belleza especial. El mundo está aquí y Rusia se ha abierto de par en par al planeta. Hoy tendremos una ceremonia de apertura de impresión. Aunque no les dé la real gana de disimilar ese gesto de indolencia, los rusos están felices. El balón empieza a rodar. Ya ha llegado lo importante.

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