Cartas desde la Estepa

La redención, en Moscú

  • La comunidad española en Rusia aguarda la llegada de 'La Roja' a la capital esperanzada por el buen rato de fútbol practicado en Sochi

La redención, en Moscú

La redención, en Moscú

Hay partido. Ha habido buenas sensaciones. Pero no podemos repetir más esos errores", me decía un amigo español, veterano moscovita, al término del partido de este viernes entre las dos selecciones ibéricas. La sensación entre la hinchada hispana, reunida como otras veces en el restaurante El Asador, una sidrería vasconavarra en una zona noble de Moscú donde cada sábado noche hay fiesta con acento español, era agridulce.

Aficionados de La Roja de aquí y de allá abarrotaron el local. Había ganas de fútbol y lo hubo del bueno. La tirria que despierta Cristiano Ronaldo y el antimadridismo -avivado en las últimas jornadas con el esperpento Lopetegui- de la mitad de la comunidad española estallaron con el golazo de falta del luso. Sochi, la ciudad balneario de moda entre los rusos, no pasará a la historia de nuestra selección, aunque su impresionante estadio Fisht fue testigo de un choque intenso y competido, el mejor hasta ahora del Mundial Rusia 2018.

Los rusos disfrutaron del España-Portugal con el corazón partidoy miedo a esos octavos

Lo cierto es que numerosos rusos llegaron al choque entre España y Portugal con el corazón partido. Sin Casillas y sin Torres, muchas jóvenes hispanófilas celebraron anoche los seis tantos. Cristiano les pone. De hecho, el portugués fue pareja sentimental muchos años de la top model rusa Irina Shayk. Mis colegas me enviaron whatsapp con cada gol de España. Apuesto a que para mucha gente ayer fue el segundo o tercer partido entero que ven en sus vidas. Se unían a orillas del mar Negro Barcelona y el Algarve, Lisboa y Madrid, algunos de los destinos vacacionales favoritos de los rusos viajeros.

Moscú aguarda dentro de dos semanas en el horizonte de los octavos de final. Si España queda primera de grupo tendrá que desplazarse a esta capital hoy tomada por la hinchada latinoamericana, que es, de largo, la que más ruido hace en las calles. Las escenas de corrillos de uruguayos, peruanos o brasileños sacando a bailar a chicas locales se repiten en los alrededores del teatro Bolshoe, en la calle Nikolskaya o en los alrededores del río Moskva. Este sábado por la tarde, en mi barrio de Dinamo, he visto pasar a algunos grupos de aficionados argentinos que se dirigían rumbo al norte de la ciudad, al estadio del Spartak. La selección de Messi no pasó del empate -con penalti fallado por el delantero del Barcelona- frente al catenaccio de la selección de Islandia, debutante en una Copa del Mundo. Un rato más tarde la animada hinchada blanquirroja peruana se hacía con las calles de Saransk, antes de caer ante los daneses. Los latinoamericanos regresan 36 años después a un Mundial.

Pero antes de Moscú quedan Kazán, la capital de la república tártara a orillas del inmenso Volga, donde La Roja se enfrentará a Irán. El viernes, por cierto, los chiíes de Persia vencieron en el último minuto a los suníes del Magreb. Los leones del Atlas se encajaron un desgraciado gol en propia meta en el minuto 94. En las redes sociales, desde el Irán sancionado por Occidente se reivindicaba el triunfo como un tanto endosado a los enemigos. Y habrá que jugar con nuestros vecinos del sur en Kaliningrado, pura Rusia a orillas del Báltico, en un bello enclave rodeado por Polonia y Lituania. El idilio diplomático de los últimos meses entre Rabat y Madrid se ha roto esta semana a propósito del drama de las pateras. El ambiente llegará calentito.

La redención se producirá aquí en Moscú. El escenario, esperamos, será el estadio de Luzhniki, donde se jugará la final. El rival puede ser Rusia, nada más y nada menos. "¿Tal vez sea mejor no pasar la fase de grupos?", titulaba este sábado la crónica del partido entre España y Portugal el principal diario deportivo de este país, Sport Express. Por el momento, la clase la ha puesto Iberia. El respeto a nuestra selección es indudable. Hay partido.

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