Marina Heredia | Cantaora

"La silla me ata, yo sin retos me aburro mucho"

  • La artista granadina publica este viernes su nuevo disco, 'Capricho', un homenaje a los cantes de ida y vuelta de espíritu más lúdico y bailable

La cantaora Marina Heredia (Granada, 1980).

La cantaora Marina Heredia (Granada, 1980). / Juan Carlos Muñoz

Su nuevo disco, dice, tiene el título "más exacto que podía tener": Capricho. En parte, dice la cantaora granadina Marina Heredia, porque lleva años soñando con grabar algo así, dejándose empapar por el bolero, la salsa, la música popular latinoamericana en general, a la que es muy aficionada. Pero sobre todo, reconoce, porque después del confinamiento y la sacudida brutal de la pandemia no tenía el cuerpo para hacer un disco "serio". Expansión, pues. El disco, publicado por Universal y con colaboraciones de Tomatito, Mala Rodríguez y el rumbero Yumitus como responsable de los arreglos más salseros, sale a la venta este viernes.

–¿Qué tiene la música popular latinoamericana que imanta tanto a los artistas flamencos?

–Yo creo que todo es lo mismo, en el fondo. La materia prima es muy similar, y luego cada uno, a cada lado del Atlántico, le hemos ido dando nuestro sello, moldeándola con nuestro acento, con nuestra forma de vida, con nuestro lenguaje coloquial... Claro que hay diferencias, pero cuando escuchas una ranchera pura y dura o un bolero de esos de locura te das cuenta de que es como nuestra copla. Además, el concepto de los cantes de ida y vuelta no es nada nuevo, no estoy inventado nada, ya lo hicieron muchos antes: Adela la Chaqueta, Bambino, Lola Flores, muchos...

–La producción corre a cargo de José Quevedo Bolita. "Me conoce mejor que yo misma", ha dicho...

–Claro, tantos años ya... Sé que va a ser siempre sincero, tanto en las buenas ocasiones como en las malas. Y eso lo valoro mucho, a mi alrededor necesito a gente que no me dé coba. Algo que no quiero que me pase jamás es endiosarme, perder la perspectiva. Y no creo que pase, porque soy una persona muy... real: me dedico a esto pero también soy mujer, madre, ama de casa, amiga... En el escenario soy artista, e intento ser la mejor y el que venga detrás que empate, pero en la vida diaria tengo los pies muy en el suelo.

–El disco, en su propio recorrido, es ya un viaje de ida y vuelta...

–Exacto. Tal como yo lo veo, hay tres partes. En la primera, está la flamenca que soy y siempre seré, luego, en la parte central, la más abiertamente latina, está esa cantaora que descubre toda aquella riqueza y, cautivada, se mimetiza, y la tercera representa ese momento en el que necesitas volver a su raíz, porque la añoras, y porque tú eres lo que eres, pero cuando vuelves ya no eres la misma porque has aprendido y vivido muchas cosas.

–¿Es liberador salirse de los moldes familiares?

–Sí, mucho. También da un poco de inseguridad, pero claro que es liberador, merece la pena. Un artista tiene que ser libre para expresar lo que quiera expresar y como lo quiera expresar, lo cual implica que una se puede equivocar, pero yo esos retos los necesito, porque si no me aburro mucho y a mí la silla me ata. Cada cierto tiempo tengo que volver a ella, sentarme y cantar por seguidillas, me ayuda a cargar las pilas, porque yo no dejo de ser eso, ya no sólo como artista, mi actitud ante la vida es flamenca, necesito esa pureza y esa verdad que tiene el flamenco. Pero necesito hacer otras cosas, porque además hay muy buena música en el mundo aparte de la que siento más mía.

–¿Qué espacio queda para una cantaora como usted en la era de Rosalía y el flamenco como ornamento pop?

–A mí es que no me preocupa tener un público masivo. Camarón decía que se hace flamenco o se hace otra cosa. Y no pasa nada por hacer otra cosa, eh. Me refiero a que el flamenco no es una música de grandes masas, el flamenco es de minorías. Es imposible escuchar una seguidilla igual en un estadio de fútbol que en el teatro Lope de Vega. Las cosas son como son, y ya está. O sea que el flamenco en un estadio no tiene razón de ser. El flamenco es lo que es. Y por descontado no por ello es peor. De hecho su público es exigente, sabe lo que está escuchando, es culto, te ve el plumero rápido.

Marina Heredia, durante su visita a Sevilla, momentos antes de la entrevista. Marina Heredia, durante su visita a Sevilla, momentos antes de la entrevista.

Marina Heredia, durante su visita a Sevilla, momentos antes de la entrevista. / Juan Carlos Muñoz

–El debate sobre la pureza es muy antigüito ya, ¿no?

–Uf [resopla]. Mucho. Y cansa más todavía. El flamenco en sí mismo está hecho de muchísimas mezclas, el que hoy conocemos es fruto de unos que vinieron, de otros que ya estaban, de otros que aportaron, otros que se llevaron, otros que trajeron... ¿Puede entonces explicarme alguien dónde está la pureza? Es muy relativa. Es un mito que a muchos, por lo que sea, les ha interesado comprar.

–El disco suena más expansivo, más luminoso, más propicio para la diversión. ¿Le pedía su cuerpo, su estado de ánimo, un disco de expansión?

–Totalmente. Después de todo lo que hemos pasado, esas sensaciones tan raras que hemos sentido todos, que no sabíamos qué iba a pasar, que estaba la gente muriéndose, después de esos momentos tan feos que hemos pasado y que todavía tenemos encima, a mí no me apetecía hacer otro disco serio. Me apetecía otra cosa. Bailar, divertirme, hacer reír a la gente, hacer una puesta en escena más movida.

–¿Cómo ha vivido estos meses?

–¡Casi dos años! Que se dice pronto, madre mía. Intenté convencerme de que era una oportunidad para tomarme la vida más de tranqui, para poder estar más en casa, aprovechar el tiempo con los niños y hacer más cosas en familia, pero pese a que yo soy muy casera llega un momento en el que... Es que directamente te acabas planteando: bueno, y si esto sigue así, qué hacemos, qué hago yo con mi vida, de qué vivimos. Había momentos no tan malos, afortunadamente, pero otros en los que dada terror todo. Pero al menos me ha servido para asumir hasta el fondo algo que ya sabía, pero en teoría, porque hay cosas que sólo este tipo de guantazos te las clava en el alma: que se puede vivir con menos, no necesitamos tres coches en la puerta ni seis vestidos en el armario. Se necesita tener comida en el frigorífico, salud y alegría en tu casa. Y poco más. Y tenía la esperanza que el ser humano saliera mejor de todo esto.

–¿Ya no la tiene?

–No parece que haya motivos, ¿no? El que era bueno va a seguir siendo bueno y el que era malo va a ser... más malo todavía [risas].

–Es usted la secretaria general de la Unión de Artistas Flamencos que creada a raíz de la pandemia, ¿en qué punto se encuentra esa iniciativa?

–Ya hemos convocado elecciones, que serán el 7 de septiembre, y dentro de unos días se disuelve la junta directiva. Queda mucho por conseguir, es un camino difícil. ¿Con qué estaría yo contenta? Con que todos tuviéramos un equilibrio económico, ojo, no ser ricos, que haya un equilibrio. Que podamos tener una tranquilidad. Pero no hablo de los artistas famosos, hablo del que trabaja en un tablao o del que monta una peña también, por supuesto. Estamos pidiendo una Mesa Permanente donde se sienten Cultura, Seguridad Social, Trabajo, Turismo... Porque el impacto del flamenco es grande, abarca mucho. Por ello estamos luchando.

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