Flamenco

Todas eran una

  • Alfredo Mesa publica un disco con las obras flamencas de Julián Arcas, Trinidad Huertas y El Murciano.

El guitarrista Alfredo Mesa (Maracena, Granada, 1981).

El guitarrista Alfredo Mesa (Maracena, Granada, 1981).

GUITARRA PREFLAMENCA. Alfredo Mesa. Edición del intérprete.

Hasta ahora este repertorio era patrimonio de los guitarristas académicos. Alfredo Mesa ofrece una visión flamenca de los mismos, lo cual es muy de agradecer. La Malagueña del granadino Francisco Rodríguez El Murciano (17891848) está cerca del fandango histórico del que procede, de donde toma la cadencia andaluza, lo que la emparenta con la soleá. Es un toque de sorprendente modernidad. El Jaleo de Cádiz de Trinidad Huerta (1800-1874) es un ritmo ternario clásico, de carácter bolero. Aunque en la partitura no está indicado, Mesa, atendiendo a criterios históricos, introduce el rasgueado en su ejecución. Está comprobado también que este guitarrista y compositor alicantino usaba también los golpes en la tapa de su instrumento como recurso.

Del almeriense Julián Arcas (1832-1882) se incluyen tres piezas. En la Soleá podemos comprobar que se utilizan variaciones que aún están vigentes hoy, no sólo en el ámbito de la llamada Escuela Bolera, donde se conserva una coreografía de la pieza, también en el toque flamenco. En el Jaleo por punto de fandango puede que se encuentre el origen de la soleá, como señala Castro Buendía, que tiene la hipótesis de que la soleá flamenca puede ser una mezcla de elementos del jaleo y el fandango. Y, efectivamente, algunas de las falsetas de esta pieza tienen un evidente aroma a la soleá actual, en tanto que otros pasajes nos remiten a los fandangos de Huelva. Los Juguetes de la Rosa son unas variaciones de alegrías, en modo mayor por tanto. Recordemos que hoy se conserva un cante por cantiñas llamado La Rosa. En esta composición podemos apreciar claramente la deuda de las alegrías, los bailes y cantes llamados en la época por alegre o juguetillos, con estilos anteriores como los panaderos y la jota. Las soleares de Arcas eran más que conocidas. Pero este jaleo y los juguetes han permanecido olvidados hasta que Guillermo Castro Buendía las reeditó en 2012. Por tanto esta es la edición que ha manejado Mesa. El guitarrista Alfredo Mesa (Maracena, Granada, 1981). Creo que las dos piezas consolidan la visión de Arcas como guitarrista, no ya preflamenco, sino flamenco al 100%. Aunque también fuera otras cosas. En una época en la que las fronteras entre los géneros, como las geográficas, no eran tan estrictas como hoy: recordemos que Silverio Franconetti, tenido por el creador del cante flamenco, jamás utilizó la palabra flamenco para calificar su arte en sus numerosos textos publicitarios. Cuando Arcas presentó en Sevilla su posteriormente famosa soleá, en 1867, tocó también fragmentos de ópera, canciones de moda, un rondó, la muñeira y su versión de la jota aragonesa.

El más desconocido de los compositores incluidos en esta obra es Juan Parga (1843-1899) del que se han seleccionado cuatro piezas. El Polo gitano es ya el polo actual, elaborado sobre el toque que hoy llamamos por soleá, y con sus paseíllos, el elemento más característico de dicho estilo. Contiene un buen ramillete de variaciones que hoy día se podrían usar sin resultar extemporáneas. Los Panaderos, en tono mayor, podrían ser unas falsetas de las alegrías actuales. Igualmente la Petenera tiene validez como música jonda a día de hoy. La petenera del siglo XIX es rítmica y bailable y, aunque esta es una pieza de concierto, no de baile, tiene mucho de estos orígenes como danza. No obstante la interpretación de Mesa, a mi entender, ha asimilado algo del patetismo que va a caracterizar a la petenera en la etapa siguiente del flamenco. Las guajiras son las mismas que en esa época interpretaban El Mochuelo, La Rubia, Rafael el de Jerez, etc. Aunque, fijándose en las guajiras actuales, Mesa les ha dado un ritmo y un sabor más pastueño. Se trata pues de una guajira flamenca al 100%, en tono mayor y con ritmo de hemiola. En todo caso vemos que el músico gallego incorpora en su música las técnicas propias de la guitarra nacional y flamenca, esto es, el rasgueado y los golpes en la tapa.

Creo que esta edición, esta música, apoya la hipótesis que venimos defendiendo los últimos cuatro años: que lo que desde finales del siglo XVIII y principios del XIX era conocido como aires nacionales, del país, andaluces, españoles, con el tiempo llegaría a ser llamado flamenco. Y que no hay una doble (o triple, si sumamos la clásica académica) tradición, bolera y flamenca, sino que, en esa época, y respecto a lo que nos ocupa, todas eran una.

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