Miguel Bosé. Cantante

"Seguir aprendiendo es un 'lifting' para el espíritu, la clave de la felicidad"

  • El intérprete ofrece el sábado 27 un concierto en el Auditorio Rocío Jurado, una cita en la que presentará 'Amo', un disco en el que su creador se muestra en paz con el entorno.

"Sopla un viento ligero / tibio y lleno de paz. / Bajo un cielo infinito que cae al mar. / Y la noche es tranquila como nunca sentí", asegura Miguel Bosé en Solo sí, uno de los temas de Amo, un disco en el que el cantante se muestra en armonía con el mundo y se exhibe sin miedo, algo inhabitual en él, en letras en las que recurre a la primera persona. En la gira en la que presenta su nuevo trabajo, que arrancó en México y que llegará a Sevilla, al Auditorio Rocío Jurado, el próximo día 27, defiende dentro de una estética más colorida que la curiosidad y el aprendizaje son, posiblemente, el camino para alcanzar la felicidad y entenderse. "Y amo aquello que no veo pero intuyo. (...) Amo creer, querer, saber y preguntarme", expresa en Amo, el corte que da nombre al álbum.

-El disco posee una serenidad que parece una conquista de los años. ¿Es así?

-Es un trabajo con los chacras muy bien alineados. Eso ya me pasó con otro álbum que pude componer en las mismas condiciones, que fue Sereno. Este disco también es muy sereno: estaba en casa, tuve tiempo de sobra para hacer mucho material, que eso ya de entrada es un lujo, porque tienes la posibilidad de elegir. No tuve que componer en los hoteles, a salto de mata, convenciéndome de que lo que tengo es válido porque me marcan una fecha de entrega que debo cumplir. Aquí he tenido margen, he estado tranquilo, con mi familia. Hasta que no he decidido tener mi propia familia no he tenido esa sensación de plenitud, de serenidad.

-Cuando uno escucha el disco, da la impresión de que hay detrás un proceso de aceptación de uno mismo. Como si dijera: Éste soy yo, y no tuviese miedo, esta vez, de mostrarse.

-Como en Sereno, hablo en primera persona, algo que no suelo hacer en mis trabajos. Normalmente me gusta mucho inventar historias, novelar, plantear personajes, situaciones... Aquí describo momentos propios que no suelo retratar, pero se ve que en casa me traiciono [ríe]. Pero sí es verdad que es un álbum muy sereno, muy alineado, muy sólido, con mucho peso y mucha autoridad. Y, sí, como dice, parece decir éste soy yo, y soy el resutado de todas estas cosas, que quiero enseñaros y quiero compartir. Yo creo que el tiempo que pasa, los días que se suman, llámese edad... eso te llega a dar esta cosa de asunción, de aceptación... de esto es lo que soy y éste es mi territorio.

-La edad también enseña, especialmente al hombre, que ha sido educado para reprimir sus emociones, a expresar los afectos. Este álbum es valiente en ese sentido: habla mucho del amor.

-No sé de qué manera nace, pero en el disco propongo un ejercicio curioso, una especie de juego malabar con los conceptos del amor... El amor existe de diferentes maneras en este álbum. Amo es el conocimiento, es el saber. Encanto trata sobre el dios amor por excelencia, del que gobierna incluso a los dioses del cielo. En la escuela nos contaban todas las putadas que hacían los dioses griegos y romanos cuando se encelaban, todo lo que hacían por amor. Y Libre ya de amores habla de ese periodo de transición en el que uno está en el mercado de nuevo y descubre que está libre de temores. Los enamoramientos son maravillosos, las relaciones también, pero pasado ese momento primero empieza a surgir un hormiguero de pequeños temores, que te van picando como chinches y al final acaban con todo. Todo se convierte en un deber, en un tener que hacer... La canción habla de que ya no sientes nada, ya has superado eso, tomas aire y el mundo te responde otra vez. Me interesaba esa libertad, esa especie de interludio entre dos historias, de lo que no se suele hablar. Pero, digo yo, los puntos y las comas forman parte también de las frases, ¿no? También hay otros temas como Solo sí, que es muy masculina en el sentido de que la mujer pasa por el despecho y el hombre pasa por masticar las cosas como si fueran tabaco; o Tú mi salvación, nadie te puede decir algo mejor que eso, es una canción de extrema alegría. El disco es así como un poliedro: el amor visto desde aquí, desde aquí y desde aquí. El dios, el conocimiento, la libertad, el piropo...

-Usted ha sido un pionero en España en ofrecer espectacularidad en los conciertos. Posiblemente uno de los primeros que trabajó mucho las escenografías, el despliegue de efectos...

-Pero eso es por una sencilla razón. Yo, desde el principio de mi carrera, ya empecé a tener un mercado internacional, en el que estaban países europeos, y entre ellos Italia. Italia, en los años 70, era, antes que Inglaterra, el país pionero en cuanto a sonido y luces. Yo he visto a principios de los 70 a grupos como Genesis o Yes, que tenían actuaciones asombrosas con grandes efectos, pero te ibas a Italia y había grupos que tenían unas infraestructuras espectaculares y mucho más gusto. Estamos hablando de un tiempo muy limitado técnicamente, en el que no podías cambiar colores, elegías una gelatina y decidías si se iba a quedar siempre en amarillo, en rojo, en ámbar o en azul. No había muchas opciones, pero tenían una capacidad de diseñar que era fabulosa. Yo tenía ese mercado y empecé a tener claro que, por un lado, estaba la carrera discográfica, y, por otro lado, estaban los conciertos como otra carrera. ¿Qué ha pasado cuando algún disco no funcionaba? Que la gira ha sido pese a todo un éxito, porque yo tenía una reputación. Si vienes a verme, vas a ver un concierto con nuevas propuestas, con ideas, vas a ver un espectáculo. Es una garantía.

-Ha anunciado que por los conciertos asomará "todo lo que me ha interesado en la vida". Habrá, dice, elementos de aritmética, astronomía, biología, literatura... ¿Cómo es, por ejemplo, el Miguel Bosé lector?

-Pues la verdad es que ahora soy un lector con muy poca paciencia. Con 14 años, sin entender lo que decía, me leía hasta a Kierkegaard. Soy uno de los pocos que ha leído En busca del tiempo perdido en italiano, Alla ricerca del tempo perduto, porque mi madre lo tenía, y después, como alumno del Liceo Francés, tuve que hacerlo también ya sin traducir, À la recherche du temps perdu. Era un lector compulsivo, pero, claro, entonces apenas había televisión... Ahora leo más que nunca, pero no literatura: muchas historias en la tableta. Aunque luego compro libros, muchos, por inercia. Y si a las 60 páginas no me ha enganchado lo descarto. La novela se me hace muy cuesta arriba, hoy me resulta difícil encontrar alguna que me lleve hasta el final. Con la edad me he pasado a otros géneros, más al ensayo.

-Volvamos a lo que tiene reservado en los conciertos.

-El paréntesis de Cardio y Papitour se cierra, era color negro y ahora es color blanco. El concierto empieza en blanco y en silencio, es como un anticoncierto, una performance donde el espectador va entrando en el mundo que se le va a proponer. He construido algo que tenía muchas ganas de hacer: el concierto dura dos horas y pico; la primera hora y treinta y cinco, que es el primer cuerpo, no hay canción-apagón-canción, está todo hilado, las transiciones musicales, los parlamentos. Es un viaje, se abre una puerta, una experiencia te lleva a otra, hay algo que vuela hacia otro sitio. Es un trayecto con colores más cálidos, frente a los de Papitour, queeran más fríos. Aquí hay algo mucho más solar, y toda la estructura está robotizada. Es complicado, pero nosotros trabajamos con firmas que nos dejan que testemos algunos avances antes de que salgan al mercado, y tiempo antes de los conciertos, cuando diseñamos las giras, algunas de esas cosas que hemos probado encuentran su sitio. Trabajo con gente muy brillante: llevo con el equipo de luces, que son profesionales belgas, desde el 92; los de sonido, que son franceses, desde el 96... Los últimos que han entrado llevan ya ocho años, uno es sueco y otro holandés, y son los que diseñan los contenidos de informática. Es gente muy creativa, agarramos una idea base y trabajamos a partir de ahí. Es una arquitectura muy sencilla, pero con mucha capacidad de crear espectáculo, que es de lo que se trata. Yo quiero complacer a los espectadores: la entrada cuesta mucho, nunca vas solo, tienes que organizarte antes... Ver si hay que llevar coche y dónde aparcas, si tienes hijos tienes que planear dónde los dejas... Desde el segundo cero, yo tengo verdadero empeño en que la gente sienta que todo ese esfuerzo ha merecido la pena, que se deslumbre. Hay que ser generosos.

-¿Y cómo se resuelve esa tensión entre la necesidad de mostrar el nuevo repertorio y no dar la espalda a los éxitos de su carrera? ¿Le cuesta decidirse y elegir el contenido de las giras?

-La tercera parte del Amo Tour es este álbum, y dos terceras partes que son los éxitos de siempre. Con Papito habíamos actualizado los temas trayéndolos al hoy con arreglos, para que parecieran que habían sido compuestos ayer mismo, y aquí hemos vuelto al origen. Todo no puedo meterlo, pero ensayamos suficientes temas para, a mitad de gira, ir cambiando algunas canciones por otras. Hay un discurso de dinámicas, de coherencias, que hay que tener en cuenta.

-Quería hacerle una pregunta más personal. Cuando uno es ahijado de Luchino Visconti, hijo de Dominguín y Lucía Bosé, visitan su casa grandes como Hemingway y Picasso, y es alumno de Martha Graham y Lindsay Kemp, ¿de quién sigue aprendiendo?

-Yo aprendo con las entrevistas, por ejemplo. Es lo que busco, a lo que voy: la fuente de aprendizaje está en cualquier esquina, cuando menos te lo esperas. Siempre alguien te puede enseñar algo. Estas preguntas, por ejemplo, me han llevado a sitios nuevos, algo se ha añadido. Si uno está a favor, el aprendizaje es constante, y el aprendizaje es la base de la felicidad. Yo veo a mi hijo Tadeo, que tiene la curiosidad que yo tengo multiplicada por diez. Tiene cuatro años recién cumplidos y lee, escribe, sabe cuáles son todos los planetas en el orden de cercanía al sol... Le regalé la reproducción de unos planetas y me dijo que faltaba Plutón. Le dije que ya no era un planeta, pero cuando me preguntó por qué... tuve que reconocer que no lo sabía [ríe]. Son informaciones que no te van a cambiar la vida y no retienes. En un niño ves esa magia de preguntar y aprender, y eso es algo que debemos mantener los adultos. La curiosidad, estar alerta, el aprendizaje, eso es como un buen lifting de espíritu, la clave de la felicidad.

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