Rosalía y El mal querer: un análisis desde el flamenco

En busca de la Atlántida

  • 'El mal querer', segundo disco de la cantaora Rosalía, es una obra oscura, desprejuiciada y plena de energía

Rosalía el pasado octubre en la XXI Bienal de Flamenco de Sevilla.

Rosalía el pasado octubre en la XXI Bienal de Flamenco de Sevilla. / Óscar Romero/Bienal de flamenco.

En Malamente encontramos esa dicción tirada gustosa que hizo las delicias de los fandangueros de preguerra: el Corruco, Aznalcóllar, Palanca, sobre todo el sevillano de Marchena Palanca. Con un estribillo hipnótico que todos ustedes conocen. Tangos del desagravio de distanciamiento absoluto. Sin ironía, con los sentimientos a flor de piel. Aunque vistos en el espejo.

Que no salga la luna son unas bulerías caracoleras pasadas por el filtro de La Paquera. En ellas demuestra la cantaora su virtuosismo rítmico en los brillantes trabalenguas. Eso sí, el tratamiento es absolutamente contemporáneo. Son unas bulerías clásicas pero con las técnicas sonoras de la música popular del siglo XXI. Eso no afecta al contenido literario y musical de la pieza sino para sacarnos una sonrisa que nos asienta en el aquí y el ahora.

En Pienso en tu mirá regresa el estribillo potente, dulce, cadencioso, sentimental porque aquí la emoción glosada son los celos. Una melodía sencilla, lírica. Pop flamenco en estado puro. De aquí no sales son unos pregones de Macandé con auto-tune que derivan en unas frenéticas y sensuales bulerías eléctricas.

Reniego son, efectivamente, como saben todos los aficionados, las famosas seguiriyas trianeras de Antonio Cagancho que Rosalía enlaza con un cante jerezano, de nuevo con La Paquera como referente. El arreglo para orquesta de cuerda pone el contrapunto de almíbar a lo amargo de la música y la letra tradicionales.

Bagdad son unas bulerías lentas en las que Rosalía da cuenta de su virtuosismo vocal y de la riqueza tímbrica impagable que posee. En Di mi nombre regresa el rimo de los tangos: se trata de cantes del Camino del Sacromonte. Una gozosa descarga energética en la que celebra el encuentro con el cuerpo amado.

Portada del disco de Rosalía 'El mal querer'. Portada del disco de Rosalía 'El mal querer'.

Portada del disco de Rosalía 'El mal querer'.

La Nana es un gozoso ensayo de polifonía jonda, la melodía que el gran Bernardo el de los Lobitos legó para el arte jondo. La cantaora introduce alguna modulación inédita que dota a la pieza de una fuerza enorme. La polifonía jonda es el próximo reto del arte flamenco y Rosalía lo sabe. Es sin duda el cante más oscuro del disco pese a tratarse de una tonada infantil.

Maldición son unos fandangos de Huelva con un leve acompañamiento de teclados y donde sigue el experimento polifónico de la pieza anterior. Son unos fandangos tan luminosos como íntimos. Y, en la misma línea, los tientos que cierran esta obra.

Este tercio final es sin duda lo mejor del disco. Rosalía saca del museo a La Paquera, a Caracol, a Cagancho y a Macande, a Bernardo y a los tangos del Camino, los cantes de Huelva y los de Granada. Y este aire fresco le sienta bien a un repertorio que nació en la cueva, en el tabanco, en la taberna y en el teatro, naturalmente. Que no fue concebido para el enclaustramiento sino para el aire libre, para el sol y para la noche.

Rosalía se acerca sin prejuicios al repertorio tradicional con mucho conocimiento, con respeto, ya que es absolutamente fiel a las melodías y a las letras tradicionales, más que muchos de los considerados puristas, situándolas en otro lugar, arrojándoles nueva luz. Consigue el extrañamiento que los futuristas esperaban del arte de lugares comunes y de sitios familiares.

En su garganta el arte jondo es un recién nacido. Ese es el prodigio. Desde luego que esos nuevos lugares por los que transita lo jondo en esta obra van a asustar a muchos, a uno y al otro lado del muro. Descubrirán, de repente, que se trata de un muro imaginario, que en el arte no hay fronteras. O no lo descubrirán, y esa es la tragedia.

Todo esto es fruto, no sólo de su profundo conocimiento del legado flamenco, entre otros legados. Sobre todo de su voz prodigiosa que, para nuestro gozo, ha puesto al servicio de seguiriyas, pregones, fandangos, tangos, tientos, bulerías y nanas. Lo que va a pasar, lo que está pasando, es que mucha gente se está asomando al balcón de Rosalía. Y está descubriendo un tesoro oculto, una Atlántida medio sumergida. Y esa es una noticia maravillosa: ¡afuera telarañas! Rosalía se abre en canal y nosotros se lo agradecemos rompiéndonos la camisa. El arte está al servicio, al fin, de las emociones.

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