Músicas contra la peste | Puccini

Puccini, el gran vividor de las emociones

Giacomo Puccini (Lucca, 1858 - Bruselas, 1924).

Giacomo Puccini (Lucca, 1858 - Bruselas, 1924). / D. S.

Cuando en el Prólogo del Orfeo de Monteverdi el personaje alegórico de la Música se presenta y canta aquello de: "Soy yo, la Música,/ quien con dulces acentos/ sabe apaciguar los corazones alterados/ y puede inflamar, de cólera o amor,/ los espíritus más fríos" estaba no sólo adelantando una de las premisas de todo el arte musical barroco –mover gli affetti– sino también una de las claves del éxito del entonces recién creado género operístico: la capacidad para llegar a tocar la fibra sensible del espectador.

En eso Puccini fue un genio. Hay incluso quien lo considera un tramposo: "La característica peculiar de las óperas de Puccini es que son manipuladoras" (Bernard Williams). Y es que el artificio teatral funciona de manera extraordinaria en las óperas puccinianas, incluso cuando el espectador lo conoce. Es más, Williams piensa que eso forma parte de su atractivo. Es decir, la autoconciencia del truco, el reconocer el engaño, el saber que están manipulando tus emociones. Pero la maestría del compositor es tal que al aficionado no sólo no le resulta molesto o inapropiado, sino que lo goza: "Vamos, Jaime, házmelo otra vez".

Por supuesto esa capacidad manipuladora se apoyaba en una maravillosa facilidad para la melodía, un oído soberbio para el color orquestal (cambia el clarinete del Adiós a la vida por otro instrumento y has hundido el aria) y un control sobre el tempo y la atmósfera de los clímax dramáticos casi sin parangón. Tomemos a Floria Tosca autocompadeciéndose ante la inconmovible crueldad de Scarpia ("He vivido del arte, he vivido del amor, sin hacer nunca mal a nadie..."), quejándose amargamente a la divinidad ("¿Por qué, Señor, me pagas de esta manera?"), cuando acaba de compartir con el espectador los aullidos agonísticos de su amante torturado en una sala contigua. ¿Cómo no conmoverse con el dolor de la diva? Sobre todo cuando su rol lo desempeña una de las grandes, Callas, Tebaldi, Scotto, Guleghina o, ahora mismo, Netrebko, quien incorporó por primera vez el papel en diciembre pasado en la Scala de Milán. Y parece mentira.

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