VIAJES CULTURALES

Lisboa en el año de Amália

  • La capital portuguesa, volcada en el centenario de la cantante que globalizó y modernizó el fado, ofrece imágenes inéditas en el atípico verano de la pandemia

El Jardim da Estrela es uno de los parques más bonitos de Lisboa y empezó a construirse en 1842 a instancias del gobernador de la capital portuguesa. Fueron los primeros jardines públicos de Lisboa, bautizados oficialmente con el nombre de una figura clave en el derrocamiento de la monarquía a comienzos del XIX, Guerra Junqueiro. Este espacio romántico de inspiración inglesa, entre cuyas plantas exóticas no faltan dragos de Canarias y una higuera de Bengala, queda muy cerca de la casa-museo de Amália Rodrigues, la cantante de fados más internacional y representativa del país.

Jardín de la casa-museo de Amália Rodrigues en Lisboa. Jardín de la casa-museo de Amália Rodrigues en Lisboa.

Jardín de la casa-museo de Amália Rodrigues en Lisboa. / Ch. R.

Su vivienda amarilla en la Rua de Sao Bento, donde residió por medio siglo, es hoy el destino de los peregrinos que quieren rendirle homenaje a este icono de la cultura portuguesa. Y vale la pena visitarla, porque su mundo privado y sus objetos personales se exponen de forma casi idéntica a como su dueña los dejó. Más allá de las medallas y condecoraciones públicas, destacan su longevo papagayo Chico, que sigue llamándola por su nombre, la despensa rebosante de cajas de té -se alimentaba sobre todo de sardinas y tazas de Earl Grey-, sus vestidos y joyas, así como sus zapatos de plataforma, que nos revelan a una mujer moderna, consciente de su dimensión pública y a la vez extremadamente tímida e insegura. Amália rozaba 1,59 metros pero su afición la recuerda altísima: sus vestidos largos, por lo general conjuntos de falda y blusa del mismo tejido y tono, ocultaban unos tacones de unos 20 centímetros con los que salía a escena. Sus joyas, siempre colmadas de brillantes, contrarias al minimalismo, completaban el halo de misterio y glamour de esta mujer que popularizó las gafas de sol enormes para ocultar su rostro y que en público prefería vestir de negro para ocultarse, una voluntad subrayada por el chal, lo que acabó imponiendo este color como el preferido de las grandes fadistas.

Vestuario de Amália en su casa-museo. Sorprende el colorido porque actuaba vestida de negro. Vestuario de Amália en su casa-museo. Sorprende el colorido porque actuaba vestida de negro.

Vestuario de Amália en su casa-museo. Sorprende el colorido porque actuaba vestida de negro. / Efe

Amália no sólo cantaba, sino que también escribía sus propios poemas, y su pasión por la literatura queda recogida en la biblioteca y en las vitrinas que recogen textos de los grandes poetas portugueses a los que puso voz, comenzando por Camoes. Con ella, la poesía lusa llegó a todos los hogares. Nació hace ahora un siglo en el tiempo de las cerezas, en una fecha indeterminada a principios de julio de 1920, y la criaron sus abuelos. A falta de una información más precisa, Amália celebraba su cumpleaños dos veces: el 1 de julio como la fecha oficial pero también el 23 del mismo mes, cuando la familia la inscribió en el registro civil.

Portada del disco que recoge la actuación en el Olympia que la consagró. Portada del disco que recoge la actuación en el Olympia que la consagró.

Portada del disco que recoge la actuación en el Olympia que la consagró.

Sus orígenes humildes se recuerdan visitando el hogar de esta mujer sin hijos que fue generosa con todos sus parientes y que también, como ahora se reivindica, abrió su corazón a los disidentes políticos y contribuyó a la oposición clandestina en tiempos de Salazar, aunque nada de esto se dijera durante la Revolución de los Claveles, cuando se la consideraba sospechosa de connivencia con la dictadura. Amália comenzó cantando en la escuela a los nueve años y en 1939 ya actuaba en las casas de fados. Ofreció su último concierto en 1994. Su carrera dio el salto internacional en España y se consagró al actuar en el Olympia de París, como recogió uno de sus discos más populares.

Su voz expresa como ninguna otra el alma portuguesa, la nostalgia, el desarraigo, la saudade. Es el sonido de Lisboa y en este año tan difícil, sin apenas turismo extranjero, sin colas ni siquiera para comprar pasteles de Belém en la mítica pastelaria junto al monasterio de los Jerónimos, Amália es la imagen ante la que todos agachan la cabeza en señal de respeto. Está por todas partes, inmortalizada incluso en el mural realizado por el artista urbano Smile.

La fadista nació "en el tiempo de las cerezas", una fecha indeterminada de julio de 1920

Algunos de sus poemas dieron forma a sus fados más célebres, como Lágrima, Uma casa portuguesa y, especialmente, Extraña forma de vida, que se ha saboreado como la autobiografía de esta mujer solitaria. Suenan sus canciones en Alfama y sobre todo en Mouraria, que es la cuna del fado y también el barrio modesto junto al que Amália nació. El cantante Hélder Moutinho (Oeiras, 1969), hermano del todavía más célebre Camané -quien versionó los temas de Amália en el homenaje nacional celebrado en julio- regenta la única casa de fados de Mouraria, un lugar muy especial en tiempos del Covid-19 por ser de los primeros espacios que ha reabierto y donde ahora vienen a cantar intérpretes de Alfama y vecinos que integran las marchas de Lisboa, suspendidas por el coronavirus y que en 2021 se dedicarán a Amália.

El río Tajo, presente en tantos fados, visto desde el nuevo centro Pilar 7 del Puente 25 de Abril. El río Tajo, presente en tantos fados, visto desde el nuevo centro Pilar 7 del Puente 25 de Abril.

El río Tajo, presente en tantos fados, visto desde el nuevo centro Pilar 7 del Puente 25 de Abril. / Turismo de Lisboa

Hélder Moutinho le ha dado nueva vida a la vivienda de Maria Severa, considerada la primera fadista, una intérprete fallecida prematuramente de tuberculosis en un burdel y cuya vida aciaga se compara con la de la Dama de las Camelias. Tocaba la guitarra y evocaba sus amores desgraciados con melodías doloridas que se consideran el origen de la canción nacional portuguesa. Su antigua vivienda fue reconstruida y adaptada por el arquitecto José Adriao y hoy acoge este restaurante de deliciosos petiscos y la única casa de fados del barrio multicultural donde también creció la aclamada Mariza (Maputo, 1973), oriunda de Mozambique, de donde retornó la familia.

"Al tener una terraza propia hemos podido retomar los conciertos, lo que no ocurre en muchos locales de Alfama que eran muy pequeños y siguen con la persiana bajada. Casa da Severa se llena cada noche porque no sólo acuden turistas, a los portugueses les gusta mucho cenar bien oyendo fados", comenta Helder, cuya aplaudida carrera internacional debía llevarle este mes a EEUU pero se ha visto afectada por la pandemia. Además de ser socio de Casa da Severa, tiene una agencia de representación de artistas y ha colaborado con el cónsul de Portugal en Andalucía, Joao Queirós, en el Festival de Fado que acoge anualmente el Lope de Vega. Si la pandemia lo permite, el Festival de Fado se celebrará en Madrid en septiembre y en Sevilla a final de año con las voces de Ana Moura, Cuca Roseta y Fábia Rebordão homenajeando a Amália Rodrigues.

Si la pandemia lo permite, el Festival de Fado le rendirá tributo a final de año en Sevilla

Subir al tranvía, ahora con mascarillas, es esencial para conocer las distintas caras de Lisboa. Subir al tranvía, ahora con mascarillas, es esencial para conocer las distintas  caras de Lisboa.

Subir al tranvía, ahora con mascarillas, es esencial para conocer las distintas caras de Lisboa.

Resulta estimulante ver interactuar a Hélder con sus paisanos. Él comenzó su carrera en casas de fados y, pese a ser ahora una estrella global -el año pasado actuó en Macao con una orquesta china-, todos le conocen, respetan y saben de su aprecio por las formas más genuinas. "Estas mujeres y hombres que hacen los coros de modo improvisado son miembros de las marchas que toman Lisboa por las fiestas del patrón, Santo António. Se suspendieron por la epidemia de Covid-19 y están deseando cantar", explica ante varios espontáneos que reclaman su turno. Nadie necesita megafonía. Siempre que alguien canta se hace el silencio.

Cuando se le pregunta por los fadistas que más admira, aparte de Amália, Hélder cita a Hermínia Silva, Alfredo Marceneiro, Beatriz da Conceiçao y al legendario Fernando Maurício, cuya casa-museo abre sus puertas aquí en Mouraria.

Este ambiente de la vieja Lisboa de casas desconchadas y manteles de hule contrasta con los barrios vanguardistas como Santos y Belem. En este último, a orillas del Tajo, abrió sus puertas en 2016 el innovador MAAT (Museo de Arte, Arquitectura y Teconología de Lisboa), un edificio que simula una gran ola y es vecino del antiguo Museo de la Electricidad de Lisboa, una imprescindible reivindicación del patrimonio industrial.

Detalle del biombo japonés de la Fundacion Oriente que ilustra la llegada de los portugueses a Asia. Detalle del biombo japonés de la Fundacion Oriente que ilustra la llegada de los portugueses a Asia.

Detalle del biombo japonés de la Fundacion Oriente que ilustra la llegada de los portugueses a Asia. / Hugo Maertens

Ahora que los vuelos directos de TAP entre Sevilla y Lisboa se han retomado, y que el sello Clean&Safe (Limpio y Seguro) garantiza unas medidas de seguridad e higiene óptimas de los establecimientos adheridos, probablemente no hay un destino mejor que la capital portuguesa para recorrer distintas emociones, geografías y épocas en un solo día. Basta con subirse al eléctrico (tranvía 28) que sale de Martim Moniz y desemboca en Estrela, o con cruzar el umbral de la Fundación Oriente, esencial para conocer la relación de Portugal con sus antiguas colonias y su condición de puerta europea de Asia.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios