Músicas contra la peste | Haydn

Haydn y el espíritu de la alegría

Franz Joseph Haydn (Rohrau, 1732 - Viena, 1809)

Franz Joseph Haydn (Rohrau, 1732 - Viena, 1809)

Su nombre es sinónimo de Clasicismo. En Haydn se halla la culminación de todo un proceso de regulación formal y armónica de la música occidental que había arrancado en el siglo XVII. Se le llama el Padre de la Sinfonía (aunque no la inventó) y podría tildársele igual en relación al cuarteto de cuerda (aunque tampoco). Haydn no inventó las formas clásicas, es cierto, pero experimentó con ellas lo suficiente para dominarlas, pulirlas y acabar por definirlas en sus estructuras y sus fundamentos esenciales.

Así, los cuatro tiempos de la sinfonía, que acababan siempre de manera gozosa y brillante, un recuerdo de aquellos movimientos de danza con los que solían terminar los conciertos barrocos. Hay en los finales de sinfonía de Haydn una alegría de vivir, una chispa que te hace mover involuntariamente los pies (como el swing del jazz) hasta que terminas silbando la melodía, que a veces se queda girando en tu cabeza durante horas.

Es lo que pasa con este rondó-sonata que pone fin a la Sinfonía nº94, conocida como La Sorpresa, una de esas que Haydn escribió en el transcurso de su primer y exitoso viaje a Londres en 1791. Música mucho más compleja de lo que aparenta, con esos juegos de claroscuros modulantes, pero que nos conquista por el corazón de sus lúdicas ideas melódicas y rítmicas. La escuchamos aquí en una ágil interpretación que la Filarmónica de Berlín dirigida por Mariss Jansons, el maestro letón recientemente desaparecido, ofreció en 2001 en un entorno singular, una iglesia de Estambul. Desde el occidente inglés al oriente turco, toda Europa se hace hoy júbilo danzante para aplastar al bicho.

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