Concierto de Rosalía en Sevilla

Si no fuese por ella...

  • El arte de Rosalía se alzó de entre las ruinas del peor sonido que hemos padecido nunca en el Estadio de la Cartuja, en la parada que 'Motomami World Tour' hizo el sábado en nuestra ciudad

Rosalía en el Estadio de la Cartuja

Rosalía en el Estadio de la Cartuja / Juan Carlos Muñoz

Uno de los defectos que más gente encuentra en las canciones de Rosalía es el de que no entienden lo que canta: que no vocaliza bien el castellano, que hace un uso extraño de las palabras en inglés, que emplea palabras inventadas o de una jerga cerrada, no se sabe muy bien si juvenil, oriental o pandillera. Todo eso no importó en absoluto durante la presentación del Motomami World Tour en el Estadio de la Cartuja. Lo mismo hubiese dado que Rosalía cantara en correctísimo castellano, en inglés sin acento, en japonés o en finlandés, porque el pésimo sonido hizo imposible entenderla. He estado en decenas de conciertos en este estadio, que no se caracteriza por la buena calidad del sonido que se consigue en él, pero nunca antes había llegado el desequilibrio sonoro hasta el punto de que los espectadores coreasen a gritos ¡no se escucha, no se escucha!. Y aquí lo hicieron cuando Rosalía terminó de cantar La fama, antes de comenzar con Dolerme. Si eso ocurría en la pista, donde la mezcla del sonido siempre se escucha mejor, lo que ocurría en las gradas era increíblemente desagradable: había un rebote agudo que se nos metía en el oído como si fuese una molesta chicharra y el desfase de décimas de segundo con el que nos llegaba alteraba el tempo de la música haciendo especialmente imposible la audición durante los minutos, por ejemplo, de Aislamiento, Blinding Lights, un desastre que unido al autotune -que en este caso merecería llamarse autodetune-, dejó la canción Como un G totalmente arruinada, cuando es una balada preciosa y uno de los mejores momentos del disco Motomami.

Y la verdad es que no entiendo en absoluto cómo pudo ocurrir esto teniendo en cuenta que la música no la estaban interpretando en directo en el escenario, sino que provenía de unas bases grabadas que han debido pasar por un complejo sistema de producción y deberían haber sonado de forma perfecta. Si esta performance, que no concierto, queda desprovista de su razón de ser, no tiene sentido alguno mostrarla. Porque además tampoco es especialmente buena la puesta en escena, a la que probablemente podríamos llamar espectacular si se desarrollase en un plató de televisión; el operador de la cámara steadycam estuvo en escena más tiempo incluso que Rosalía y no desentonaba entre los ocho bailarines, perfectamente mimetizado con ellos hasta en los movimientos; pero en un escenario como este quedó demasiado espartana e indigna de alardear de que se ha tardado más de un año en su preparación. Claro que tuvo efectos muy brillantes, como cuando en la interpretación de De Plata los bailarines quedaron en el suelo, formando un grupo alargado cubierto por una enorme tela negra cuyo extremo se anudó a la cintura de Rosalía a modo de falda negra, en gran contraste con su traje blanco. Desde la perspectiva del público el resultado final parecía el de un gran gusano negro con la cabeza blanca -el torso de ella- erguida y cuando aparecía en las pantallas desde una perspectiva cenital semejaba a Rosalía con una larguísima bata de cola absolutamente negra. Pocas nueces para tantísimo ruido como tuvimos; y la palabra ruido nunca ha estado mejor empleada que en esta frase.

Rosalía Rosalía

Rosalía / Juan Carlos Muñoz

¿Pero todo fue así de malo? De ninguna manera. Rosalía es una diosa. Y así lo demostró en la Cartuja. Quizás tengamos que achacarle fallos en la supervisión del espectáculo, si es responsabilidad de ella, como parece; pero lo que hizo sobre el escenario: cantar, bailar, interpretar, lo hizo todo bien. Algunas críticas anteriores mías han dejado ver que a pesar de reconocerle un mérito grandísimo en su forma de concebir la música de Motomami, el disco nunca me ha llegado a entrar; creo que las canciones no poseen el arte que a ella le sobra. Y aquí, además, sonaban fatal. Pero creo que aquí les he llegado a apreciar ese nosequé sutil y etéreo que no alcanzaba a notarles grabadas. Quizás haya sido por la maravillosa forma de bailar que tuvo en Bizcochito, por la manera intensa de encadenar las canciones, acortadas a veces, y dominar el escenario con sus gafas negras y sus poses de estrella en La Fama; por cantar Bulerías de una forma en la que reconocimos sus inmensas raíces flamencas y por arrancarse a bailarlas como una gitana de Lebrija; por elevar el reguetón con un popurrí que incluía partes de canciones tan denostadas como Papi Chulo y Gasolina de una forma en la que reconocimos sus inmensas raíces canis de cuando bailaba con sus primas en la feria y por arrancarse a bailarlas perreando como si estuviese en un squad de bailarinas de Los Angeles; por cantar Sakura tan melodiosamente de una forma en la que reconocimos sus inmensas raíces mediterráneas, heredadas de cantantes como María del Mar Bonet y asimiladas tal como lo han hecho grandes cantantes contemporáneas y paisanas suyas como Silvia Pérez Cruz… cuando cantó por derecho, lo bordó; ya sea un bolero reconvertido en copla, como Delirio de Grandeza, una nana como G3 N15 o rematando De Plata con un poderoso quejío por caracoles; maldito sonido que nos privó de tanta gloria; qué Malamente sonó, por parafrasear una de las canciones más conocidas de Rosalía, que también recuperó aquí; ¡tra, tra! habría que darle al culpable. Cuando bailó su cuerpo se convirtió en un punto focal del que no podíamos apartar la vista: sensual en Linda, espectacular cabalgando en Motomami la moto que formaron los cuerpos de los bailarines, luciendo el culo en un twerking deslumbrante en Relación, haciendo honor al título de Con Altura, divina bailando flamenco al ritmo del reguetón en La Combi Versace, en uno de los mejores momentos de la noche. Pero además fue tan humilde y considerada como para parar el show en mitad de Abcdefg porque una espectadora de las primeras filas tuvo un desvanecimiento y quedó atenta a que la atendieran debidamente, acercándose todo lo más que le permitían los accesos de delante del escenario, y cuando comprobó que ya la estaban cuidando, continuó después de decir: lo primero es que todos estéis bien y recibir los gritos agradecidos de Rosalía, Rosalía, de todo el público, algo que se repitió en varias ocasiones más.

Tocó la guitarra eléctrica en Dolerme y el piano en Hentai; agradeció el regalo de una camiseta que le dieron desde el público, poniéndosela para cantar incluso; bromeó con los espectadores sobre qué temperatura habríamos tenido hoy en Sevilla y cuando la gente le dijo que 45 contestó que eso no podía ser, que tantos grados no hay. En suma, Rosalía es una chica completísima y encantadora, a la que no me importaría tener como hija política si no tuviese ya una que también es perfecta.

Rosalía iniciando su espectáculo en el Estadio de la Cartuja Rosalía iniciando su espectáculo en el Estadio de la Cartuja

Rosalía iniciando su espectáculo en el Estadio de la Cartuja / Juan Carlos Muñoz

La organización decía que el aforo del estadio era de 20.000 espectadores, pero si tomamos la visión de gradas y pista la noche de Marc Anthony como patrón de esa cifra, aquí no habría más allá de 16 o 17.000, contados con mucha generosidad. Y si aquella noche tardé 35 minutos en salir del aparcamiento -muy poco comparado con la imbatible hora y cuarto del día de Manuel Carrasco- esta noche estaba ya en la rotonda de RTVE siete minutos después de subirme al coche. Eso sí, en puntualidad, Rosalía les ha ganado a todos los que han actuado aquí: a las 22:00 en punto comenzó a sonar la intro de Saoko, iniciando un espectáculo que terminó una hora y cuarenta y cinco minutos más tarde con los últimos compases y bailes de CUUUUuuuuuute, completando con ella unos bises que habían empezado con todo el cuerpo de baile y Rosalía paseándose por el escenario en patinetes durante la interpretación de Chicken Teriyaki. Y realmente eché de menos el habitual retraso de otras veces porque lo estaba pasando muy bien intentando adivinar por dónde saldría con la siguiente canción el ecléctico DJ que nos amenizaba la espera, capaz de encadenar un reguetón casposo con Te estoy amando locamente, de Las Grecas y Owner of a lonely heart de Yes, una canción sin sentido alguno en un contexto como este, como tampoco lo tenían los Wings de Paul McCartney que puso más tarde, tras habernos despachado algún rap clasicote, una buena pieza de dembow o las Bulerías de la Perla, de Camarón y Tu mirá, de Lole y Manuel, haciendo honor al espíritu de la música de Rosalía y de ella misma, incluso, sin complejos, fobias, prejuicios ni discriminaciones.

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