La colmena

Magdalena Trillo

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Las amazonas de Trump

Quedan cuatro años para saber si Kamala Harris también hace historia y ocupa el Despacho Oval

La congresista republicana Marjorie Taylor Greene.

La congresista republicana Marjorie Taylor Greene. / M. G.

Ayudaría que Donald Trump reconociera públicamente su derrota. Que hiciera la simbólica llamada al ganador, falsa siempre pero obligada, y que se detuviera unos minutos a pensar si quiere seguir jugando al golf con su ya no tan amigo Murdoch o situarse en la retaguardia para planear un nuevo asalto a la Casa Blanca dentro de cuatro años. Todo es legítimo. Y hasta valdría la frialdad de los tuits con que en su día anunció el muro con México y la guerra fría con China.

En frente no luce el sol. No parece nada claro que Joe Biden responda a las expectativas de profundo cambio que necesita EEUU ni que sea capaz de asumir el liderazgo mundial que se necesita al otro lado del Atlántico. Seamos honestos: ha ganado porque la gente ha votado contra Trump, no porque haya entusiasmado.

Son dos caras de una misma moneda y ninguna de ellas es, a medio plazo, lo que más nos debería preocupar. Por encima de Trump, debería alarmarnos el movimiento trumpista que se ha asentado en Norteamérica; esos fundamentalistas sectarios que se están agrupando bajo el paraguas de Make America Great Again (MAGA) sin espacio alguno para el titubeo: con ellos o con la "basura comunista". No al aborto, no al feminismo, no a las minorías y no a los medios y periodistas que osen disentir; sí a las armas sin control y sí al negacianismo tanto del cambio climático como de la Covid. Orgullosos de ser racistas, su lema es "luchar, luchar y luchar" para que Trump siga en la Casa Blanca.

No son grupúsculos de radicales aislados. Desde Georgia, Marjorie Taylor Green ha conseguido un escaño republicano; ¡el sabio designio del pueblo! Sufre del mismo delirio que los expertos en neurociencia acaban de señalar como marcador temprano del coronavirus. Se muestra entusiasmada por la "oportunidad" que supone su elección para "acabar con el culto satánico de pedófilos y caníbales". Es fiel seguidora de las teorías conspirativas de QAnon, una secta de ultras gestada hace tres años en internet que el FBI ve como amenaza terrorista.

Green no es ninguna loca; tiene su club de fans; amazonas del trumpismo. El líder republicano cree que será una "estrella" del partido y Biden, con 78 años, no parece que pueda ser ningún antídoto. Sólo Kamala Harris parece arrojar algo de luz en el túnel. Quedan cuatro años para saber si la vicepresidenta demócrata acabará ocupando el Despacho Oval. La historia también la escriben los números 2.

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