Entrevista a Antonio Mellet, presidente del Tribunal Eclesiástico de Sevilla

"La nulidad matrimonial no es para élites cristianas ni para ricos"

  • La Iglesia introduce la drogodependencia y la adicción a la pornografía como causas de nulidad.

  • En Sevilla se piden 4.200 divorcios al año pero sólo un centenar de nulidades eclesiásticas.

Antonio Mellet, presidente del Tribunal eclesiástico de Sevilla

Antonio Mellet Márquez, presidente del Tribunal Eclesiástico de Sevilla, reflexiona en esta entrevista sobre los valores de la sociedad actual que impiden a los jóvenes asumir la indisolubilidad del matrimonio. Afirma que la nulidad “no es un proceso para élites cristianas ni para ricos”, aunque la mayoría de las parejas que la solicitan tienen ya una vinculación pastoral con la Iglesia. La percepción de la falta de libertad ha cambiado: hace 60 años un matrimonio forzado por un embarazo era casi siempre nulo, pero hoy en día difícilmente lo es.

-¿Cuántas peticiones de nulidad se presentan anualmente en el Tribunal Eclesiástico de Sevilla?

-Se presentan unas 110 o 120 al año, aunque entre 10 y 20 no se admiten a trámite. Del centenar que se admiten, no todas prosperan porque en algún momento del proceso las partes desisten de continuar. Una vez que la causa es admitida, el tribunal tiene la obligación de llevarla hasta el final. En la mayoría de los casos se termina con una declaración de nulidad pero no puedo dar un dato concreto porque no soy partidario de llevar ese control. No quiero verme influido de si son muchas o pocas o si deben ser más o menos.

-¿Cuánto dura el proceso en Sevilla? 

-El Código de Derecho Canónico de 1983 aconseja que el proceso dure un año y en nuestro tribunal metropolitano es un objetivo que nos marcamos, pues actualmente tarda entre 1 y 2 años, ese objetivo aún no lo hemos conseguido pero estamos intentándolo.  

-¿Qué causas de nulidad son las más aplicadas?

-Las principales responden a motivos producidos por los signos de nuestro tiempo: vivimos en una sociedad fragmentada, lo que los sociólogos caracterizan como de un “pensamiento líquido”, un pensamiento débil. Emocionalmente hay personas frágiles, que viven en la temporalidad sin dar perpetuidad a su vida, con una carencia del sentido del compromiso y todo esto influye necesariamente en el matrimonio.

Las causas de nulidad matrimonial tienen que ver con estos aspectos y se concretan en el grave defecto de discreción de juicio e imposibilidad para sopesar la importancia del paso que se va a dar. También la incapacidad de origen psíquico para asumir las obligaciones del matrimonio. Aquí entrarían todos los aspectos relacionados con las adicciones: alcohol, ludopatía, estupefacientes o pornografía cuando impiden que la persona asuma la vida matrimonial en sus elementos esenciales. 

"Nos equivocamos" no es una causa de nulidad matrimonial

-¿Por qué no se admite que la pareja se equivocó al casarse?

-“Nos equivocamos” no es causa de nulidad. Diferente es que esa equivocación sea consecuencia de un padecimiento interno grave que le imposibilitó asumir lo que es el matrimonio. La causa es que la persona no percibió porque no pudo percibir, por cualquier motivo: Bien por una circunstancia interna, pongamos una falta de libertad interior de la persona, que se sienta coaccionada, con un miedo grave, o bien por un elemento externo que le impide sopesar adecuadamente la importancia del paso que va a dar.

El proceso de nulidad matrimonial es una pregunta muy simple que hace un cristiano a la Iglesia: ¿mi matrimonio existió verdaderamente o sólo hubo apariencia de matrimonio pero no se produjo el vínculo, por cualquier causa? Es una pregunta que se formula movido por un interés de conciencia, lo que desea en primer lugar es una tranquilidad de conciencia y en segundo lugar si es posible acceder a nuevas nupcias. Si el matrimonio existió, sabemos que esa persona esta casada ante Dios y la Iglesia. Si no existió, sabemos que es soltera y está libre canónicamente para contraer matrimonio.

-¿Una causa puede ser la presión social?

-Si es lo suficientemente grave como para que anule la voluntad, sí. Yo siempre digo, medio en broma, que la falta de libertad no es que te pongan una pistola en la cabeza y te lleven al altar, eso sólo pasa en las películas. Pero sí es cierto que puede haber unos condicionantes tan graves que coaccionan hasta tal punto tu voluntad que utilices el matrimonio como un medio para escapar de una  situación, aunque realmente no querías contraer matrimonio. 

Podríamos pensar que eso ocurría hace muchos años pero por desgracia también pasa ahora. Todos somos susceptibles de ser coaccionados.

Otras causas serían la exclusión de elementos esenciales del matrimonio, algo que de nuevo responde a los signos de nuestros tiempos: una sociedad que rechaza el valor de estar abiertos a la vida y que por tanto excluye la generación y educación de los hijos, o que excluye la indisolubilidad del matrimonio o la fidelidad conyugal. También se admite como causa actitudes de bigamia, es decir, personas que mantienen un comportamiento bígamo porque tienen varias parejas. 

Esto es algo propio de una generación que piensa de otra manera porque quizá se haya normalizado en nuestra sociedad un tipo de mentalidad, pero que es ajena a la antropología cristiana y que por lo tanto afecta a la validez o no del vínculo del matrimonio.

-Se trata de unas reflexiones que también se está haciendo la sociedad civil...

-Totalmente, porque la Iglesia no es un compartimento estanco, se desarrolla en la sociedad en la que vivimos, por eso no es igual como se perciben estas cosas en Europa, Asia o en Africa.

La sociedad actual tiene unos valores, comportamientos y actitudes que influyen en la manera de percibir el matrimonio. Un cristiano de 30 años que va a casarse no está fuera del mundo, está salpicado de esa mentalidad y esa mentalidad a veces influye en la validez del matrimonio.

Pongamos un tema espinoso como la adicción a la pornografía. En una sociedad profundamente erotizada, donde la pornografía es un producto de consumo en personas cada vez más jóvenes (incluso por debajo de 14 años), se trata de una actitud que repercute muy negativamente en las relaciones íntimas y por tanto puede producir una nulidad del matrimonio. Todo ello quitando la consideración moral, que la Iglesia tiene muy claro de este tipo de asuntos. 

No digamos si por aquello de la tolerancia se va produciendo un grado de búsqueda de la satisfacción personal en la pornografía en elementos cada vez más graves. 

-¿En estos aspectos  la Iglesia se tiene que actualizar continuamente?

-Claro, la jurisprudencia del Tribunal de la Rota, que es el Tribunal Supremo en la Iglesia, continuamente está recibiendo causas como ésta que después se publican, salvando los elementos de privacidad, para orientarnos de como hay que tratar estas cuestiones. 

-¿La Iglesia se ha adaptado a los tiempos y los vicios del consentimiento son otros?

-Hay un ejemplo “de manual”: hace 60 años, en un pueblo de la España profunda, si una chica se quedaba embarazada, automáticamente se casaba. De entrada, cabría decir que probablemente ese matrimonio era nulo. ¿Se declaraba nulo? No, porque la sociedad permitía que ese matrimonio perdurase, los trapos sucios se lavaban en casa y seguían juntos hasta que la muerte los separase. Hoy en día yo he casado a chicas de 20 años embarazadas y sabiendo que de ninguna manera ese matrimonio iba a ser nulo, al menos por esa causa. 

Con esto quiero decir que La sociedad actual no coacciona a la persona porque eso (el embarazo prematrimonial) sea una vergüenza social. Muchas parejas acuden a la Iglesia a pedir el matrimonio con sus hijos y van a la ceremonia con el carrito. Ahora no es común que esos matrimonios sean nulos, cuando hace 60 años casi seguro que lo eran y la excepción era que fueran válidos.

-¿Como se explica desde una mentalidad actual que el matrimonio sea indisoluble?

-Para mi es muy importante dejar clara la diferencia entre un divorcio y una nulidad: el divorcio es romper algo que hubo, en la nulidad no hubo vínculo. Hay que desmontar ideas como la de buscar “el divorcio por la iglesia”, por eso hemos creado la Oficina de Acogida Pastoral y Asesoramiento Jurídico.

Este es uno de los elementos de la mentalidad contemporánea contrario a la idea cristiana. Toda la sociedad occidental te dice el vinculo es destructible y por eso existe Ley del Divorcio en todos los países europeos. Algunos la tienen incluso desde hace casi un siglo. Y esto es un obstáculo para el cristiano.

En España la primera Ley del Divorcio data de 1931 y la sociedad se ha ido empapando de esta mentalidad. Por eso es difícil que una persona de 25-30 años asuma la indisolubilidad del vínculo cuando ademas es reticente al compromiso de por vida, cuando además no tiene en su ADN la importancia del sacrificio y cuando además la idea de amor se reduce a algo emotivo. 

El cristiano actual que quiere tomarse en serio su compromiso tiene el conflicto en su cabeza entre “creo lo que me dice la Iglesia” o “me dejo llevar por la corriente social que me dice desde hace un siglo que el matrimonio es disoluble”.

-¿Cuál es la edad media de las personas que en Sevilla acuden al Tribunal Eclesiástico?

-Vienen desde parejas por debajo de los 30 años, cuyo matrimonio fracasa pronto, hasta personas con 70 y 80 años. Estas últimas a lo mejor llevan años desde su divorcio o separación y acuden a la Iglesia porque después de un tiempo de convivencia pseudo conyugal quieren aclarar su situación en la Iglesia, siempre por motivos de conciencia.

-¿Cómo son los motivos de conciencia desde la perspectiva del tribunal eclesiástico?

-Nosotros no entramos en el fuero interno de la persona, en el ámbito de su conciencia. Estamos en un foro judicial, más volcado en el aspecto externo, pero la motivación que trae a las personas es una tranquilidad de conciencia, alcanzar esa paz interior después de un matrimonio fracasado, tal vez de una manera traumática, y quieren tener el convencimiento de que no existe ni siquiera el vinculo del sacramento con aquella persona.

-¿Cómo es el perfil de las personas que acuden al Tribunal Eclesiástico? 

-Son personas que tienen una vinculación con la Iglesia, bien a través de su parroquia, hermandad, de su movimiento eclesial, con distintos niveles de compromiso cristiano. Son personas que no están cómodas con su situación y quieren de alguna manera acercarse a los sacramentos con una situación familiar regular.  La familia es muy importante en esas personas. 

-En la provincia de Sevilla se producen unos 4.200 divorcios al año pero solo un centenar de nulidades eclesiásticas. ¿A la Iglesia le gustaría que más gente recurriera al Tribunal Eclesiástico?

-Indudablemente, porque el proceso de nulidad matrimonial es de carácter judicial y por eso se desarrolla en un tribunal con unos jueces y una sentencia. No son palabras que deban asustar. Pero aunque tenga ese fondo judicial, tiene una proyección pastoral. En la Iglesia todo lo que se hace es pastoral, va orientado a que la persona viva una relación armónica con Dios y con el resto de los cristianos. Por eso es muy importante que una persona que ha padecido el fracaso de su matrimonio, al menos pregunte a la Iglesia en este foro judicial, pero con un  sentido pastoral, si su matrimonio fue válido o no.

-¿La duración del proceso y lo que les va a costar pueden retraer a las parejas?

-Existe desde hace un tiempo la idea equivocada de que este proceso es para una élite de cristianos, para personas ricas o de nombre, para familias importantes. Nada más lejos de la realidad. En primer lugar, en la Iglesia los asuntos económicos no deben ser nunca un obstáculo. No lo son para celebrar un sacramento en la Iglesia, tampoco para que tu matrimonio sea declarado nulo. Las tasas judiciales en nuestra diócesis rondan los mil euros, que no consideramos una aportación excesiva. En el ámbito civil las costas judiciales han sido asumidas por el Estado a costa de los impuestos. Eso no lo puede hacer la Iglesia porque no cobra impuestos a sus fieles. Quienes no pueden hace frente al gasto puede recurrir a los Institutos Jurídicos de Reducción de Costas Judiciales o del Patrocinio Gratuito, que conceden ayudas con mucha frecuencia. 

Hace dos semanas hemos abierto una Oficina de Acogida Pastoral y Asesoramiento Jurídico donde una persona informa gratuitamente sobre la posibilidad o no de obtener la nulidad y hace una acogida pastoral, ayudando a la persona a solventar sus dudas. Es la primera persona con la que se encuentran al llegar al Tribunal, una mujer con un carácter muy amable que lo hace de forma voluntaria, como parte de su servicio a la Iglesia.

-¿La gente teme tener que revelar aspectos íntimos ante este tribunal? 

-Se procura ser prudente y delicado. Cuando tengo delante a una persona cuyo matrimonio ha fracasado y que viene solicitando la nulidad, soy consciente de que todo lo que le pregunte es remover una parte de su historia que aún es una herida abierta. La persona sufre y se procura no invadir la intimidad mas allá de lo estrictamente necesario. 

-¿La gratuidad del procedimiento también repercute en los peritos y abogados?

-Sí, el elenco de abogados y peritos que pueden trabajar en los tribunales eclesiásticos -unos 60 en Sevilla-, así como los jueces eclesiásticos, perciben también una remuneración reducida. En el caso de los abogados, suelen ser matrimonialistas o mediadores y el Tribunal Eclesiástico no es su única fuente de ingresos. Los profesionales laicos lo hacen también porque son personas que se sienten parte de la Iglesia y esta es su forma de colaborar. 

-¿Qué falta para dar el salto y que el cristiano de la calle sienta la necesidad de acudir al Tribunal Eclesiástico y no lo hagan sólo personas ya vinculadas con la Iglesia?

-Respondería de dos maneras: nos hacía falta en la Iglesia un Papa Francisco que en el año 2015 promovió esta reforma y dijo al mundo entero que el matrimonio y la familia son fundamentales y que el proceso de nulidad está al alcance de cualquiera. Hace falta también que los pastores de la Iglesia demos a conocer que esto no es un instrumento coercitivo sino al contrario, que libera a la persona en su corazón y en su alma.

-Esta reforma buscaba la celeridad, abaratamiento de costes y la llamada “nulidad exprés”. ¿Se han alcanzado los objetivos?

-Sin duda alguna, la reforma de 2015 ha conseguido uno de sus objetivos que era hacer que los procesos se resolvieran con mayor rapidez, sobre todo porque antes hacían falta dos sentencias para declarar en firme la nulidad de un matrimonio y ahora no siempre hay que acudir a la segunda instancia. Lo que más contribuye a la rapidez es la nueva valoración de la prueba. 

El término “proceso exprés” es desafortunado y equívoco porque se acuñó para que el público comprendiese pero no significa que de un día para otro se pueda declarar la nulidad. Significa que cuando hay elementos que la prueban sin que hagan falta una investigación más profunda, se pueda acudir al obispo diocesano para que la declare. En dos meses y medio podemos tener una declaración de nulidad matrimonial pero no porque sea una vía exprés sino porque se dan los requisitos que la reforma contempla.

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