El nuevo curso pastoral ha comenzado esta semana con una celebración presidida en la catedral por el obispo de Huelva, José Vilaplana Blasco, coincidiendo con las témporas de acción de gracias y petición. Vilaplana recordó cómo desde antaño llegado el Otoño este era un tiempo de gracias por las cosechas de trigo y de vino para todo el año, mientras las primeras lluvias dejaban abonar el terreno para la nueva siembra. Un tiempo que acoge la Iglesia como suyo para la acción de gracias y petición en el nuevo trabajo que ahora se comienza. "Es una súplica -dijo- para que siga bendiciendo las labores a realizar; es precioso mirar un curso concluido y dar gracias, reconociendo los dones recibidos de Dios".

Junto a este agradecimiento habló del nuevo desafío para la Iglesia diocesana, el plan cuatrienal de evangelización que estará centrado en la parroquia y en el que han trabajado muchas personas, convirtiéndose en un instrumento cuya primera virtud, según dijo, es que se trata de una obra colectiva. Recordó las palabras de Juan XXIII que decían que la parroquia es como una fuentecilla que mana día a día ofreciendo beber del Evangelio.

Un plan diocesano para el que pidió un nuevo ardor, trabajando "como testigos apasionados de Jesús, que se note el entusiasmo, que es estar llenos de Dios". Pero además habló de comunión y resaltó que aunque hay seis objetivos, con uno específicamente dedicado a las hermandades, debe interesar a todos para que "nadie se quede fuera de este proyecto común", para conseguir que la Iglesia se vea rejuvenecida, "que todos nos sintamos familias, que la parroquia sea la familia de todos los hijos de Dios".

Una semana en la que también se celebraron los cultos a María Santísima del Rosario que le dedica su hermandad sacramental de la Sagrada Cena. Tras la función de su día hubo un concierto que estuvo a cargo del grupo de cuerda Viviocuerd de la hermandad.