No era ninguno de los escenarios a los que están acostumbrados, pero lo parecía. Las labores de demolición que Endesa lleva a cabo en la central Cristóbal Colón en la Punta del Sebo, era lo más similar a Haití, Perú, Turquía, Sri Lanka, Filipinas a cualquiera de los 13 países que han contado con la ayuda de la Unidad Canina de Rescate de los Bomberos de Huelva. Piero y Urko son dos de sus héroes, bomberos de cuatro patas que llevan en su olfato y en un instinto prodigioso la vida de quienes necesitan ser encontrados para poder seguir respirando.
El final de la jornada laboral en la central de Endesa era el mejor artrezo que se pueda encontrar. Cascotes de todos los tamaños, hierros que hacen armado al hormigón, trozos de metales de procedencia indeterminada, pozos con agua estancadas y restos de lo que fueron tres de los cuatro grupos que componían sus instalaciones y que serán historia después del verano según reconoció José Antonio Liaño, director de la planta.
Poco después de las 18:30 de ayer y bajo un sol de justicia, los responsables de los bomberos se aprestaban a esconder a su víctima. Era uno de los suyos que ocupó durante un buen rato un zulo construido por sus compañeros que pretendía que non fuera visto baja ningún concepto por el perro, así como que tuviera unas condiciones de habitabilidad mínimas para no convertir un simulacro en una situación real. “Los perros saben diferenciar perfectamente el olor que emite una persona viva, al de otra que ya no lo está” aseguraba en un montículo Antonio Nogales, responsable de la Unidad Canina.
Conoce a cada uno de sus “bomberos de cuatro patas” por su nombre. El primero en entrar en acción fue Piero, un perro de aguas listo como el hambre. Batió una zona amplísima, ya que fue soltado a una distancia más que considerable de su objetivo. No dejó piedra que oler, rastro que seguir, montículo que escalar ante la mirada de muchos que seguían sus evoluciones: “Está bien que estemos todos aquí, porque es la situación real a la que tiene que enfrentarse, con mucha gente a su alrededor”. Un dron sobrevolaba la escena y Piero entró en acción. El viento no ayudaba en su búsqueda, pero apenas pasaron cinco minutos antes de que comenzara a ladrar. Es la señal que lo había encontrado; en cualquier otro lugar, donde la vida de alguien atrapado entre los escombros de un edificio asolado por un desastre natural, a Piero le debería la vida.
El siguiente fue Urko, un labrador negro de más envergadura que su hermano de batalla, pero que tardó poco más o menos en reclamar la presencia de ayuda humana. Lo había encontrado. De inmediato recibe su recompensa en forma de una caricia de un compañero de rescate que sabe perfectamente que esa vida que ha salvado, se le habría escapado entre sus manos; el perro es la garantía de su supervivencia: “nosotros tenemos que remover piedra a piedra para tratar de encontrar a alguien con vida, algo que sería imposible llevar a efecto si no contáramos con ayuda de los perros”.
Enrique Gaviño, concejal de Seguridad, quiso destacar que “los bomberos de Huelva han dado muestras de su valía a lo largo de su participación en situaciones de extrema gravedad en todos los lugares del mundo donde han intervenido. Tenemos que poner en valor el enorme trabajo que llevan a cabo en favor de la seguridad de todos los onubenses”. Ayer volvieron a demostrar que esa seguridad está, además de en buenas manos, en buenas patas, en buen olfato y en un trabajo admirable.
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