Rogelio Buendía Abreu, librero, dinamizador cultural y escritor en la Huelva de hace un siglo

Nacido en Ayamonte, su carácter inquiero y su curiosidad de intelectual marcaron un camino que lo llevaría a ser uno de los libreros más recordados

Rogelio Buendía Abreu.
Rogelio Buendía Abreu. / Blog Crónicas de Huelva, por Antonio J. Martínez Navarro
Antonio Agustín Gómez Gómez

Huelva, 07 de diciembre 2025 - 09:59

En la quinta entrega de nuestra serie dedicada a los “santuarios del libro” en la Huelva de finales del siglo XIX y principios del XX, queremos seguir rescatando del olvido a aquellos espacios y profesionales que transformaron el comercio de libros en auténticos focos culturales. Hoy nos detenemos en la figura de Rogelio Buendía Abreu, un librero cuya vocación convirtió su establecimiento en uno de los principales focos culturales de la ciudad durante más de cuatro décadas.

En 1961, el erudito y cronista onubense Diego Díaz Hierro, en un artículo publicado en el Diario Odiel con ocasión del Día del Libro, describía a Rogelio Buendía como un librero dinámico e inolvidable, pero también como un notable escritor, cantor del costumbrismo onubense, que combinaba la venta de libros con la creación de preciosas novelas. Díaz Hierro subrayaba su talento literario y su capacidad para retratar la vida provincial de Huelva, reflejando en sus relatos la cotidianeidad, las tradiciones y los personajes de su tiempo.

Rogelio Buendía nació en Ayamonte en 1867, aunque desde niño vivió en Huelva, donde pronto empezó a mostrar un vivo interés por la lectura. Su carácter inquieto y su curiosidad intelectual marcaron un camino que lo llevaría a convertirse en uno de los libreros más recordados de la ciudad. Antes de abrir su propio negocio trabajó en distintos comercios y en la Bodega La Victoria, donde —según cuentan sus cronistas— aprendió los rudimentos del trato con el público y de la gestión comercial. Pero lo suyo no eran las botellas ni las cuentas: su auténtica pasión era el mundo de los libros.

En 1893, aprovechando la inercia cultural generada por las celebraciones del IV Centenario del Descubrimiento de América, Buendía decidió poner en marcha el sueño de su vida: abrir una librería. Para ello solicitó un préstamo de 1.500 pesetas, con el que pudo establecer su negocio en la actual calle Alcalde Mora Claros, conocida entonces como Tetuán y popularmente como calle Botica. No fue un inicio fácil —ninguno lo era en aquella época para los libreros—, y pronto comprendió que necesitaba un emplazamiento más visible.

En noviembre de 1895 trasladó la librería a la calle Concepción, número 21, una de las arterias comerciales más activas de la ciudad. Cuatro años después, hacia 1899, se mudó al número 17 de la misma calle; en 1907 regresó al 21, y finalmente, en 1908, se estableció definitivamente en el número 15, local que conservaría hasta su jubilación en 1935. Es probable que todas estas mudanzas obedecieran a la búsqueda de mejores condiciones comerciales, pero fue en este último emplazamiento donde la librería alcanzó su pleno desarrollo y se convirtió en un auténtico referente cultural para la ciudad.

Guía práctica de Sevilla, Córdoba, Huelva, Cádiz y sus provincias [1913].
Guía práctica de Sevilla, Córdoba, Huelva, Cádiz y sus provincias [1913]. / M.G

Una librería con alma

Desde sus primeros años, la librería Buendía fue mucho más que un punto de venta de libros y material de escritorio. Se convirtió en un espacio de encuentro para los intelectuales onubenses, donde se celebraban tertulias, se comentaban artículos de la prensa local y se fraguaban amistades, mientras se difundían las últimas novedades editoriales. Por sus mostradores pasaron figuras destacadas de la cultura provincial, como Cecilio Romero, Adriano del Valle, Casto Pino o Diego Durán, “Didacum”.

Rogelio Buendía, además de librero, fue un activo colaborador de periódicos locales y nacionales, firmando sus artículos bajo el seudónimo de Filipo. Su vocación literaria se plasmó también como autor de novelas costumbristas ambientadas en diversas comarcas de Huelva, así como en crónicas, poesías, cuentos y leyendas publicados en cabeceras como Diario de Huelva, La Provincia o El Defensor, combinando su pasión por la escritura con su labor profesional al frente de la librería.

Su establecimiento también funcionaba como centro de distribución y suscripción de prensa, tanto local como nacional. Desde su mostrador, Buendía gestionaba pedidos, cobranzas y envíos de periódicos como El Heraldo de Madrid, El Mundo o La Correspondencia de España, manteniendo a los onubenses al día de las últimas noticias del país.

Iniciativas pioneras en el ámbito de la cultura en aquella ciudad provinciana

Pero su compromiso con la cultura local se manifestó en varias iniciativas que hoy podríamos considerar precursoras. En 1915, Rogelio Buendía organizó en Huelva la primera exposición de libros de autores onubenses, una muestra que reunió obras de escritores como José Nogales, Manuel Siurot, Muñoz y Pavón o el propio Juan Ramón Jiménez. Era una manera de visibilizar y valorar la creación literaria de la provincia en un momento en que apenas se reconocía.

Años más tarde, en 1921, fue también el promotor de la primera exposición del libro andaluz. Este tipo de actividades —inusuales entonces en una ciudad de tamaño medio como Huelva y muy bien valoradas por la prensa de la época— muestran a un Buendía no solo como librero, sino como un verdadero dinamizador cultural, empeñado en difundir el gusto por la lectura.

Su pasión por la literatura se prolongó en su familia. Su hijo, Rogelio Buendía Manzano, se convirtió en un destacado poeta vinculado a la Generación del 27, y contrajo matrimonio con la escritora y periodista María Luisa Muñoz de Vargas, heredera de una influyente familia que controlaba la prensa local y dirigía una de las imprentas más importantes de Huelva.

Durante más de cuarenta años, la Librería Buendía fue un referente para generaciones de onubenses. Por su mostrador pasaron escolares, maestros, periodistas y escritores. Cuando su propietario se jubiló en 1935, el local de la calle Concepción, 15, pasó a albergar la papelería Diario de Huelva, prolongando la vida de un espacio que, durante casi un siglo, estuvo consagrado al libro. Hoy, en ese mismo lugar, encontramos una perfumería; una muestra del inevitable sino de los tiempos.

Rogelio Buendía Abreu falleció en 1941. Dos décadas después, el cronista Diego Díaz Hierro lamentaba que, tras su muerte, la ciudad no le hubiera rendido el homenaje que merecía. En esa misma crónica, publicada en 1961, mencionaba también una obra suya no conservada, con el sugerente título de Memorias de un librero provinciano. Qué cantidad de anécdotas, vivencias y personajes de la Huelva de entonces habríamos podido descubrir a través de aquellas páginas hoy perdidas. Un testimonio único de una vida consagrada a los libros y a los lectores, al frente de aquella “librería con alma”.

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