Minería

Al ritmo de la cotización del cobre

  • En los últimos 30 años la minería onubense vivió su final y ahora da muestras de recuperación.

La historia de los últimos 30 años de minería en Huelva ha estado marcada por las continuas fluctuaciones del precio de los metales, sobre todo del cobre, que condicionaron en todo momento el desarrollo de la actividad en los diferentes centros que operaban en las comarcas mineras y fueron el detonante de todo tipo de movilizaciones protagonizadas por la clase trabajadora.

Dos de las personas más influyentes del sector a nivel sindical, Ricardo Gallego (CCOO) en Minas de Riotinto, y José Carlos Torres (UGT) en Sotiel, ambos nervenses, repasan para Huelva Información las claves del ocaso y resurgir de la minería onubense en las tres últimas décadas.

En agosto de 1983, Gallego, por aquel entonces alcalde comunista de Nerva, ya era uno de los técnicos más cualificados en las minas de Riotinto y lideraba el movimiento sindical desde las filas de Comisiones Obreras. Mientras, Torres veía cumplido el sueño de cualquier estudiante de una comarca minera al entrar a trabajar por primera vez en Almagrera. Entonces, ninguno de los dos podía imaginar la crítica situación socioeconómica que atraviesan en la actualidad los pueblos mineros onubenses, tras más de diez años sin actividad minera.

Gallego recuerda que en Riotinto se vivía con cierta tranquilidad. La cotización del cobre estaba en torno a las 1.500 libras por tonelada. La empresa (Riotinto Zinc) contaba con alrededor de un millar de trabajadores. Pero los problemas no tardaron en llegar. "A mediados de la década de los 80 la cotización del cobre sufre una bajada brutal en el mercado de metales que provoca el cierre de la principal línea de explotación, con la consiguiente reducción de personal. La respuesta de la clase trabajadora no se hizo esperar y la mina permaneció bloqueada durante unos meses. Al poco tiempo, en 1987, la línea del cobre cerraba definitivamente", comenta como si fuera ayer.

Los primeros síntomas de declive que vivía la minería onubense, protagonizados en gran parte por Riotinto, al ser éste el mayor centro de explotación de toda la provincia, contrastaban con la tranquilidad que se vivía en Almagrera, al amparo del paraguas de la administración central. "En Sotiel trabajábamos alrededor de medio millar de mineros y el hecho de pertenecer a una empresa pública nos daba garantías de estabilidad. No vivíamos pendientes de la cotización del cobre porque no percibíamos esa dependencia tan brutal que se vivía en los centros privados como Riotinto", recuerda Torres.

La década de los 90 arranca en Riotinto con una cierta estabilidad marcada por la producción de oro y plata. Pero a mitad de la misma, la empresa plantea el cierre definitivo de la actividad con el denominado Plan Albor, que preveía la prejubilación de unos 200 trabajadores y el cese inmediato de otros 350. "Los trabajadores planteamos un plan alternativo, llamado Esquila, que garantizaba la continuidad de la actividad. Volvieron las protestas, los cortes de carretera, los encierros, hasta que logramos convencer a la empresa para transformarla en Sociedad Anónima Laboral", destaca Gallego. Las cosas no iban mejor en otros puntos de producción minera onubenses.  En Almagrera, los trabajadores veían cómo desaparecía el paraguas público al dejarlos en manos de la irlandesa Navan Resours. "Nosotros formamos parte de la privatización salvaje que practicó el Gobierno de Aznar. De la noche a la mañana nos enteramos de que estábamos en manos privadas. El proyecto pierde todo su sentido social y comienzan los primeros despidos, a los que intentamos plantar cara con todo tipo de movilizaciones", aclara Torres.

La SAL de Riotinto, ya en manos de los trabajadores desde agosto de 1995, aguanta seis años más. Gallego recuerda los primeros años llenos de ilusión y esperanza. En la mina trabajan más de medio millar de vecinos de toda la comarca y se renueva gran parte de la maquinaria con una inversión millonaria. "Pero todo se torció: al alarmante y prolongado descenso en la cotización de los metales, que no superaba los 1.200 dólares por tonelada, se le sumó la desastrosa gestión del director general, Carlos Estévez, y la desconfianza de las administraciones", lamenta.

El líder de Comisiones, que llegó a ocupar la vicepresidencia del consejo de administración de la Sociedad Anónima Laboral, siente una enorme decepción cuando recuerda que, al poco tiempo de clausurarse la explotación, en otoño de 2001, después de meses de intensas movilizaciones, el precio de los metales empezó a remontar. "De haber aguantado unos meses más, ahora estaríamos hablando de pleno empleo en la Cuenca Minera de Riotinto. Pero las administraciones se empeñaron en cerrar todos los establecimientos". 

En Almagrera, el declive protagonizado a raíz de la privatización de la mina fue imparable e igual de dramático. "Los últimos meses fueron terribles, protagonizamos todo tipo de movilizaciones y encierros en pozos de interior, ante el abismo al que nos enfrentábamos", pero todo fue inútil.

Ahora, 30 años después, las comarcas mineras onubenses vuelven a mirar con cierto optimismo el más que probable resurgir de sus centros. Al amparo de la ola más prolongada en la cotización internacional del cobre que se recuerde jamás, con una media sostenida de 4.000 dólares la tonelada en los últimos ocho años, ya trabaja con éxito Minas de Aguas Teñidas,  Matsa, en Almonaster la Real, que da empleo a unos 400 trabajadores. Mientras, otros tantos proyectos perfilan su puesta en marcha y la histórica mina de Riotinto espera pacientemente su ansiado resurgir.

Un año decisivo para el resurgir

La primera década de este siglo pasará a la historia como la del silencio de los barrenos que explotaban las tierras mineras onubenses en busca de su preciada riqueza. "Todos los centros cerrados a cal y canto. Cerca de un millar de mineros, prejubilados en sus casas. El futuro de cientos de jóvenes cercenado de cuajo. Una diversificación fantasma que nunca llegó a cuajar. Los ingredientes perfectos para propiciar el despoblamiento de las localidades mineras de Huelva", aseguran Gallego y Torres. Ahora, hay ecos de nuevos proyectos. Sobre Riotinto, Torres se muestra optimista, pero Gallego duda de la capacidad financiera real de quienes pretenden ponerlo en marcha. En lo que sí se muestran de acuerdo es en calificar esta década como la del resurgir de la minería. "La Faja Pirítica ha permanecido latente durante todo este tiempo a la espera de este momento. Este año no tiene que terminar sin que el resurgir de los centros mineros se haga realidad".

La diversificación económica se estanca en el camino

El responsable del sector de minería del sindicato UGT a nivel andaluz, José Carlos Torres, marca el desastre ecológico de la mina sevillana de Aznalcóllar, ocurrido en el año 1998, como pieza clave y desencadenante definitivo para confeccionar el acta de defunción del sector minero en la comunidad autónoma andaluza.  "Aquella catástrofe resultó determinante. Fue la sentencia de muerte para la minería metálica y se encargaron de ejecutarla con mano de hierro. Las luchas sindicales y las movilizaciones solamente sirvieron para garantizar una salida digna a los trabajadores, pero se quedó por el camino la diversificación económica y el futuro de las comarcas mineras". Un futuro que hoy es presente y que sigue esperando.

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