Respons(H)abilidades

La responsabilidad es la habilidad para responder y no estamos siendo del todo hábiles

  • Esta nueva normalidad que se llena de rebrotes por Covid-19 necesita personas hábiles para responder, sobre todo en sus propios ámbitos de influencia, esa es la responsabilidad más importante

De cara a la nueva normalidad son precisas personas hábiles para responder.

De cara a la nueva normalidad son precisas personas hábiles para responder.

Responshabilidades es el nombre de esta tribuna semanal, y no es fortuito. La responshabilidad con hache intercalada o la habilidad para responder, es un concepto clave para mí a la hora de entender y fomentar la capacidad de influencia y el poder de cada persona para transformar las cosas. Confío muchísimo, de hecho, en ese poder. Pero desde que tengo el privilegio de escribir aquí, nunca ha estado más de actualidad, ni ha sido más solicitada y necesaria que ahora, justo porque a ratos parece que la hemos perdido.

ResponsHabilidad no existe, así con hache intercalada quiero decir, pero la palabra responsabilidad en su raíz etimológica es más que evidente que podría llevarla, y dadas las situaciones que estamos viviendo con personas que ponen en riesgo la salud de toda la sociedad, deberíamos ponérsela aunque sólo sea para entenderla mejor.

Responsabilidad está formada por dos vocablos latinos: respons y ability. Busquen en un diccionario de latín y enajénense por un momento de las varias definiciones que le da a este vocablo la Real Academia Española, porque hemos teñido de culpabilidad una palabra que en su traducción literal significaría habilidad para responder. Tal cual.

Dejar de decir y empezar a hacer

Siguiendo esta reflexión, la responsabilidad más genuina de una persona es esa habilidad para responder a las situaciones que vive y mejorarlas. Cobra todo su sentido cuando focalizamos las respuestas en forma de acciones concretas, especialmente si son en nuestro propio ámbito de influencia. Esa es una gran responsabilidad le pongamos o no la hache.

En esas acciones individuales en el ámbito en el que podemos influir directamente, es donde somos realmente eficaces para contener una pandemia o impulsar cambios extraordinarios. Lo malo es que tenemos tendencia a estar más pendientes de pedir, comentar, criticar o lamentar que de hacer primero cada cual lo que le toca. Y a las fiestas sin mascarilla me remito.

Ya sé que no somos la mayoría. Que por unas pocas personas no podemos medir la concienciación de toda la sociedad. Que si la gente joven se cree inmortal. Que el problema son las personas que viven o trabajan en situaciones de riesgo. Que si es imposible respirar con la mascarilla a 40 grados. Que si las marcas que me va a dejar el sol si no me la quito. Que si “yo estoy bien, no pasa nada”. Que si ha sido sólo un momentito. Que lo que tienen que hacer es hacernos la prueba… Como dice la sabiduría popular: las excusas son como el culo, todo el mundo tiene una.

La distancia social es clave a la hora de contener el avance de la pandemia. La distancia social es clave a la hora de contener el avance de la pandemia.

La distancia social es clave a la hora de contener el avance de la pandemia.

Al otro lado, está la insistencia de las voces expertas y de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejándonos claro que para luchar contra el coronavirus y evitar contagiarse lo más eficaz es la higiene frecuente de las manos, la limpieza y desinfección de los sitios, la distancia entre las personas y la puñetera mascarilla. Pues eso, dejémonos de excusas.

Hace más de dos meses, cuando en pleno confinamiento aún discutíamos en España sobre si la mascarilla era o no era obligatoria - ahora sabemos que por una evidente falta de existencias disponible-, yo leía con cierto estupor en una entrevista la opinión de George Gao, director general de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de China. Decía claramente el 2 de abril a un medio de comunicación nacional, que el error más grande que estaba cometiendo Europa era que la gente no estaba usando la mascarilla. Ahí queda eso, que Internet todo lo guarda.

Pues ahora tenemos mascarillas. Muchas mascarillas. Las hay caras, baratas, desechables, reutilizables, de colores, con bordados… Las hay incluso en las que puedes imprimir tu propia boca o que son lavables en un lavavajillas. Y hasta que la ciencia no venga a salvarnos con la vacuna, me da la sensación de que no nos va a quedar otra que acostumbrarnos.

Por eso, volviendo a la reflexión con la que empezaba este artículo, y mientras sigamos pendientes de la responsabilidad de las instituciones, las empresas y los vecinos… Prestémosle mucha más atención a nuestra habilidad para responder en nuestro ámbito cercano de influencia.

Es puro sentido común. Si cada persona se preocupa de sus manos, su mascarilla y sus distancias, e influye para conseguir lo mismo de sus seres queridos, muchos menos rebrotes colorearán el mapa de España. Y donde vean que no se cumplen las normas preventivas, sean responshábiles y llamen la atención. Que eso también está en nuestro ámbito de influencia.

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