Huelva

El nuevo periodismo

Prefiero un árbol que a un periodista. Para la autora de la frase, la elección entre la supervivencia de la materia prima de un periódico y el futuro de quienes lo sacan a la calle a diario se inclina claramente hacia el primero. La cita, que invita a estamparla en una camiseta, me devuelve una sonrisa a lo que una vez, pensé, sería el oficio más bonito e indeseable del mundo. Porque cuando decidí empezar en esto, la imagen que me cautivó fue la del inconformista, el canalla, el contestatario, la rapaz, el temerario que no teme a ningún apéndice del poder y me salían ampollas con las visiones idealistas y melosas de las series de televisión.

Para mí un periodista no era un héroe, era una rata de cloaca. Para quien no haya visitado nunca la redacción de un periódico, que no se haga ilusiones: está demasiado profesionalizada. En mi ideario, nunca se me hubiera ocurrido llevar la billetera con la cantidad de sabandijas que por allí andarían sueltas.

Los inquilinos de una cárcel me hubieran parecido más honestos. Ahora la visitan hasta los niños de la ESO y salen todos con sus bocadillos intactos. "¿Qué vamos hoy al zoo o a un periódico?", propondrá la profesora, y ellos nos elegirán sin dudarlo y al llegar nos miran preguntándose "pues no parecen muy salvajes estos señores" y nosotros ya ni rugimos para la foto, aletargados en la enésima nota del enésimo organismo oficial.

Se llevarán de recuerdo un ejemplar del día que, perdido el uso de envolver bocadillos a no ser que sea de calamares, en su tinta, no verá la luz de la mañana siguiente a no ser que sea exonerado en el hogar familiar por la inminencia de mudanza o tareas de pintura.

Mi idea de una redacción era la de una sala con enormes pasillos, con cientos de plumillas corriendo de una lado a otro y una sala pequeña, donde están los gerifaltes, exclusivamente habilitada para echar broncas. Para mi infortunio, ningún jefe me ha llamado nunca mosquito infecto, bellaco o piojo resucitado cuando he metido la pata.

Y nadie que se precie puede llamarse a sí mismo periodista si no le ha insultado un veterano con respetables cicatrices.Tampoco he visto timbas de póker a la espera de que salte la noticia. Ahora no despegamos las cejas del ordenador y está hasta mal visto ausentarse tres horas para tomar un café con una fuente, o con un abrevadero si nos apetece.

Empiezan a desaparecer de las mesas las botellas de whisky, como lo hicieron en su día las máquinas de escribir. Y a mí si el periodista no es un borracho, es que no me fío. Y qué decir del principal aliado de la profesión desde el inicio de los tiempos, el tabaco. Proscrito.

¡Que todo huela bien, esté arrecogío y ni la esquina de un papel fuera de la mesa¡ ¿Pero dónde se ha visto eso? Señores, esto es una redacción de noticias. Y los periodistas, de traje con corbata, el cuello arreglao y la patilla de larga hasta el lóbulo de la oreja. Nos estamos volviendo locos.

Seré un romántico y viviré del mito, pero del burro no me bajo, que me tire él si quiere. Porque ese periodista al que imagino, es una rata porque vive a diario en la calle y no en un despacho oficial. Se preocupa del que no tiene nada y lo busca, no del que lo tiene todo y da miguitas del que ni siquiera es su pan.

Es diferente, rechaza lo "políticamente correcto" y a los "correctos" de los políticos. Porque los partidos políticos, diría mi abuelo, son como dos cochineras: unos están hartos y duermen; otros tienen hambre y chillan. Y si un periodista habla o escribe como un político, qué les diferencia.

Luego pasa lo que pasa. Que si el paisano que te ve por la calle después de cinco años te dice "ah, periodista, entonces querrás ser como el Gabilondo ¿no?", pues te mira con cara de "vaya tío malaje" cuando le dices "pues no voy a tener yo tanta suerte de que haya una Transición por en medio y vivir del cuento 30 años".

Por si no fuera poco con aguantar los clásicos de "ah, periodista, y cómo está el Antonio David" o "ah, periodista, pues a ver cuando te vemos en Telecinco, aunque sea presentando el tiempo". Pues no, señores, mi periodista es tunante, tabernero, deslenguado y pendenciero, porque las mejores noticias te las dan quienes quieren hablar y tienen la lengua larga, sin grabadoras y sin cuadernos por medio.

Sin compromisos y sin miedos, todo por escrito al día siguiente. Porque ya que talan árboles, vamos a contar lo que pasa. Sea por no traicionar a nuestra naturaleza.

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