Huelva

La nostalgia que habita en la fe

  • La aldea de El Rocío presenta un escenario atípico en plenos días de romería debido a la suspensión

  • Varios romeros se acercan a rezar y a pedir salud para todos

Una fotografía de la Virgen del Rocío acoge a las personas que se acercan hasta la aldea estos días.

Una fotografía de la Virgen del Rocío acoge a las personas que se acercan hasta la aldea estos días. / Josué Correa

"Por Manuel, por su recuperación". Así rezaba ayer una vela votiva en la aldea de El Rocío. Al final, todo se reduce a la salud. Lo importante no es que ayer no hubiese un mar de romeros ante el santuario. Lo importante es que el año que viene no falte nadie. Aun así el mundo rociero llora estos días una romería que no se celebra. No hay atascos en la entrada de la aldea. Hay aparcamiento libre, inusualmente, en la sombra. No se levanta el polvo al paso de los charretes. Y no hay alegría en los porches de la casas porque falta la gente. Una estampa histórica, triste y nostálgica, como asentían los pocos devotos que se acercaron al santuario bajo un pegajoso calor. 

"Si no venimos hubiese sido la primera vez en la vida que no vendríamos. Y es la primera vez que lo hacemos en coche", en estas fechas. Hablan dos parejas bajo la concha peregrina que colma el dintel del templo rociero. En la puerta, una fotografía a tamaño, parece, real de la Blanca Paloma entronizada. Abajo, flores para la Virgen junto con el nombre de todas las hermandades filiales, abanderadas por la Matriz, en papeles dispuestos por orden de antigüedad. "Lo que hemos hecho es guardar la tradición. Hemos venido simbólicamente a la hora que se presentarían las hermandades". Estos rocieros, unos de Isla Cristina y otros de Benacazón, reconocen que la no romería es "bastante duro". Tanto que, "no nos podíamos imaginar esto". El coronavirus ha pasado por encima de todo y habrá que aguardar un año más para que se rece cantando en la romería más grande del mundo de la fe. "Mi hijo vive en Galicia y viene siempre al Rocío. Este año, con el mono, se colgó una mochila y se fue a andar cuatro horas". Todo sea por evocar esos caminos que este año no han llegado a abrir. 

Muy cerca de la casa de Hermandad de Huelva, dos vecinos de Coria del Río llevan confinados en su casa desde que comenzó el estado de alarma. Pepi y Tomás llevan 13 años viviendo de forma estable en El Rocío. Pero este año es diferente. "En el fondo se nota la tristeza, no te entran ganas ni de cantar". El escenario es inusual. No parece ni siquiera un fin de semana normal en la aldea. Está más desierta que nunca y no sólo porque no esté la Virgen del Rocío. 

En el santuario, abierto en sus laterales, apenas tres personas sentadas en los bancos rezaban a un altar que presidía el simpecado de la Hermandad Matriz. Las emociones se leen a través de brillosos ojos que apenas tienen palabras para describir a qué pulso les bombea el corazón. Vacías también estaban las tiendas de recuerdos. Un contrapunto a un sábado de romería. La capilla votiva presentaba su cara más vacía de promesas en muchos años. Quizá el mayor de su historia. Tanto que dentro, apenas olía a su tradicional perfume quemado de peticiones a la Blanca Paloma. 

La vigilancia la hacía la Guardia Civil en sus todo terrenos. Aun así una actividad, en el día de la Fuerzas Armadas, que jamás pensaron que iba a encontrarse bajo mínimos. Y es que por no haber no hay ni comercios abiertos. Se podían contar con los dedos de una mano. "Ahora, por la mañana, estaría entrando Triana y la tienda estaría llena", explica una empleada, quien asegura que la situación es "muy dura. Y más con la desolación que hay. Esto te rompe". También añade la incertidumbre que genera en cuanto a las ventas tras perder una semana crucial para los negocios rocieros. "Es triste la situación pero otra cosa no se podía hacer". El hecho de que la Blanca Paloma no se encuentre en la aldea también es un obstáculo para el comercio de la aldea. "Llevamos 9 meses sin la Virgen y ahora tenemos que aguantar otro año". 

Tras el mostrador, sólo una persona, cuando lo normal en estas fechas es que "se triplique la plantilla". Si bien es cierto, "esto -el paraje- es único y la gente va a seguir viniendo aunque no esté la Virgen. Ahora mismo el mundo del caballo es lo que se mueve aquí". Otro obstáculo para contra el que lucha la facturación es que todavía no pueden llegar hasta la aldea las personas de fuera de la provincia, "que es lo que realmente mueve el Rocío y las ventas". "A lo mejor el Imserso te trae diez autobuses un domingo. Ahora no". A la conversación se une una dependienta de otro establecimiento, que ha abierto por primera vez después de más de dos meses y medio. La esperanza: la llegada del turismo y los aficionados al mundo del caballo". 

Al ambiente deshabitado se une el cierre de establecimientos hosteleros. La excepción se encontró en la cafetería Las Sabinas, que realmente vive de los vecinos de la aldea y no del turismo. Tanto es así que en la romería echa el cierre una semana porque "no compensa". Así, ayer le tocó abrir para unos pocos, para los que están los 365 días del año. También está la marisma, que ayer arropó de colores la tristeza de la aldea y la colmó de primavera. 

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