Gente Inteligente

La inteligencia de superar la resistencia natural al cambio

  • Afrontar los cambios, sobre todo los no deseados e inevitables, es de las situaciones más habituales que ponen a prueba nuestras habilidades más inteligentes

La inteligencia de superar la resistencia natural al cambio

Maldito cambio incesante que nos demuestras que nada permanece. ¿O bendito cambio constante que generas todas las maravillosas oportunidades de la vida? ¿Cómo ve usted los cambios?

Sepa que tenemos una natural resistencia a cambiar, incluso cuando la situación que vivimos no es del todo buena, por aquello del “más vale lo malo conocido…”. Pero sepa también que mientras reflexiona sobre la pregunta del comienzo de este artículo, las cosas han seguido cambiando, usted ha cambiado un poquito más, porque el cambio es inevitable. Y de cómo integre usted los cambios, sobre todo los impuestos y no deseados, depende su propia felicidad.

El cambio forma parte de la vida. Sus circunstancias, sus relaciones, sus pensamientos, su cuerpo… ¡Todo cambia constante e inexorablemente! Y algo tan natural como el cambio, sin embargo, solemos mirarlo con recelo, a veces añorando lo que había y otras temiendo lo que habrá de llegar. Y el precio que pagamos por resistirnos es muy concreto. ¿Lo comprobamos?

El precio de resistirnos a los cambios

¿Me acompaña en un experimento? Me gustaría invitarle a experimentar en primera persona el precio que pagamos cuando nos resistimos a cambiar. Es una pequeña dinámica que aprendí hace mucho y que me gusta facilitar en los talleres que organizamos por lo reveladora que es. Siempre lo he hecho de forma presencial, u online, pero viéndonos las caras. Así que esto es también algo nuevo para mí. Déjese llevar en las próximas líneas, como si yo estuviera ahí con usted. ¿Quiere?

Ponga el periódico, o el dispositivo en el que me lee, de forma que pueda seguir leyendo a la vez que aprieta los puños. Apriete muy fuerte. Tiene que ser muy fuerte, aunque se clave las uñas. No haga trampas. Apriete.

Mientras aprieta (no deje de hacerlo), piense que esa es la postura que más se asemeja a esos momentos en los que, a pesar de que los cambios son evidentes e incluso necesarios, usted se resiste a cambiar. En el fondo son como rabietas infantiles (siga apretando). No quiero llevar mascarilla, estoy hasta los pelos de guardar distancias, ¡quiero viajar!, hay que ver las arrugas que me han salido, ¡lo que ha cambiado mi empresa!, con lo bien que se vivía antes… Identifique sus pensamientos de resistencia, y siga apretando. Aunque le duela. No deje de apretar.

Además, en esa resistencia a los cambios no queremos estar solos o solas. Ni mucho menos. Agarramos a las demás personas para que tampoco cambien. Así que, aún con los puños cerrados (siga apretando, viva esta experiencia) intentamos que todo el mundo se resista con nosotros y nosotras, para salvaguardar la situación que teníamos: verás como eso no vale para nada, si al final volveremos a lo de antes, esto no va a funcionar, opérate, yo sigo haciéndolo como lo hacía que seguro que… Es la resistencia más activa.

Siga apretando, ya queda poco. Cuando lea otro ya, no ahora, le voy a pedir que abra la mano derecha rápido, sin dejar de apretar la izquierda. YA. Abra rápido su mano derecha, pero siga apretando la izquierda. Seguramente ha notado en la derecha un dolor intenso pero breve.

Ahora, otra vez cuando lea otro ya, le voy a pedir que no abra la izquierda, sino que simplemente deje de apretar, y la mantenga cerrada. ¿De acuerdo? Pues YA, deje de apretar, no la abra. Supongo que notará que habrá desaparecido la molestia intensa, pero permanece un cierto resquemor al que podría acostumbrarse. Siga con la mano izquierda cerrada, deme unas líneas más.

Imagine que ha apretado usted resistiéndose a esta nueva normalidad que nos ha traído un bicho despreciable desde hace ya un año. El virus que ha puesto al mundo de cabeza nos ha impuesto muchos cambios, casi todos inevitables y no deseados. La de cosas que habremos pospuesto esperando a poder hacerlas como las hacíamos... Pues esa es la forma de resistencia pasiva, la de dejar de apretar. No le duele mucho, pero le molesta constantemente.

Sin embargo, aceptar los cambios, integrarlos para poder crecer y avanzar, eso es abrir la mano de golpe. Le duele, claro que sí, pero es menor el tiempo de dolor. Mientras mantiene su mano izquierda cerrada, recuerde cualquier cambio en su vida al que ya se ha enfrentado. ¿Cómo lo hizo? ¿Abrió de golpe? ¿Se resistió activamente? ¿Pasivamente quizás? ¿Cómo quiere hacerlo ahora? Sume la resistencia si quiere. ¿Le merece la pena evitar un dolor intenso y breve a cambio de un dolor menos intenso pero sostenido en el tiempo y sin final?

Abra ahora su mano izquierda. Si me ha acompañado usted en la experiencia, posiblemente le cueste desplegar sus dedos. Eso es lo que nos pasa. Resistirnos a los cambios nos atrofia. Y el precio que pagamos es ese que ha vivido en primera persona: dolor.

Ante el cambio, flexibilidad

Si quiere o necesita trabajar la forma en la que afronta los cambios para que no le generen dolor, le sugiero que ejercite su flexibilidad. Es algo, además, bastante fácil, porque puede usted ejercitarlo con pequeños cambios, y eso le servirá. Cada cambio que integre su cerebro, por insignificante que sea, le vuelve más flexible y por tanto más hábil para integrar el próximo cambio al que deba enfrentarse. Es una de las leyes de la mente.

Cambie de ruta para ir al trabajo o a casa. Cambie de orden las rutinas mañaneras, la forma de ducharse, el modo en que habla con esa persona… Integrar cambios pequeños le preparará para los grandes. Y deje de posponer planes en esta nueva realidad. No se pueden hacer muchas cosas, eso es cierto, pues en vez de esperar a poder hacerlas, pregúntese: ¿cómo las puedo hacer ahora? Apóyese en su flexibilidad y en esa maravillosa creatividad que alberga en su interior. Y dejémonos de resistirnos tanto siempre.

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