Eduardo vázquez-limón

Las inquietudes del hombre

  • Técnico ortopédico

Inquieto, muy activo, nervioso, incansable, trabajador. Todo ello se reúne en Eduardo Vázquez-Limón (Huelva, 1979). Quizá todo esto ha contribuido a que sea un destacado deportista, además de un buen técnico ortopédico, con aspiraciones a hacer muchas cosas más en su vida. Porque, como le gusta decir, no puede estar quieto ni un minuto.

Es así casi desde su nacimiento. Del mismo tiempo que adoptó su capacidad de sacrificio y superación; de rebelarse ante las injusticias; de no rendirse ante ninguna contrariedad.

Eduardo es sordo desde los 9 meses. Más que un contratiempo fue un problema, ahora casi superado. Lo saben bien, él y su familia y sus amigos más cercanos. Hizo frente a su discapacidad desde niño. Se esforzó para hablar, con la ayuda de un logopeda; y en sus estudios, entre otras, con un profesor de apoyo.

Su padre tiene una farmacia y él decidió seguir su senda. Estudió Ortopedia en Sevilla y ahora trabaja en el taller paterno, donde hace plantillas, corsés o alzas. Agradece su profesión por su necesidad constante de movimiento y actividad. Es inherente a su condición de persona sorda, asegura. Ahora piensa en hacer algún curso en formulación, al puro estilo boticario, para tratar el acné, las manchas en la piel o cualquier otra dolencia menor.

Para acción, Eduardo ya tiene el que le proporciona el deporte. Empezó con el trial por su hermano Aitor, pero lo dejó por una lesión. No se le daba mal. La bici de montaña, tampoco. Ahora se esfuerza a paladas en el agua con el piragüismo, y también en las pistas de fútbol sala, donde se proclamó el mes pasado semifinalista del Campeonato de España para Personas Sordas.

Su vida siempre se ha desarrollado entre oyentes. Su integración no es un problema. Por eso está contento por formar parte ahora de un equipo en el que comparte su tiempo con otros como él, con los que juega, se divierte y habla. Porque no son mudos, como mucha gente cree.

Eduardo prefiere el ejercicio físico a salir por las noches a una discoteca, como hacía antes. De hecho, los pubs le aburren, y no sólo por el hecho de no oir.

Cuenta que su novia, María, oyente con la que vive y con la que sale desde hace diez años, le hizo comprender que no debe seguir la estela de los demás para divertirse. Por eso ahora disfruta con una copa en compañía de sus amigos, entre animadas conversaciones, cenando o en el cine; e incluso, con buen tiempo, en la playa y en el campo, al sabor de las barbacoas. Buen plan en esta tierra en la que no falta de nada.

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