Huelva

El eucaliptal se llenó de romeros con la Misa de Pentecostés

  • El cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, presidió la Eucaristía y defendió el derecho a la vi da, en cualquiera de sus formas, desde la concepción hasta la muerte natural

Cientos de romeros participaron en la mañana de ayer en la misa pontifical, conocida como Misa de Pentecostés, que constituye el acto central de la Romería del Rocío y que fue presidida por el cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, y oficiada por el obispo de Huelva, José Vilaplana, y el obispo emérito, Ignacio Noguer, con los que concelebraron los capellanes de las distintas hermandades y cantada por el coro de la de Hermandad de Sevilla.

Durante la homilía, el cardenal de Sevilla defendió el respeto a la vida en cualquier de las facetas de la misma, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, por lo que solicitó que sean sensibles ante el atropello de la vida humana.

Amigo Vallejo agradeció al obispo de Huelva, al obispo emérito y a los hermanos sacerdotes y a los presidentes de hermandades la posibilidad de presidir la misa y dijo que el cristianismo ha velado siempre por el bienestar de las personas y en la obligación de acudir en defensa de los derechos de los ciudadanos y creyentes, y no a costa de pasar por encima de los demás ni de atropellos la dignidad de las personas.

"La violencia, la arrogancia, la altanería y el desprecio hacia los débiles, no es el camino de la paz", más en estos tiempos donde falta el trabajo, la pobreza y el acoso a la familia y a la vida misma crecen", proclamó el cardenal arzobispo, mientras abogó por una sociedad más justa, más igualitaria "en el gozo de vivir como cristianos".

"La vida humana no es un producto negociable", enfatizó Amigo, al tiempo que hizo mención al cirio pascual encendido por la Hermandad Matriz en su campaña Un Rocío de Luz, Vida y Esperanza, para la donación de órganos y salvar vidas.

Dijo que sin el Espíritu Santo y la Virgen, el Rocío sería una fiesta más, pero precisamente su presencia lo convierten en devoción sincera, la marisma en cielo, la hermandad en escuela de amor y fraternidad, el Simpecado en un icono de la Blanca Paloma, el Quema en agua divina, el camino en peregrinación y el puente del Ajolí en el tránsito que anuncia la llegada a un lugar donde se venera la imagen de Dios.

En su intervención, el cardenal arzobispo destacó el carácter mariano de la romería y de sus hermandades y apuntó la importancia de que los cristianos dediquen más tiempo a la carta de amor de la humanidad y señaló la necesidad de seguir luchando por Cristo.

"Como seguidores de Cristo que somos -dijo-, no tenemos obligación de tener una actitud litigante, pero sí acudir en defensa de nuestras creencias, porque no se trata de convertirnos en víctimas de un sistema, sino en seguidores del Señor".

Amigo Vallejo también se refirió a la conmemoración de la coronación canónica de la Virgen del Rocío hace ahora noventa años. En este contexto, dijo que "la corona de espinas de Cristo florece en día de la Pascua de Resurrección y se transforma el día de Pentescostés en la corona que porta del Virgen. "Cristo murió en la cruz con su corona de espinas para que su Madre fuera coronada".

Después de la homilía, las 106 hermandades renovaron su voto de fidelidad a la Virgen y al catolicismo, lo que escenificaron pasando cada uno de los representantes de las hermandades ante el obispo. La misa pontifical contó con la participación del coro de la Hermandad de Sevilla que celebra el cincuenta aniversario de su fundación.

Más de dos horas después se dio por concluida la misa pontifical y las hermandades, junto con sus simpecados, que durante toda la celebración estuvieron colocados sobre el altar, regresaron a sus casas hermandad, desde las que salieron por la noche hacia la plaza de Doñana para participar en el rosario, acto previo a la procesión.

Con anterioridad, iba a tener lugar la misa en honor de los tamborileros, carreteros y coheteros en santuario. Entonces la noche se llenó de avemarías, salves y letanía, entre luminarias y tintineos de campaniles, inundando el aire marismeño. Ya no habrá sosiego, el Simpecado Almonteño se encamina lentamente a la Ermita, donde no cabe un alfiler. Los almonteños cuentan los minutos para sacar en procesión a su Patrona.

El domingo de romería es un día en el que la fe y la devoción que anualmente congrega a miles de personas en torno a esta celebración, así como la diversión que ésta conlleva, entendida como convivencia y fraternidad, se intensifican ante la pronta llegada del momento más esperado, la salida en procesión de la Virgen del Rocío.

Unas sensaciones que contrastan con las de nostalgia por el fin que está por llegar, pues ya son muchas las personas que, en sus casas, comienzan los preparativos para el camino de vuelta que comenzará tras la procesión.

Pero antes de que esto ocurra, se viven las estampas más conocidas de la romería como la de las hermandades acudiendo al eucaliptal para participar en el rezo del rosario, el de las Antorchas, que antecede al tradicional salto de la reja, el momento más destacado de la romería protagonizado por los almonteños que son los que sacan a la Virgen a hombros desde la ermita para recorrer las calles de las aldea.

Estaba previsto que el salto de este año se iba a producir en una hora similar a la de los tres años anteriores, en torno a las tres de la madrugada, aunque es algo imprevisible pues la única referencia es la llegada del Simpecado de la hermandad matriz de Almonte a la ermita después del rezo del rosario, una vez que ha recorrido distintas calles de la aldea. Horas antes de que todo suceda, alrededor de las doce de la noche, son ya numerosas las personas que se den cita en la ermita y sus alrededores y serán decenas los jóvenes almonteños que se agolpen junto a la verja que da acceso a la virgen del Rocío deseosos de saltarla y coger a hombros a su patrona, que protagonizarán, hasta el momento definitivo, varios intentos de salto abortados por los vecinos de Almonte de más edad.

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