Huelva

Qué errores no cometer para dejar una relación con inteligencia emocional

  • Muchas veces son nuestras propias expectativas las que nos impiden tomar decisiones concluyentes y avanzar libres de cargas hacia nuevos espacios de bienestar

Qué errores no cometer para dejar una relación con inteligencia emocional

Se acabó, además de un motivador tema de la energética cantante María Jiménez, es una frase que se dice usted en tono imperativo más veces de lo que parece, pero que no siempre se toma en serio. Ya sea por una etapa de su vida, por una conducta propia o por querer cerrar una relación, lo haya dejado usted o no, es probable que se resista casi sin darse cuenta al cambio que ese se acabó implica. Posiblemente porque siente el peso de lo que esperan de usted o de lo que usted espera de las situaciones, de las demás personas o de usted mismo o usted misma. Son esas expectativas las claves a manejar para dominar el arte de dejar ir o qué errores no cometer para dejar una relación con inteligencia emocional.

La trampa de las expectativas

Las expectativas son una verdadera trampa. No por nada están detrás de las cargas emocionales más frecuentes que sufrimos las personas: la culpa y el resentimiento. ¿Se acuerda? Si no cumple lo que usted espera de usted, culpa. Si una persona no cumple lo que usted espera de ella, resentimiento. Y no le quiero contar cómo puede llegar a enredarse todo esto cuando usted se autoimpone expectativas ajenas autoexigiéndose lo que en realidad esperan otras personas, o cuando es usted quien proyecta expectativas propias en quienes le rodean.

Detrás de todas esas expectativas están las creencias, que son los filtros por los que usted mira y percibe la realidad. Así, si cree que el amor de verdad es para toda la vida o que el amor todo lo puede o que el amor verdadero no se rinde, posiblemente le será mucho más difícil tomar la decisión de dar por terminada una relación, ya sea usted quien se va o quien se queda.

Tomar decisiones conscientes

Hay estudios que aseguran que tomamos diariamente una media de 35.000 decisiones, pero sólo unas 100 son conscientes. Cómo vestirse, qué desayunar, qué ruta coger, qué tarea hacer primero, o qué no hacer tampoco hoy, son parte de esas decisiones… La mayoría, algunas mucho más transcendentales de lo que nos imaginamos, las tomamos de forma automática. Y eso no es malo, lo malo es que no sepamos diferenciar las que merecen más conciencia.

Porque está bien que no tengamos que razonar la mayoría de las decisiones. ¿Se imagina si tuviera usted que evaluar los pros y los contra de cada alternativa que elige a lo largo del día? Que si coche o bus, que si café o té, que si hacer un descanso ahora o dentro de un rato, que si llamar por teléfono o escribir un WhatsApp… Todas esas decisiones no requieren y no merecen la energía y el tiempo que conlleva pararse a reflexionar. Pero hay otras que sí. No caiga en la trampa de procrastinar o, peor, tomar a la ligera decisiones que van a marcar su vida como es dar por terminada una relación. E insisto, sea usted quien cierra la etapa o no.

Errores a evitar

Por eso, el primer error que debería usted evitar, si quiere avanzar lo más libre posible de cargas emocionales, es no pararse a reflexionar todo lo que implica, o no dedicarle el tiempo que la transcendencia de esta decisión requiere. E insisto de nuevo, ya sea usted quien lo deja o quien hubiera querido seguir. Esto, dicho de otra forma, es tener la precaución de no tomar ninguna decisión en caliente o con el equilibrio emocional embargado.

Otro error es, en esas reflexiones necesarias, centrarse sólo en lo malo o sólo en lo bueno, dependiendo del lado de la historia en la que esté. Elabore sus argumentos de forma equilibrada, valore qué pudieron hacer mejor que no hicieron, cómo lo hubiera usted hecho de otra manera, qué parte de usted no ha llegado a lo que esperaba, ¿y de su pareja? ¿Qué partes sí han sido fantásticas? ¿Qué puede hacer ahora?

Hágase muchas preguntas, encuentre muchas respuestas, porque cuanto mejor comprenda, más fácil será llegar a la aceptación. Ya sabe que no se acepta lo que no se comprende, y sin aceptar tampoco podemos perdonar ni perdonarnos, que es la mejor forma de avanzar sin demasiada culpa o resentimiento.

Tampoco quiera que tomen la decisión por usted. Cuando son decisiones difíciles, es fácil caer en la tentación de dejar que las cosas pasen solas. También es habitual preguntar a otras personas cercanas, a muchas, como buscando la confirmación a sus pretensiones o validación para sus sentimientos. Recuerde que cualquier decisión es suya, y no es necesario que todo el mundo esté de acuerdo o que su pareja le dé la razón. Pero, eso sí, sea coherente con lo que piensa y lo que siente, y actúe en consecuencia asumiendo que el cambio, inevitablemente, trae inestabilidad e incertidumbre.

Suele ser otro error querer mantener la amistad con su pareja desde el primer momento. Las heridas emocionales también necesitan tiempo para sanar. Tome en consideración de forma empática las emociones de la otra persona, claro, pero cuídese mucho usted. Dese tiempo suficiente y facilítese experimentar las emociones que la situación le esté provocando, déjelas fluir, y úselas en beneficio propio para buscar nuevos objetivos y nuevas motivaciones.

Y ya, como prueba irrefutable de su inteligencia emocional, evite el error más común de quienes no tienen ningún dominio de sus emociones: dejar que se alarguen demasiado en el tiempo los sentimientos desagradables sin hacer nada. Eso es lo mismo que regodearse en la tristeza, el miedo, el asco o el enfado, o igual que entrar y afianzar conductas victimistas.

Como vacuna, practique el agradecimiento. Encuentre y valore todo lo que ha aprendido de esa relación que se acaba, agradezca lo vivido y cómo eso ha participado en construir la persona que le mira cada mañana desde el espejo, y quiérase.

Aceptar el final de una relación es una forma de acelerar la llegada a la superación y a lo bueno de la siguiente etapa. Hacerlo con inteligencia emocional es una garantía de crecimiento. Usted decide.

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